José Luis Pérez tiene 55 años, es mendocino y desde este mes ostenta feliz su título de profesor de Lengua y Literatura. Comenzó la carrera en 2006 en el Instituto de Educación Superior Tomás Godoy Cruz, junto a su hija de 18 años en ése entonces. Pero la vida le fue poniendo distintas pruebas y la salud le jugó una mala pasada. Sin embargo, alumno guerrero –como terminaron apodándolo- siguió adelante y luego de casi 15 años logró recibirse.
La historia, de tenacidad y perseverancia, empezó cuando la hija de José le comentó que había encontrado una carrera acorde a su perfil, que se adaptaba a sus horarios –ya que el profesor trabaja hace más de 30 años en una empresa- y que, además, se dictaba en una institución céntrica. Lo mejor de todo en realidad, era la posibilidad de que padre e hija estudiaran juntos. Sin embargo, luego del receso invernal, José tenía planes de abandonar. Mi hija me dijo: “Si vos dejás, pá, yo dejo”. Así es que, terminaron juntos primer año.
Comenzaron las complicaciones
Empezó el ciclo lectivo 2007 y con él llegaron una serie de acontecimientos complicados que imposibilitaron que la dupla de alumnos-familiares continuara su rumbo. La joven no pudo promocionar la materia que necesitaba para cursar segundo año y José tuvo que someterse a una operación traumatológica en mayo y a otra en julio. El estrés de lo vivido, además, afectó fuertemente la capacidad de retención intelectual del estudiante.
“Me presenté en las mesas de exámenes y no recordaba los contenidos de la materia que había estudiado. Hasta ese momento, mi memoria era privilegiada, leía una o dos veces un contenido, rendía exámenes y obtenía altas notas”, afirma José. Pero tampoco dejó que eso lo amedrentara, hizo un tratamiento para la amnesia y en 2008 siguió adelante tras su sueño de convertirse en profesor.
Con calma, José recuerda que durante los últimos diez años, recorrió un camino “de grandes esfuerzos, con altibajos, con maravillosos regalos como mis seis hermosos nietos, pero hacia 2019 decidí abandonar definitivamente la carrera. Me sentía presionado y no obtenía buenos resultados con lo que hacía falta para finalizar; sumado a que mi problema con la memoria se intensificaba con las emociones fuertes”, subraya.
El empujón final
Nuevamente, José encontró la manera de seguir adelante. Contra viento y marea, el hombre recurrió al SOTAP (Servicio de Orientación, Tutoría y Acompañamiento Psicopedagógico Institucional) en busca de apoyo. “La presencia del equipo institucional significó una bisagra en mi formación docente. En especial el ex coordinador de la carrera, profesor Marcelo Olguín, y la actual coordinadora, profesora Celia Chaab, ellos me ayudaron para rendir y poder terminar”, asegura José con agradecimiento.
“Estoy muy emocionado, logré recibirme después de 14 años. Siento una enorme felicidad, más aún por compartir mi historia. Sepan que se pueden cumplir los sueños y que hay mucha gente bondadosa que brinda su ayuda”, cierra el profesor, que pronto sumará la tarea docente a sus rutinas laborales, invitando a la reflexión y a seguir soñando.