En tiempos de pantallas, videojuegos y celulares adosados al cuerpo como un apéndice del mismo, la pasión infantil por los autos de colección (uno de los entretenimientos más apreciados por los niños de décadas anteriores) parece algo anacrónico. Y, sin embargo, el gusto por las réplicas de coches en miniatura parece estar lejos de apagarse.
Un caso que lo muestra a la perfección es el de Mario Villarruel. De hecho, este mendocino es alguien que debió absorber el golpe que la tecnología le trajo a la profesión que más conocía y adaptarse, aunque fuera con algo más propio de la nostalgia que del futuro.
A sus 21 años, Villarruel comenzó con un local de venta de diarios y revistas en Ciudad, pero cuando ya su edad jubilatoria estaba llegando y la misma manera de consumir noticias mostraba un cambio, él también decidió cambiar. Gracias a ellos, 50 años después de empezar con su puesto de diario, todavía persiste en su icónico escaparate gracias a la venta de autos y otras piezas de colección.
En el centro de la Capital, caminando por calle Rivadavia, es inevitable encontrarse con el inconfundible puesto de Mario Villarruel, “vestido” de autos, motos, aviones y muñecos de colección. Hoy, ese puesto qeu fuera de diarios y hoy es de autos no sólo le da una salida económica, sino también una nueva manera de relacionarse y de formar vínculos.
“Estoy en ese local desde los 21 años, aunque empecé repartiendo diarios a los 8 años con mi papá”, relata con melancolía Mario. De sus 71 años, 63 los ha vivido en este rubro, primero como canillita y luego con las piezas de colección.
“No quedan muchos locales como ese, serán tres o cuatro nada más”, asegura Rubén Alesci, coleccionista de autos y cliente del canillita. Para Mario, “no es solamente el negocio, ahí han pasado muchas cosas, en la cuadra y la zona. He visto la transformación de la Ciudad prácticamente”. “Hay muchas historias y experiencias para contar”, dice, mientras asegura que “la plata no es todo porque hay cosas que son impagables”.
Autos inolvidables
Cuando vio el local de Mario por primera vez, de casualidad mientras recorría el centro, Rubén confiesa que vio el escaparate “tapizado en autos” y se volvió “loco”. “Más allá de que siempre me gustaron los autos, una vez vi un Corsa exactamente igual al que yo tenía. Me lo compré y fui haciendo lo mismo con los vehículos que iba teniendo, y así empezó el hobby”, expresó el hombre de 43 años, que ahora cuenta con una colección de aproximadamente 250 autos y algunos camiones en su vitrina.
“¿Quién no ha tenido un Fiat 600, un Ford Falcon, una Estanciera o un Baqueano?”, preguntó retóricamente Mario. Estos históricos vehículos son un ejemplo de cómo la gente vincula los artículos con algo personal, y es así como la colección “Autos inolvidables argentinos” es la estrella del negocio. “Son los clásicos que hubo en Argentina, y son los más pedidos porque son los que ha tenido la gente”, explicó el vendedor.
Así como hay cientos de coleccionistas en Mendoza, también hay diversos tipos de colecciones, de escalas y demás características. Hay, por ejemplo, colecciones de autos de TC, de Fórmula 1, de camiones y más. Los autos de colección tienen un valor que arranca desde los $4.000 aproximadamente, y que va aumentando a medida que sea más difícil de obtener.
Por lo que contó Rubén, los más complicados de conseguir son una Dodge 7X roja, de los inolvidables; y en la colección de ATC un Falcon del piloto Héctor Luis Gradassi. “Que sea un auto con campeonatos o muchos trofeos le da más valor, porque todos los quieren tener”, explicó el coleccionista, cuyo precio valuó en no menos de $14 mil.
“Cuando es una pieza de colección que no se consigue, el precio ya lo ponen los coleccionistas”, agrega Mario. También afirma que son “figuritas difíciles” una Chevy naranja, un Ford Falcon, un Fiat 600 y el auto de Reutemann (de Fórmula 1).
Por último, aseguró que el gusto por los autos no es solo cosa de coleccionistas, sino también de niños y adolescentes: “Me compran muchos chicos también, que les gustan los autos o las motos. A veces se interesan cuando pasan y ven, o vienen por los cumpleaños”, contó.
Coleccionando historias
Más allá de la edad, los gustos o de donde sea, hay algo que relaciona a todos los fanáticos por igual: detrás de los autos y las colecciones hay historias de vida. “Yo empecé por querer la pieza del auto que tenía, y también me gustaban las carreras por haberlas visto con mi viejo. Va mucho en lo personal, en buscar cosas que uno vivió y que te tocaron con respecto a los autos”, manifestó Rubén al respecto.
La historia se repite en cientos de coleccionistas que hay en Mendoza, lo que ha formado una comunidad que periódicamente hace reuniones y exhibiciones en distintos puntos de la provincia. “Conocés a mucha gente y está buenísimo compartir el hobby”, dijo Rubén.
Como consecuencia, de a poco esta “salida económica” para Mario se terminó convirtiendo en una forma de relacionarse con los demás, de formar vínculos y conocer nuevos amigos. “Hay personas que no me compran nada, pero se paran una hora y media a mirar los autos. Se quedan charlando y cuentan historias en base a los autos que ven y que tuvieron”, relató el canillita.
“Yo también estoy para eso, me emocionan las personas que tienen historias y te las pueden contar. Yo antes me llevaba por delante todo, pero ahora escucho y pregunto”, continuó, con la voz entrecortada de la emoción, en un claro gesto de lo que significa para él su actual trabajo. “No los trato como clientes sino como amigos, les doy mi tiempo también”, se sinceró Mario.
De esta manera es como el vendedor colecciona cientos de historias que ha vivido en sus 50 años al frente del escaparate de calle Rivadavia: el matrimonio cordobés que le envía clientes cada vez que puede; sus nuevos amigos chilenos que lo promocionan en su país y lo invitaron de visita; o los dos niños que pasaban recolectando cartones, a los que les regaló dos autos de colección y ahora lo tratan de cariñosamente como “tío”.
Todas esas anécdotas, y muchas otras que asegura tener, “son cosas que no te dan plata pero que te dan ganas de seguir y de ponerle más pasión”, confió Mario, que ya lleva 50 años coleccionando historias en las calles de Mendoza.