La ciencia establece que las alucinaciones no son más -ni menos- que una forma en que nuestro cerebro construye una representación mental de lo que nos rodea, reflejando tanto la información transmitida por nuestros órganos sensoriales como nuestros conocimientos.
Esta integración de informaciones diversas, que lógicamente es subjetiva y depende de cada persona, ha llevado a los científicos a considerar todas nuestras percepciones como “alucinaciones controladas” del mundo, según explica el investigador francés Renaud Jardri.
Justamente este Profesor de psiquiatría de niños y adolescentes, Universidad de Lille, escribió un artículo en el que asegura que los deportes extremos y el agotamiento pueden causar alucinaciones.
El especialista explicó que el fenómeno alucinatorio puede definirse como un estímulo que se percibe pero que no se basa en nada concreto de nuestro entorno. Es decir, realmente vemos algo que no está ahí. Por eso su estudio se ha convertido en un campo reconocido de la investigación neurocientífica.
Se ha demostrado que se da con mayor frecuencia en determinadas situaciones límite, sobre todo en casos de estrés psicológico o fisiológico intenso. De hecho, los relatos de exploradores y deportistas extremos están llenos de testimonios de alucinaciones que se producen en esas circunstancias excepcionales.
Alucinaciones extremas
Encontrarse a una altitud muy elevada somete a los alpinistas a la vez a falta de oxígeno (hipoxia) y de CO2 (hipocapnia, debida a la hiperventilación), lo que los expone a riesgos que pueden ser mortales como el edema pulmonar o cerebral.
También pueden ser objeto de toda una serie de percepciones extraordinarias, desde la pareidolia (detección de formas en el entorno, como rostros en las nubes) hasta la autoscopia (percepción de un doble de uno mismo pero fuera de uno mismo), pasando por compañeros imaginarios o experiencias espirituales cercanas a la sensación de fusión con el universo descrita a veces por personas que han tomado sustancias psicodélicas.
Renaud Jardri explica que estas experiencias, a las cuales define como variables desde lo emocional, pertenecen a los ámbitos de la ilusión, la alucinación y los estados alterados de conciencia.
Esquiadores y otros corredores de Trail running no se quedan atrás y también tienen su ración de experiencias alucinatorias. Los errores de codificación de la información sensorial en su cerebro son el resultado de una combinación de deshidratación, privación de sueño y estímulos monótonos y repetitivos.
El sonido regular de las olas sobre el casco del barco, que modifica la percepción de los ruidos “significativos” en relación con el ruido de fondo, puede tener también este efecto. Y en consonancia con las observaciones realizadas durante los confinamientos de covid-19, la soledad parece ser otro factor que favorece su aparición.
Distorsión de los objetos y de las voces interiores
Según el profesor Jardri, la experiencia alucinatoria extrema se desarrolla con una complejidad creciente. Al principio se producen fenómenos elementales y que afectan a un solo sentido, como los fosfenos –puntos parpadeantes– o los acúfenos –ruidos parásitos–.
A continuación, aparecen distorsiones perceptivas, como el tamaño y los contornos de los objetos (metamorfopsia). Luego, la persona afectada experimenta un aumento de “voces interiores” y una ralentización cognitiva. Por último, tras 48-72 horas de privación de sueño, las alucinaciones se vuelven multisensoriales: vemos formas humanas, oímos voces, etc.
Lo sorprendente es que siempre nos encontramos en los límites de la resistencia humana y de la capacidad física o mental. Esta observación recuerda las descripciones que hacen entre el 10 y el 20% de las personas reanimadas tras una parada cardiorrespiratoria.
Las llamadas experiencias cercanas a la muerte (ECM) también incluyen fosfenos, que pueden llegar hasta la visión de un túnel de luz, destellos de memoria, sensación de conciencia omnisciente y percepciones de estar fuera del cuerpo.
En todos los casos, estas experiencias son señales de alarma que no deben ignorarse. En el caso de las actividades extremas en el mar o en la montaña, se correlacionan con un mayor riesgo de accidentes, caídas o malas decisiones que podrían resultar fatales.