El “bichito de la sabiduría” le picó hace ya muchos años y la vida misma fue su mejor maestra. Sin embargo, Ana María Angeli, viuda y jovial abuela de 76 años, asegura que, aunque ya está “de vuelta”, todavía tiene mucho por aprender. Es que ella, modista y madre dedicada de siete hijos, sintió, cuando todos lograron hacer su vida, que le sobraba energía y deseos de salir adelante.
De joven había llegado hasta segundo año de la secundaria, pero tuvo que abandonar. Y, ahora, ella decidió que no era tarde, que era el momento de empezar a luchar por el diploma. Fue así que recién en 2023 esta abuela de 20 nietos y dos hermosos bisnietos, sintió esa necesidad “en lo más profundo” y se inscribió en un CENS, según detalla a Los Andes con una sonrisa de oreja a oreja y un moretón oscuro que casi le tapa el ojo izquierdo.
“Me caí. Perdí el equilibrio y caí al piso de boca, me dí un golpe terrible. Me levanté y fui al hospital Ramón Carrillo sin llamar a nadie ¿Para qué iba a molestar a mis hijos si me sentía bien?”, cuenta con simpleza. Y agrega: “Me hicieron radiografías y fue solo un golpe, la saqué barata. Seguí yendo al colegio con normalidad”.
Ana María Angeli viuda de Torres tiene un espíritu y una alegría tal que la hicieron popular en el CENS 3-476 “Haydée Guillaumin”, situado en Las Heras, donde se sumó para cumplir aquella vieja cuenta pendiente.
“Mis hijos hacen cada uno su vida, como debe ser, son todos grandes y tienen sus ocupaciones. Yo me la pasaba todo el día mirando la televisión. Llegó un momento en que dije `Basta’. No podía ser. Una amiga me contó que se había anotado en ese establecimiento y que estaba muy contenta. Fui corriendo a hacer lo mismo”, repasa Ana a Los Andes poco antes de partir al colegio.
Fue así que inició en 2023 el primer año junto a un grupo “excepcional” de docentes, directivos y compañeros. Solía salir una hora antes e iba caminando las 25 cuadras que separan la escuela de su casa, hasta que se dio cuenta que era demasiado. Así, hoy Ana toma el colectivo en la esquina de su casa y se baja a metros de la escuela.
Inglés y Ciencias Sociales, según cuenta, son las materias que más le cuestan, aunque ella se lo toma con humor.
“Prácticamente me están volviendo loca esas materias. Me las llevé a examen y para eso me estoy preparando, rindo en estos días, pero ojo, voy a mi ritmo, nadie me apura”, confiesa, para agregar que Lucas, uno de sus nietos, es quien la apuntala y alienta a no bajar los brazos.
“Los profesores son geniales y mi nieto no se queda atrás. Soy muy consciente de que tengo que salir adelante. Mis hijos pudieron estudiar, siempre los aconsejé de esa manera, entonces cómo yo no iba a dar el ejemplo”, se pregunta.
Nacida el 27 de junio de 1946 en el departamento de San Martín, se crió en una familia de clase media y en un patio repleto de magnolias. Más tarde se casó con Juan Carlos Torres, un maestro mayor de obras y trabajador del rubro de la metalurgia, con quien tuvo a Carlos, Miguel, Laura, María Jesús, Daniela y Juan. “Los nietos son muchísimos para nombrarlos, pero eso sí, tengo dos hermosos bisnietos, Lautaro y Dulce”, enumera.
Ana María vive en el barrio Ujemvi de Las Heras, desde hace varias décadas, aunque antes pasó por Guaymallén y Godoy Cruz. Tiene “miles” de amigas, le encanta salir con ellas a tomar un café y conversar de la vida. También ama bailar folclore.
“Uno de mis hijos es escribano y siempre lo veía estudiar. Creo que allí fue cuando empecé a interesarme en el estudio. Recuerdo que, incluso, solía corregirle algunas cosas”, evoca.
“No puedo decirles a mis nietos que sean responsables y estudiosos si yo no terminé la secundaria. Yo les quiero demostrar que, al igual que ellos, puedo. Uno de mis nietos es bastante vago y le repito que sea ordenado, disciplinado… creo que me escucha, porque cada vez que se presenta a un examen lo hace perfecto”, señala.
Ana María pide dejar su mensaje para las muchas personas que creen que es tarde para inscribirse en la escuela.
“Creo que nunca es tarde y además es humano y enriquecedor. En mi caso, siento que me estoy superando y que recuperé la dignidad”, reflexiona, y finaliza: “En mi familia todos me apoyan y eso tiene un gran valor”.
“Un placer y un honor”
Fernanda Prete, directora del CENS 3-476 “Haydée Felisa Guillaumin” dijo a Los Andes que es “un placer y un honor” para la institución contar con una estudiante como Ana, que decidió a su edad continuar sus estudios secundarios.
“Esto demuestra que no hay edad para cumplir los sueños y, sobre todo, que la educación se da a lo largo de toda la vida. Ana es un verdadero ejemplo para toda la comunidad educativa por su gran compromiso con su propio aprendizaje , por su espíritu alegre, por la sonrisa que cada día nos dedica, por su tesón y por la dedicación y determinación en continuar con sus estudios”, aseguró.
Y agregó: “Es una mujer admirable y admirada por quienes tenemos el orgullo de compartir con ella un pedacito de su vida”. “Llega despacio, se ubica lentamente en su lugar y no hay día en que no dé la nota con alguna de sus gracias. Es divertida, nos hace reír y le pone gran sentido del humor a las clases. Es jovial, sabe bailar y es muy querida, pero también querible por su gran personalidad. Lo que se dice un gran ejemplo de esperanza e inspiración”, subrayó la directiva.