Carlos Gonzalo Prieto revive su historia de los últimos dos años y la asume, prácticamente, como una seguidilla de hechos desafortunados. Hoy, si bien todo se resume a un presente complicado, producto del desempleo y la crisis económica, su situación habitacional como padre de familia y sostén económico, lo desespera.
Es uno de los alrededor de 500 locatarios agrupados en el Movimiento de Inquilinos Desamparados que se manifestaron durante días en el Parque Central, de Ciudad, en un rinconcito bajo un árbol, muy cerca de la intersección de El Parral y Pellegrini. Aunque en las últimas horas fueron obligados por las autoridades municipales a retirarse.
El grupo de familias, que fue rotando por turnos, no sólo se queja por el sistema “perverso” que siempre termina perjudicando al locatario, sino por la indiferencia del Estado a la hora de facilitar planes de vivienda destinados a la clase media, según señalaron.
Carlos dice ser el ejemplo claro de este sistema que parece no tener fin: la crisis lleva al desempleo y a la falta de recursos económicos, hecho que deriva en atrasos en los pagos de los alquileres que, por otro lado, sufren permanentes actualizaciones a raíz de la inflación.
Todo esto, siempre según su situación personal, sin contar los avatares producto de un año prácticamente sin empleo debido a la cuarentena, que motivó no poder afrontar los servicios y el consecuente corte de gas y electricidad.
Hacía cinco años que el hombre, casado y papá de cuatro hijos -uno de ellos nació hace dos años con labio leporino- alquilaba sin mayores inconvenientes en el barrio Canciller, de Maipú. “Siempre fui un reloj para pagar”, graficó.
Pero en 2019 los vaivenes económicos lo dejaron sin empleo y, de allí en adelante, cuarentena de por medio, fue abonando el alquiler. El contrato finalizó hace poco, la familia propietaria le pidió que dejara la casa y así Carlos se encuentra en una encrucijada.
“Hago algunas changas, de a poco voy saliendo de la inactividad, pero fueron años durísimos y no tengo dónde ir”, resumió.
La familia alquila una vivienda de tres habitaciones, cocina-comedor y baño a un valor estimado de 15.000 pesos.
“No quiero seguir pagando más por un alquiler; necesitamos que el Estado se haga cargo y facilite planes de vivienda para la gente trabajadora”, argumentó. “Porque lo que invierto en alquilar –agregó- no lo recupero”.
Hoy, por menos de 25.000 pesos, Carlos dice ser consciente de que no podría conseguir ninguna propiedad en función de su situación familiar.
“Además, lógicamente a esos gastos se deben sumar servicios, que son siderales, comida, estudio. A nosotros se nos hizo tan difícil que tuvimos que pedir ayuda”, recordó.
Este “inquilino crónico” contó a Los Andes que se desempeñaba en una empresa de transportes, aunque su oficio es el de pintor. Pero debió vender las escasas herramientas que tenía para colocar nuevamente el medidor de electricidad.
“Y en el medio tuvimos un hijo con una malformación en el paladar que deberá recibir tratamiento de acá a muchísimos años”, indicó Carlos, casi extenuado.
“Carpa simbólica y pacífica”
Adriana Peña y Lillo, vocera del Movimiento de Inquilinos Desamparados, explicó que la medida del municipio de Ciudad de “echar” a los manifestantes del Parque Central fue injusta.
“Somos un grupo pacífico que exige planes de vivienda porque lleva años, décadas, alquilando”, expresó. Y agregó: “Más allá de la nueva ley, siempre somos los perjudicados”.
“Ni hablar de las condiciones edilicias que debemos soportar, de la regulación deshonesta y de las falacias de las inmobiliarias”, enumeró.
Adriana lleva 36 años alquilando y asegura que jamás ha incumplido con los pagos, de la misma manera que otro numeroso grupo de personas que reclaman el mismo derecho: el de la casa propia.
“Pero hay miles de historias detrás de estas familias, muchas de ellas derivadas de la pandemia y sus consecuencias dramáticas, desempleo, pérdida del poder adquisitivo, desalojos, niños enfermos”, sostuvo.
Peña y Lillo insistió en que la protesta se realizó en todo momento de manera respetuosa y civilizada.
“¿Qué debemos hacer para que nuestros derechos sean escuchados por las autoridades?”, se preguntó, dando muestras de que está muy lejos de quedar resignada.
Ante la consulta de este diario, desde la Municipalidad de Ciudad indicaron que agotaron la instancia de solicitar que desocuparan el predio. “Como no desalojaron intervino la Justicia”, apuntaron.
Las familias se instalaron por varios días con reposeras y frazadas a unos metros del reloj de sol del paseo citadino. Allí compartían largas horas de vigilia mientras quienes paseaban o practicaban deportes se anoticiaban de su reclamo al ver carteles y banderas que habían colgado reclamando por la oportunidad de poder acceder a una casa.
“La municipalidad los invitó a retirarse luego de constatar el campamento en uso indebido del espacio público, con la presencia de niños en el lugar, y el incumplimiento de las leyes sanitarias vigentes. Por ello, se remitieron las actuaciones a partir de las cuales intervino la Justicia”, señalaron desde la comuna.