Hubo en la historia de la Fiesta de la Vendimia muchos festejos con complicaciones y hasta años en que se supendió la celebración. Pero hubo uno en que las cosas estaban casi dadas para la suspensión y, sin embargo, se salió adelante. Eso sí, con consecuencias: la de mostrar algunos momentos de la fiesta con una precariedad notable.
Eso sucedió hace 60 años, en 1963, y puntualmente con el carrusel. Según las crónicas de la época, la mañana del sábado 9 de marzo de 1963 amaneció con un radiante sol y la temperatura rápidamente se hizo notar. A las 10 inició el carrusel desde los Caballitos de Marly. Pero el público no respondió masivamente a esta convocatoria como en otros años, y sólo fue ocupando algunas calles céntricas y los Portones del Parque San Martín.
Había un gran descontento social con los interventores federales del gobierno militar que gobernaba (que ocasionó una importante devaluación monetaria del Peso Moneda Nacional). A principios de febrero había renunciado el militar Guevara Civit, para asumir Ricardo Alberto Parola, quien a los tres días también renunció y debió asumir el brigadier Augusto Lavalle Cobo (conocido como “el Despiadado”), que permaneció dos meses en el cargo, justo cuando sucedió la Vendimia.
Otra razón del descontento fue que a tres días del acto central, una importante tormenta de granizo azotó a varias zonas del Este de Mendoza, lo que provocó numerosas pérdidas.
Ese sábado se inauguraría el Teatro Griego Frank Romero Day. La noche anterior se había desarrollado el espectáculo en el gran espejo de agua del Parque San Martín Marco Polo en el Lago de las Reinas, por lo que el carrusel no tuvo mucha trascendencia y los carros que en otras ediciones supieron impactar a la sociedad, fueron reemplazados casi en su totalidad por los Jeeps (de fabricación nacional), algunas camionetas Ford F 100, con casi ninguna ornamentación y mucho acompañamiento militar a caballo durante todo el recorrido.
Las comparsas y agrupaciones casi no desfilaron. La coordinación general no tuvo en cuenta los intervalos entre carros, por lo que el tiempo entre unos y otros se hacía interminable, o en otras oportunidades venían todos juntos.
Otro de los motivos por los que muchos de los grandes carros no participaron fue que no recibieron ayuda del Estado provincial, dada la gran inversión para los actos vendimiales y que fueron la contratación directa (según Decreto Provincial 253 del ministerio de Economía, Obras Públicas y Riego) del Ballet del Teatro Colón de Buenos Aires –que representó el cuadro del Agua danzante–, y del conjunto folclórico de la provincia de Salta Los Fronterizos (según consta el Decreto 251, del Ministerio de Economía, Obras Públicas Riego).
Con un presupuesto acotado en general, las calles lucían deterioradas, al igual que las acequias tan características de Mendoza, dado que días antes habían colapsado por dos tormentas nocturnas. Los espectadores carecieron de información sobre el desfile, dado que la gráfica contratada llegó a la provincia tres días después de terminada la Vendimia. La idea de que fueran Jeeps los que pasearan a las reinas fue del interventor federal de Buenos Aires, y tuvo como fin fortalecer el patriotismo y apoyo social al régimen militar. Pero tuvo pésima acogida.
Los recuerdos gráficos del desfile se conservan gracias al trabajo de tres reporteros gráficos: García, Sacchi y Murgo, que trabajaban con cámara de formato medio, en la Oficina de Prensa de Gobierno. Los Andes, presenta este material fotográfico inédito, obtenido del Archivo General de la Provincia, de la Biblioteca General San Martín, del desaparecido diario El Andino y de diario Los Andes. El material viene también de colecciones privadas y de testimonios directos. Colaboraron con la investigación fotográfica, de archivo e histórica: los técnicos Alicia Guevara y Gustavo López.