El tayta Jacinto Huaman Ccapac (45 años vividos, 42 según su documento) es pampa misayoq Q’ero de la comunidad Yanaruma. Y aunque parezca una combinación de palabras difíciles de escribir –y mucho más aún de pronunciar-, su rol y función en la naturaleza ancestral son vitales: se encarga de oficiar ceremonias de agradecimiento a la Pachamama, de hacer “limpias” energéticas y de encabezar la remoción de la tierra y prepararla para las nuevas siembras (no exclusivamente en el sentido de la agricultura, sino en el plano espiritual y energético también).
Por estos días, el tayta (denominación que se les da a todas las personas pertenecientes a la nación Q’ero) se encuentra en Mendoza. El viernes pasado, en Guaymallén, Jacinto Huaman Ccapac –quien, dentro de los tayta, tiene la función de pampa misayoq (vinculada a la medicina ancestral y tradicional) ofició una ceremonia de agradecimiento a la Pachamama, pero que también fue de preparación de la tierra para lo que –se considera- será la próxima siembra (no solo de cultivos, sino también de procesos personales).
“Hay que hacer una ceremonia de recuperación del alma, hay que agradecer. La gente no suele agradecer, pero hay que saber hacerlo. Por el agüita, por las plantitas. Agosto es muy buen momento para dar una ofrendita a la Pachamama. Hay que darle una comidita, porque cuando morimos, entramos a la Pachamama”, reflexiona Jacinto, en diálogo con Los Andes.
El próximo viernes (18 de agosto), también a partir de las 20:30 y en Chacras de Coria, el tayta pampa misayoq Q’ero va a oficiar una nueva ceremonia y ofrenda. Si bien es abierta para la participación de la comunidad, se realizará con un grupo de no más de 15 personas, por cuestiones relacionadas estrechamente a la ceremonia. Para participar, hay que anotarse escribiendo a @conciencia.activa_org .
“Vamos a estar muy poco tiempo sobre esta tierra, pero vamos a pasar mucho más tiempos enterrados que vivos, por eso es importante empezar a agradecer al lugar donde vamos a estar después”, agrega el tayta, quien se desempeña como pampa misayoq Q’ero de la comunidad Yanaruma al haber adquirido el conocimiento a través de su padre y de su abuelo (se transmite por linaje y, si pudiésemos trazar un paralelismo con el mundo occidental, es lo que en esta cultura se considera un médico).
Esta comunidad estuvo más de 450 años refugiada y oculta en uno de los sitios más altos de los Andes peruanos, y recién en la década de 1940 entraron en contacto con otras comunidades del lugar. No obstante, no fue hasta hace 17 años que se abrieron al mundo occidental, por lo que en la actualidad no hay más muchas familias viviendo en Yanaruma, a más de 4.800 msnm.
Por qué agosto es el mes para agradecer, ofrendar a la Pachamama y limpiar energías
Fernando Prats tiene 47 años y es miembro de la organización Conciencia Activa. Luego de una vida dedicada a la vida de empresario y las obligaciones y misiones que cualquiera tiene para con la vida cotidiana, cuando cumplió 30 decidió “patear el tablero” y dedicarse exclusivamente a internarse en comunidades, a vincularlas con la cultura occidental y a oficiar y asistir en ceremonias.
“Es como una excusa para poder hacer nuestro camino. Me dedico a internarme en las comunidades, viajo a su interior y he estado en Colombia, en Perú, siempre generando el vínculo. Te internás en una comunidad y aprendés de ella, a vivir en ella. Lo máximo que estuve de corrido fueron 6 meses en la selva guaraní. Pero yendo y viniendo, con el ritmo de 15 días acá y 15 días allá; llegué a estar todo un año”, cuenta el mendocino.
Según explica Prats, el mes de agosto es el momento ideal para estas ofrendas de agradecimiento a la Pachamama ya que es el momento en que, luego de haber estado en su punto más distante (en el solsticio de junio), ya en agosto el Sol y la Tierra comienzan a acercarse nuevamente.
“En agosto es el momento en que la energía del Sol empieza a darle más vida a la Tierra. Se junta lo masculino y lo femenino, y es cuando los humanos centramos nuestros propósitos”, explica el asistente y oficiante de ceremonias.
En ese sentido, Prats aclara que la Pachamama no es una deidad, sino que significa espacio – tiempo madre, es decir, el lugar y momento donde se está viviendo.
“Cada espacio tiempo es único e irrepetible. El ciclo principal que rige todo es el del Sol. Tenés momentos en que la naturaleza te lleva a distintos procesos. Donde mejor se manifiesta todo el culto a la Pachamama es en la agricultura (sembramos en un momento, cosechamos en otro, nos guardamos en otro). Pero es algo que también manifiesta el ser humano (introspección en invierno, trabajos al exterior, verano)”, agrega.
Tanto en la que ofició Jacinto el viernes pasado, como en la que oficiará el próximo viernes en Chacras de Coria, la ceremonia de ofrendas a la Pachamama consisten en un ritual que combina lo espiritual con lo terrenal.
La ofrenda se realiza en grupos de hasta 15 personas. Cada una de ellas, a través de una hoja de coca, va sembrando una semilla y va poniendo su pulso, lo que quiere lograr. Por ello es que no se habla de rezo, es decir, de pedirle algo a una deidad, sino que se habla de pulsos, de generar un movimiento.
En los kintu (ramilletes) de hojas de coca, cada persona va agregando lo que agradece, y también lo que quiere. El oficiante (Jacinto, en este caso) va soplando la hoja ante cada pedido y ofrenda, lo potencia con su energía y lo agrega a su despacho, que es como un mandala compuesto con frutas, semillas y el kintu. Esa es la ofrenda propiamente dicha, compuesta por parte de lo mejor de la vieja siembra.
Cada una de estas ofrendas entierra en un pozo y se incinera, por lo que –de acuerdo a esta ceremonia- al quedar ello enterrado, es lo que se sembrará después. Toda la ceremonia dura cerca de 2 horas.
“Por un lado, es una ceremonia de agradecimiento a lo anterior. Pero también, a partir de allí, se comienza a remover la tierra para sembrar a futuro, no solo para cultivos, sino también para procesos personales. Allí se trabaja en lo que cada uno quiere para sus próximos periodos (deseos, anhelos). No hay un rezo, no hay creencia en nada divino. Hay impulsos, ya que le estás poniendo energías y empuje. No pedís a nadie, lo que lo diferencia de rezo y de cualquier religión. En la religión vos le pedís a Dios, él te va a dar. Acá lo sembrás y le ponés energías vos”, destaca Prats.
En tal sentido, aclaró que, dentro de todo el mes de agosto, el mejor momento para hacerlo es cuando se observa la primera luna al dos por ciento -día posterior a la luna completamente nueva-. Ese momento coincide con el Año Nuevo Huarpe y, casualmente, en 2023 coincide con el 15 de agosto en el calendario (es decir, hoy). Y son los pampa misayoq quienes se encargan de realizar las actividades de desarrollo durante las ceremonias de ofrendas, agradecimiento y pulso a la Pachamama.
Tayta Jacinto, el hombre que bajó de los Andes peruanos para compartir su sabiduría
Yanaruma es uno de los 8 pueblos que integran la Nación Q’ero, instalada en el sitio más recóndito de los Andes peruanos. A ella pertenece el tayta Jacinto Huaman Ccapac, quien es pampa misayoq Q’ero.
“Se lo llama curandero, pero es lo que se conoce como médico tradicional. Es alguien que nuclea los conocimientos de medicina que se acumulan en el espacio, y es por linaje, se transmite el conocimiento a través de ceremonia y rituales”, describe Fernando Prats.
Otra de las ceremonias que suele oficiar Jacinto es la de lectura energética de hoja de coca, que permiten conocer cómo están las personas. Se trata de una ceremonia individual que permite ver si hay algún condicionante que pueda traer algún inconveniente. Y todo se hace a través del contacto con la hoja de coca.
“Hay trabajos energéticos y se hace lo que se conoce como una “limpia”, que se hace con su ejercicio de la medicina andina. La comunidad Yanaruma tiene un promedio de vida de más de 100 años, lo que da la pauta de la eficiencia de la medicina”, agrega Prats.
Dentro de la Nación Q’ero, la comunidad Yanaruma fue una de las últimas en abrirse a Occidente. Se desarrolló en Perú, y cuando llegaron los españoles -en el siglo XVI-, se escondieron en la montaña, bien aislados. Allí se desenvolvieron durante casi cinco siglos, escondidos a 4.800 msnm y donde no crece nada para cultivar. Recién 3 kilómetros para abajo se puede encontrar algo de tierra fértil.
A partir de que a mediados de 1940 los Yanaruma se vincularan con otras comunidades andinas, se conocieron los primeros registros de sus habitantes. Y fue entre 2005 y 2006 cuando se contactaron con el mundo y las culturas de Occidente.
Esto llevó a que muchos de sus habitantes decidieran bajar de ese sitio tan remoto con la idea de dedicarse a la siembra y al cultivo (Ocongate es el primer pueblo más desarrollado de la zona, a 8 kilómetros de la comunidad Yanaruma). Por ello mismo fue que, de las 80 familias que eran allá por 2005 y 2006, actualmente queden –como mucho- 30 familias en el sitio.
“Lo que quedó en la comunidad tiene más valor espiritual. La comunidad preservó la cultura andina intacta, no hay contaminación occidental (no encontrás cruces o figuras de la virgen) y es lo más Inca que hay. Estuvieron 450 años escondidos y se los creía extintos ya”, detalla Prats.
En el caso de Jacinto Huaman Ccapac (quien tiene 45 años, aunque en su documento solo se contabilizan 42), se trata de una persona criada en la comunidad, con el legado ancestral de la medicina tradicional relacionada a curaciones incas y cuestiones ceremoniales.
Se trata, además, de la última generación de pobladores de la comunidad que se crió sin saber ni vincularse con Occidente, por lo que su formación está basada en la más pura filosofía.