A Gabriela Martínez se le dibujó una sonrisa de oreja a oreja cuando la maestra le golpeó la puerta para entregarle su certificado que la nombraba escolta de la bandera provincial de séptimo grado de la Escuela 1-281 Simón Chavez de El Vergel, en Lavalle.
Hija de un agricultor de una finca de esa zona productiva, la menor de siete hermanos saltó de alegría y llenó de orgullo a sus padres, Margarita y Daniel.
No era para menos: “Gabi” terminó la primaria a puro mérito: desde los 11, durante sus ratos libres y también en vacaciones, trabaja en la cosecha de sandía, melón y zapallo sin haber descuidado jamás sus estudios.
La escuela donde concurrió desde primer grado está situada a seis kilómetros de su casa, distancia que transitó caminando algunos tramos y otros en colectivo durante seis años.
Hasta que llegó la pandemia y su vida escolar dio un vuelco. Siguió colaborando con su papá, peón de toda la vida, mientras siguió volcando sus esfuerzos en el colegio. Con el teléfono móvil de una de sus hermanas fue cumpliendo con todas las materias y fue así que logró calificaciones excelentes.
Gabriela admite que el trabajo en la finca es sacrificado, más aún con las temperaturas elevadas de estos meses, pero asegura que está acostumbrada a la rigurosidad del tiempo de esta época.
Se encarga, entre otras tareas, de cortar las plantas y engarillar los frutos.
“Utilizo una suerte de carretilla que se usa para la construcción y que permite transportar fácilmente melones y sandías hasta la orilla”, describe.
Con los zapallos el proceso es distinto, explica. Se recolectan y se juntan en bolsas o cajas. Y así todos los días.
Nació viendo a su papá y a todos sus hermanos -Natalia, Fernanda, Laura, Facundo, Hugo y Leandro- haciendo lo mismo de sol a sol.
Eso sí: Gabi se proyecta en un futuro distinto y sueña con ser veterinaria.
“Me encantan los animales, sufro mucho cuando veo alguno enfermo”, cuenta, para agregar que tiene dos perros, uno de ellos con epilepsia, y que ella es la encargada de su atención y cuidado.
Su historia de vida llevó al Fondo de Becas para Estudiantes (Fonbec), una fundación presente a nivel nacional y con sede también en Mendoza, a otorgarle una ayuda económica mediante un padrino. El fin de esta beca es evitar la deserción escolar.
“Estamos felicísimos con sus logros porque representan una muestra de que nuestro acompañamiento, confianza y proyecto compartido ha dado sus frutos”, dijo Graciela Sánz, representante de Fonbec en Mendoza, para agregar que el impacto de este sistema llega a toda la familia y comunidad como ejemplo de perseverancia y resiliencia.
Gabi sostuvo que la beca la ayuda muchísimo. Actualmente, por ejemplo, lleva a cabo un tratamiento médico para mejorar su vista.
“Hace tres meses empecé a ver destellos de luz y tuve que empezar a usar anteojos”, cuenta.
“¿Cómo me siento? Orgulloso”, confesó a “Los Andes” Daniel Martínez, el papá.
“Todos nuestros hijos han ayudado siempre en la finca porque se necesita gente todas las temporadas, pero también les hemos inculcado que primero está el estudio y ellos han cumplido a la perfección”, concluye el padre de la niña.
Gabi supo dar el ejemplo desde un recóndito lugar de Mendoza con su sonrisa ancha, repleta de sueños por cumplir y esperando volver a la normalidad. Ahora está contando los días para iniciar por fin el primer año de la secundaria, en la Escuela César Milstein, siempre en su El Vergel natal.
