Ana María Falú nos atiende desde México donde acaba de recibir el Premio Iberoamericano de la XII Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo. Con ese reconocimiento se convirtió en la segunda mujer en ganarlo -la primera arquitecta, urbanista, feminista- en recibir este galardón. Anteriormente, la primera mujer premiada había sido la paisajista brasileña Rosa Glena Kliass.
Desde D.F., y entre reuniones y conferencias que brinda, dialogó con nuestro medio y agradeció haber sido reconocida por su trayectoria y sus aportes al urbanismo feminista. En su discurso de agradecimiento dijo: “Es preciso feminizar la arquitectura, el diseño, el urbanismo. Desnudar la mirada androcéntrica el urbanismo feminista que pone a las personas en el centro para incidir en la vida cotidiana de la gente. Es preciso feminizar la política”, aseguró.
“El premio me hace depositaria de lo colectivo de estos procesos que han crecido y que son muchos y tienen que ver con la fuerza del feminismo en la calle. Soy la segunda mujer de una larga lista de hombres. Hoy hay un cambio de signo en la arquitectura y lo celebro”, dijo e hizo referencia a las propuestas que se notaron en la Bienal ya que se conocieron cambios en las temáticas del evento, las publicaciones, propuestas de cátedras que llevaron al debate ético y político sobre las personas que habitan los márgenes. “Cuando se hacen las políticas se piensa en clave de hombre y las mujeres son diluidas en el concepto de familia cuando son ellas las que asumen mayoritariamente el trabajo de la reproducción y el cuidado”, aseguró Falú.
-¿Por qué la arquitectura y el urbanismo tienen que ser feministas?
-La mirada feminista coloca a las personas y sus diversidades en el centro y esto es el análisis de la vida cotidiana, pensar lo reproductivo y productivo juntos, una ciudad vivible, compartida, como se distribuyen los servicios de cuidados, dónde están las mayores carencias y dónde priorizar el hacer. ¿Cómo pensamos las viviendas, el equipamiento urbano, en claves de diferentes edades? Desde la arquitectura y el urbanismo no vamos a poder dar una solución total, pero podemos aportar a esto.
Es pensar en las diversidades de las personas al proyectar o imaginar ciudades, espacios, viviendas, servicios. No en clave de un hombre blanco, joven, productivo y heterosexual – además, este pensamiento deja a muchos varones afuera-. Es pensar fuera de la mirada androcéntrica. Mirar desde la complejidad de una sociedad cruzada por etnias, razas, edades, sexos, esto coloca a las mujeres en el centro.
Las mujeres son las responsables, todavía, del cuidado y la reproducción social. La pandemia puso en evidencia eso más que nunca, son problemas estructurales de la sociedad patriarcal. Con nuevas expresiones de colonialidad. Estas mujeres son las responsables del abastecimiento de las personas a quienes cuidan –infantes, adultos mayores, discapacitados- demandan servicios de proximidad. Al mismo tiempo, son las que más usan el barrio, los espacios públicos, que deben ser pensados en clave de diversidad.
-¿Hay ejemplos de esto?
La alcadesa de Bogotá, Claudia López, creó el Sistema Distrital de Cuidado poniendo los servicios de la Secretaría de Salud, de Educación, de Cultura, Recreación y Deporte; de Integración Social y de la Mujer, al servicio y al cuidado de las mujeres. Estos espacios brindan servicios a las mujeres para que tengan tiempo para sí mismas, para formarse, descansar y retomar sus proyectos de vida.
Según Cepal, el promedio del 30% de las mujeres son únicas responsables de sus hogares; estas mujeres están vinculadas al trabajo informal, son las que tienen igual nivel de educación que un hombre pero ganan menos, tienen menos seguro social por lo que necesitan de las políticas públicas y de las acciones de la colectividad. Tenemos que pensar en colectivo por sobre lo individual.
La vivienda colectiva con servicios que permitan compartir el trabajo de cuidado y reproducción para la calidad de vida de todos es una opción. Las viviendas colectivas no hace falta que sean de alquiler o propiedad sino de sesión de uso: eso es el urbanismo feminista. En esos proyectos de sesión de uso con mixtura de edades y condiciones sociodemográficas las mujeres están en mayores condiciones de vulnerabilidad y van a poder encontrar respuesta a sus demandas y necesidades.
-En este contexto, ¿cómo debería ser el transporte?
-Debe ser seguro, costeable, accesible. Cuando decimos seguro es porque debe ser un espacio en donde las mujeres no sean acosadas y que no esté prensado solo en clave de “hombre productivo” que va de la casa al trabajo y del trabajo a la casa. Las mujeres tienen múltiples recorridos porque son las que asumen las tareas de gestión y de cuidado.
-El lema de la bienal fue “habitar al margen”. ¿Qué significa este concepto?
-Refiere sobre la otredad, este valor instalado en este mundo neoliberal en el cual nos toca habitar en donde se pone en valor lo igual y lo diferente o distinto se pone en sospecha. Creo que tiene que ver con el habitar al margen. ¿Cómo aprendemos a respetar lo plural, lo multicultural y entender que las diferencias nos enriquecen como sociedad latinoamericana, iberoamericana y global? El mundo este de cada día más ricos, no tiene salida. No podemos seguir construyendo un mundo en base a la sospecha del distinto.
-¿Qué priorizamos en el hacer o el enseñar arquitectura?
-Si no priorizamos la mirada de quienes habitan los márgenes no vamos a contribuir. Haremos algo fantástico e iónico pero que no contribuirá mucho. Tenemos que hacer un urbanismo y arquitectura de lo cotidiano que piense en el barrio, que acerque las funciones para que la vida sea más sencilla y fácil, regalarles tiempo a las mujeres que es el bien más escaso en las vidas de ellas. Pensar en las diferentes escalas del territorio: metrópoli, ciudad, barrio, casa y el cuerpo de las mujeres, que es su primer territorio.
Esta nota fue publicada originalmente por el diario La Gaceta, de Tucumán.