En mayo del año pasado cuando el coronavirus no llevaba ni un año de vida y aún no teníamos muchos detalles sobre la transmisión de Covid-19 un doctor llamado Faheem Yomus, jefe de enfermedades infecciosas de la Universidad de Maryland, escribió en Twitter: “Si la tuberculosis o el sarampión vuelan como un águila, el coronavirus vuela como una gallina”.
En aquellos meses del año pasado el debate era si el SARS.CoV-2 se transmitía o no por el aire, Yomus defendió que la principal vía de transmisión no era por vía área. Hoy en día sigue sin haber un consenso científico claro sobre esto. Lo que si hay es garantías sobre la escasa relevancia del contacto con superficies infectadas, por lo que su frase sigue siendo tremendamente ilustrativa: aunque sea torpemente y por poco tiempo, el coronavirus vuela.
“Evidentemente, una pandemia de estas características no va de mano en mano. No solamente es porque viene la gente y al aterrizar le da la mano a alguien, esto tenía que tener algo más”, declara Benigno Sánchez, investigador del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas.
Lo que ahora resulta evidente no siempre lo fue. Al inicio de la pandemia, la Organización Mundial de la Salud negó categóricamente la posibilidad de una transmisión aérea y centró sus recomendaciones preventivas en la higiene de manos y la limpieza de superficies, tanto interiores como exteriores.
La teoría principal sobre la transmisión del virus, en esos meses, era que una persona infectada emitía partículas de saliva con carga viral al toser o estornudar. Si se mantenía una distancia de seguridad y se evitaba el contagio por contacto directo, estas gotas caían por su propio peso e iban a parar al suelo o a otras superficies.
En ese caso, el contagio se producía al tocar esas superficies con la mano y, posteriormente, llevarnos esas partículas virales a boca, nariz u ojos. El papel de las partículas más pequeñas de saliva que pudieran mantenerse en suspensión se consideraba prácticamente irrelevante.
Científicos hablan sobre el contagio por contacto
Hoy sabemos que el foco principal de contagio son gotas que se transmiten de forma directa entre dos personas es decir, que la situación viral por contacto con superficie se ve como algo muy circunstancial y poco probable.
Entonces la pregunta que decanta es si son realmente innecesarias las recomendaciones iniciales o si hoy por hoy la única preocupación es mantener el aire limpio, para esto respondió una fuente de salud: “La evidencia no es definitiva así que nadie se atreve a descartarlo”, declara Manuel Franco, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública “Lo que sí está claro es que no es el foco principal. Un bar limpísimo lleno gente con las manos limpísimas y chillando y sin mascarilla es una bomba”.
Alberto Torres, portavoz de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública e Higiene, se muestra más detractor sobre las medidas preventivas: “Al principio se puso mucho énfasis y dinero en el tema de la limpieza y la desinfección y eso no ha servido probablemente para nada”.
A medida que la hipótesis del contagio por contacto con superficie iba perdiendo fuerza, iba siendo cada vez más popular otra teoría: la del contagio por aerosoles. Estas pequeñas partículas que se emiten junto a las gotas más grandes serían capaces de mantenerse en suspensión durante horas y, probablemente, ser contagiosas. Lo cierto es que también esta teoría sigue siendo muy discutida.
“Cuando hablamos de transmisión aérea, estamos hablando de microorganismos que se pueden transmitir a distancia y que pueden ser vehiculizados por el aire y cuya forma principal de transmisión es esta”, explica Torres. “En el caso del coronavirus no es para nada eso, se trata de una transmisión por gotas, aunque puede ser que en situaciones excepcionales se haya podido transmitir por aerosoles en suspensión, se tienen que dar unas circunstancias muy particulares”.
La pelea del virus esta en el aire
El doctor Benigno Sánchez, del Ciemat, sí entendió, desde un principio, que “el virus tenía que estar en el aire”.
Alejado de su laboratorio, pensó en desarrollar soluciones que fueran más allá de “salir a aplaudir a las 8 de la tarde” y el resultado ha sido un proyecto que estudia utilizar energía solar para producir una reacción química que rompa la envoltura de los virus presentes en el aire y los desactive.
Aunque aún está por determinar si el sistema fotocatalítico desarrollado con el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) es funcional a la hora de acabar con el SARS-CoV-2 que se mantenga en suspensión en espacios interiores, se trata de un proyecto que pone en evidencia cómo ha cambiado el conocimiento sobre el contagio del coronavirus.
Los tiempos de limpiar superficies quedaron atrás, el virus ahora se combate en el aire.