La válvula roja y las ruinas de adobe pasan desapercibidas, en una pampa perdida en Cacheuta Sur. De hecho los puestos antiguos y los yacimientos petroleros integran el paisaje a lo largo de este viejo camino entre Luján y San José de Tupungato. Serranías áridas, cauces secos, arbustos bajos y el ocasional aguaribay. No es una postal de belleza rápida. Hay que detenerse y tomar el ritmo del entorno para encontrarle el gusto.
El paraje Agua del Corral guarda en su bajo perfil un patrimonio histórico sorprendente: fue uno de los primeros hallazgos de petróleo de la Argentina y más tarde el emprendimiento que trajo a la familia Fader a Mendoza. También se fundó aquí el primer oleoducto de Sudamérica (17 años antes del “inicio de la actividad petrolera en el país”, que la versión oficial ubica en Comodoro Rivadavia y en 1907). Y aquí se perforó el icónico pozo C-1 de YPF, con el que la petrolera estatal inició su largo camino en nuestra provincia, en 1932.
Esta historia le agrega una dimensión interesante a la vista que ofrece esta planicie, a 1.400 m de altura y a 44 km de la Ciudad. ¿Cuál sería el trazado de la cañería que instaló el ingeniero Carlos Fader en 1890, por dónde cruzaría el cajón del río Mendoza, cómo llegaría hasta el corazón de Godoy Cruz?
Un manantial de brea en el piedemonte
La existencia de petróleo en Cacheuta se conoce desde la época colonial, y Agua del Corral incluso pelea el título de primer hallazgo del mineral en el país, aunque muchos autores le dan mayor antigüedad a registros del noroeste. El hecho es que en crónicas tan tempranas como 1797 se describe un manantial de brea en el piedemonte.
Así lo sintetizó Marcelo R. Yrigoyen, geólogo y miembro de la Academia Nacional de Ciencias: “Noticias sobre la utilización local del petróleo de Cacheuta para cubrir odres de vino, así como por parte de los marinos españoles para el calafateo de las embarcaciones en los puertos chilenos de Valparaíso y Concepción se encuentran repetidas veces en las antiguas crónicas de los archivos nacionales. Sin duda ello fue lo que movió al gobernador de la Plaza de Montevideo a pedir oficialmente al gobernador militar de Mendoza en 1797 (nota: José Francisco de Amigorena) muestras de los bitúmenes mendocinos para ensayarlos con fines navales. Aquellas muestras fueron tomadas en dos lugares bien distantes entre sí: Agua del Corral (…) y Cerro de los Buitres, en la región de Sosneado, al oeste de la actual San Rafael”.
Casi un siglo más tarde, cerca de 1880, se conoce que un emprendedor local obtenía asfalto del manantial de Agua del Corral, que transportaba a lomo de mula y vendía a las bodegas de la región, para su uso en pisos y veredas. De esos años es también el registro de una perforación en el lugar para extraer más mineral. La iniciativa fracasó -narra Yrigoyen- pero le quedó el pergamino de haber sido “el primer pozo exploratorio perforado en la Cuenca Cuyana”.
La saga de los Fader
La historia llega así a un punto de inflexión, al momento “glamoroso” de este paraje pedemontano -con escena cinématográfica incluida-. Corría 1883, y el ingeniero alemán Carlos Fader forjaba su carrera en un astillero naval de La Boca, en Buenos Aires. Poco antes había nacido el menor de sus seis hijos, Fernando (años más tarde, lo enviaría a recorrer Europa, en un último intento de cambiar la incertidumbre de la vocación artística del joven por la seguridad de una carrera en ingeniería. Como sabemos, predominó el interés por la pintura).
Fader padre recibió en Buenos Aires la visita de un mendocino notable, Emilio Civit (legislador, gobernador, ministro de la Nación). Civit portaba unas botellitas y un pan del elixir negro de Agua de los Corrales, cuyas bondades enumeró ante Fader. El emprendedor y el dirigente congeniaron, y poco después formaron una empresa pionera en el país: la Compañía Mendocina de Petróleo.
En palabras del propio Fader: “A principios del año 1885, a invitación de algunos amigos fui a Mendoza para visitar las vertientes de petróleo, conocidas desde mucho tiempo por los pobladores del Departamento de Luján de esa provincia por ‘el alquitrán de Cacheuta’. Vi lo que muchos habían visto antes, y llevé una pequeña cantidad del alquitrán a Europa. Mi amigo el Dr. Engler (…) se encargó de analizar la materia, resultando ser petróleo.” (Cita y anécdota tomadas de Rodrigo Gutiérrez Viñuales).
Un año más tarde los hermanos Civit, Fader, José Vicente Zapata, Enrique Peña y Guillermo White fundaron la Compañía Mendocina de Petróleo, que parece haber sido el motivo de la mudanza de los Fader a Mendoza.
“La seriedad de la empresa -escribe Marcelo Yrigoyen- promovida principalmente por Don Carlos Fader (padre del conocido pintor impresionista mendocino Fernando Fader), se reveló desde un comienzo al contratar los servicios profesionales de uno de los más eminentes geólogos petroleros de Europa: el Dr. Rodolfo Zuber”.
Los primeros pozos fueron alentadores, y llegaron a contar con 22 perforaciones. El petróleo era comprado por el ferrocarril, por la empresa de gas que también había fundado Carlos Fader, y por las minas de Paramillos, entre otros.
Pero el transporte desde Agua del Corral era un problema. No lograron que el tren hiciera un ramal hasta allí, y decidieron comprar un predio en San Vicente (hoy Godoy Cruz), y llevar el combustible mediante una tubería. Allí partió don Fader hacia su Alemania natal. Regresó con 34.000 metros de caños marca Manessman, de tres pulgadas y media. Que él mismo se encargó de hacer instalar, desde el yacimiento de Cacheuta hasta el gran tanque de 3.000 metros cúbicos que instalaron en lo que es hoy la calle Remedios de Escalada, de Dorrego, y el cruce con la ex vía ferroviaria. El tanque dio lugar al nombre “la calle del tacho”, según el portal Mendoza Antigua.
El caño cruzaba el río Mendoza apoyado en pilotes de madera, a lo largo de un kilómetro y medio, y se considera el primer oleuducto de Sudamérica. Por desgracia no se conservan rastros de la obra ni del trazado -al menos hasta donde sabemos-.
Pero el petróleo de Cacheuta era muy rico en parafinas, lo cual causaba frecuentes atascos en el ducto. Finalmente, diferencias entre los socios y la merma en la producción de los pozos determinaron el fin de las actividades de la compañía. Ocho millones de litros se extrajeron hasta 1891. Con el cese de actividades, quedó trunca también la iniciativa de Fader de instalar una destilería de kerosene, aceites lubricantes y parafina en San Vicente (Godoy Cruz).
Las concesiones del sector Cerro Cacheuta quedaron vacantes algunos años, y hubo luego algunos intentos empresariales erráticos.
La era de YPF
La cerrillada de Agua del Corral recién volvió a ser escenario de movimientos intensos en 1932. Fue cuando la empresa estatal YPF recibió las concesiones de manos de los privados, tras la intervención del gobierno. Y fue allí en el sector sur del piedemonte donde YPF realizó su primera y celebrada perforación en Mendoza: el pozo C1, en el que llegaron a trabajar 50 personas, y que luego entró en declive.
Una placa medio vandalizada y un mástil sin bandera, a metros de la recurrente válvula roja del comienzo, son hoy los únicos testimonios de la histórica actividad petrolera de este pozo. Como comparación, se puede mencionar que en Comodoro Rivadavia, en torno al pozo que por algún motivo se considera el pionero del país, se ha construido el Museo Nacional del Petróleo. Un emprendimiento que aúna la puesta en valor del patrimonio y una oferta cultural y turística.
El inoxidable yacimiento Cacheuta, vale aclarar, continúa en plena explotación. Hace un par de años tomó la licencia la empresa Compañía General de Combustibles, de la Corporación América (grupo Eurnekián, operadores del aeropuerto de Mendoza). Hoy las camionetas nuevamente recorren la ruta 84 entre Luján y Los Cerrillos (Tupungato) haciendo honor al viejo apodo de “ruta del petróleo”.
El nombre del agua
Pocos sectores del piedemonte son tan secos como las pampas y cerrilladas de Cacheuta Sur hacia Tupungato. Y sin embargo, o tal vez por eso, muchos de los viejos puestos de la zona tienen nombres que aluden a surgentes.
Desde el mismo Agua del Corral, se sucede una toponimia de aguas: de las Avispas, de Pizarro, del Cajón, de los Bueyes. Agua de los Burros, Agua Salada, La Aguada, Agua de la Jarilla. Nombres que dan cuenta de qué tan precioso es este recurso. (Otros nombres son enigmáticos, como el Puesto el Dharma. ¿Cómo habrá llegado este vocablo hinduista o budista a nuestro piedemonte?)
A pesar de sus parajes atractivos y cercanos a la Ciudad de Mendoza -aunque el ambiente entre petrolero y rural da la impresión de estar más apartado- la ruta 84 no tiene desarrollo turístico.
El puesto Agua del Cielo -tan bonito como su nombre- es de los pocos que promocionan cabalgatas y actividades gauchescas. Probablemente la falta de señalización de esta ruta provincial tenga que ver, ya que no es sencillo encontrar la traza entre las distintas picadas petroleras, sobre todo para salir a Los Cerrillos.