El doctor Alberto Kornblihtt, investigador superior del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y miembro del Directorio del Consejo por el Gran Área de Ciencias Biológicas y de la Salud, fue seleccionado como miembro extranjero de la Academia de Ciencias de Francia. La ceremonia de asunción tendrá lugar en junio de 2022 en la célebre Cúpula del Edificio Central del Instituto de Francia, en París, si las condiciones sanitarias lo permiten.
La institución francesa, fundada en 1666 durante el reinado de Luis XIV, es una de las más antiguas del mundo.
Kornblihtt fue nombrado en la sección de biología molecular, celular y genómica.
Hasta la elección de Kornblihtt, la única asociada extranjera argentina de la academia francesa era la ecóloga Sandra Díaz, investigadora superior del Conicet. “Ahora somos dos y me siento muy honrado de compartir este reconocimiento con Sandra”, expresó el investigador. En el pasado, los únicos miembros argentinos fueron los premios Nobel Bernardo Houssay y Luis Leloir.
El que sigue es un resumen del diálogo mantenido con el biólogo argentino.
-¿Ud. es producto de la educación pública?
-Estudié la primaria en la escuela N° 3 Manuel Solá del barrio de Almagro y la secundaria en el Colegio Nacional de Buenos Aires, cerca de la Plaza de Mayo. Y luego, la universidad estatal, la UBA.
-Ha sido nombrado miembro de la Academia de Ciencias de Francia (además lo es de la Academia de Estados Unidos). ¿Qué implicancias tiene ese nombramiento para su trabajo?
-Es un gran honor porque es una academia que tiene 300 años de antigüedad y por la que han pasado los científicos más famosos de Europa y EEUU. Además, es un reconocimiento, a través de mi persona, al trabajo de mi grupo que sólo pudo hacerse colectivamente a través de colegas muy destacados, formados en la universidad pública. Es una mirada valiosa a la Ciencia argentina, que siempre renace de sus cenizas, con una larga tradición en las ciencias biomédicas, pero también en las demás disciplinas.
-¿Cómo ha sido su trayectoria académica desde que finalizara su carrera en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA?
-Ingresé a la carrera de Ciencias Biológicas en 1973 y me recibí en 1977. Luego ingresé al Instituto de Investigaciones Bioquímicas Fundación Campomar, que dirigía el doctor Leloir, en el barrio de Belgrano. Comencé a trabajar en el grupo del doctor Héctor Torres, con el cual me formé junto con la doctora Mirtha María Flawiá. Tras terminar la tesis doctoral en el Campomar, hice un posdoctorado en la Universidad de Oxford, bajo la dirección del argentino Tito Baralle. Allí se produjo mi contacto directo con las manos y la cabeza en la Biología Molecular en un laboratorio de excelencia, dado que Baralle había trabajado codo a codo con el doble Premio Nobel Frederick Sanger, en la otra gran universidad inglesa, Cambridge. Luego volví a fines de 1984 a la Argentina, ingresé al Conicet y trabajé en estudios en el Ingebi (Instituto de Investigaciones en Ingeniería Genética y Biología Molecular).
En 1996 mudé mi grupo a la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, pero siempre seguí dando clases, desde 1985 hasta el año pasado, en una materia de primer año que se llama Introducción a la Biología Molecular y Celular por la que han pasado miles de estudiantes.
-¿En qué consiste el mecanismo de splicing alternativo que Ud. ha estudiado, y cuál es su relevancia en el área de la Biología Molecular?
-Es la manera en que las células tienen para que cada uno de sus genes pueda fabricar más de una proteína.
Los genes son segmentos de ADN que se encuentran en los cromosomas, en el núcleo de las células. Hasta 1977 se pensaba que cada gen daba la orden para fabricar una proteína. A partir de entonces se descubrió que algunos genes dan la orden para fabricar dos, tres o más proteínas y como las proteínas son los ‘trabajadores’ de las células, esto implica que, si tenemos 20.000 genes, no tenemos sólo 20.000 tipos distintos de proteínas sino muchas más, cientos de miles. El genoma puede dar la orden para fabricar muchas más proteínas que el número de genes que poseemos. Ese fenómeno ocurre por splicing alternativo, que es un fenómeno que da a nivel del ARN mensajero, una molécula popular porque se la nombra como la base de las vacunas de Pfizer y Moderna, que están hechas de ARN mensajero. En resumen, nuestro grupo hizo muchos esfuerzos para entender cómo se regula en las células este fenómeno de que cada gen pueda fabricar más de una proteína. Cómo se regula ante señales externas, del tipo de la radiación del sol, o la luz, o las hormonas o los neurotransmisores.
Esto está muy relacionado con enfermedades y ocurre en los animales y las plantas. Lo resumo: es un trabajo de ciencia básica que hurga en los detalles moleculares de las células y trata de entender cómo funcionan éstas cuando hay una patología.
En los últimos años, gracias al apoyo de los padres de los niños que sufren la enfermedad hereditaria llamada atrofia muscular espinal, nos hemos sumergido en usar ese conocimiento del splicing alternativo para proponer una terapia combinada, procedimiento que todavía no está aprobado, pero sí encaminado a nivel de laboratorio.
La Ciencia argentina tiene una muy buena tradición y su combustible principal son las universidades públicas, que alimentan la investigación que en ellas se hace y las que se realizan en el Conicet, el INTA, el INTI y la Comisión Nacional de Energía Atómica, entre otras instituciones.
En el tramo final de la entrevista, se le preguntó al doctor Kornblihtt cuál era su visión del desarrollo de la ciencia argentina.
Su respuesta fue la siguiente.
“La Ciencia argentina tiene una muy buena tradición y su combustible principal son las universidades públicas, que alimentan la investigación que en ellas se hace y las que se realizan en el Conicet, el INTA, el INTI y la Comisión Nacional de Energía Atómica, entre otras instituciones. La Ciencia es imprescindible para que haya autonomía en la tecnología. La Argentina no puede dejar de invertir en Ciencia. Sin científicos ni producción científica, los países se ven relegados a importar tecnología y no a generarla. Nuestro país necesita generación de tecnología porque necesita una mayor industrialización. Tenemos una economía basada en la exportación de productos de la tierra. Si bien tenemos industria, necesitamos fortalecerla para mejorar la situación de todo el país.
Además, la ciencia tiene que abrirse de sus laboratorios a la sociedad y tratar de generar una opinión pública informada que, cuando hable de vacunas, o de minería a cielo abierto o de explotación off shore, tenga elementos que provengan de la ciencia para saber tomar decisiones. Si no, las decisiones se toman por otros intereses.
Eso en forma general. Realmente durante los gobiernos de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández de Kirchner hubo un florecimiento y una inversión muy importante de la ciencia argentina, que lamentablemente, en la administración anterior, se cortó con un ajuste y una limitación grande en los fondos para investigar. Con el gobierno de Alberto Fernández comenzó a revertirse esa condición, pero en el medio tuvimos la pandemia. Sin embargo, se logró la Ley 27.614 de Financiamiento de Ciencia y Técnica, que apunta a un incremento anual del porcentaje del producto bruto interno para invertir en forma federal en ciencia y técnica para llegar al anhelado uno por ciento del PBI aproximadamente en 2030.
(*) Colaboró en esta nota el doctor Alejandro Wainselboim, biólogo CCT-Conicet Mendoza