Desde uno de los miradores de la calle de la Costa (Lamadrid-9 de Julio), uno puede imaginar el antiguo paisaje ribereño, con fincas hacia el bajo y gente paseando por las calles y disfrutando en los bañados junto al cauce principal de un caudaloso río Mendoza, durante las épocas de calor.
Es que hace unos años, hasta principios de la década de los 80, este sitio -conocido como el Bajo de Luján- era un punto de gran atracción para los vecinos y visitantes de otros departamentos, cuando el río todavía no estaba regulado por el dique Potrerillos, apenas moderado por el Cipolletti y sus aguas eran de color marrón.
La ribera izquierda era el punto de reunión, y otro tanto sucedía aguas abajo, en Lunlunta hasta Maipú, en Barrancas y Chachingo.
“Hace un tiempo, Miguel Najurrieta, que era vecino de la calle La Costa (hoy Lamadrid) me comentó anécdotas del cineasta y cantante Leonardo Favio, que vivía en una humilde casa de Lamadrid y Taboada. De niños, iban al río a andar a caballo y se bañaban en las zonas donde se formaban pequeñas lagunas, algo común en aquella época”, comenta Miguel Títiro, vecino y periodista.
También cuenta que La Costa era un paseo obligado los fines de semana, y allí estaba la Hostería Don Juan, que luego se llamó Del Río. En los terrenos donde hoy está el club Peumayén había viñedos y pequeños bosquecitos de árboles. Junto al Luján Sport Club funcionó durante años un balneario.
Hasta mediados de los 90, la gente disfrutaba allí del Parque Costero de Luján, que lamentablemente desapareció debido a los actos de vandalismo y el abandono. Títiro también cuenta que aguas abajo se encontraban los Baños de Lunlunta, ya en Perdriel. Destaca el balneario Santa Teresa y el Hotel Sportman, que funcionaron hasta 1936, pero un gran aluvión deterioró las instalaciones y decretó su desaparición.
La historiadora Norma Acordinaro en su libro “Desde Luján, una mirada a los sucesos mendocinos”, cuenta que desde “la plaza hasta donde se inicia el Bajo del río hay una distancia de dos cuadras, que vieron pasar pasajeros desde tiempos inmemorables. En el alto se asentaban los primeros comercios, nacidos por la necesidad de dar posada a quienes tenían que esperar hasta que bajaran las torrentosas aguas”. Sobre la calle La Costa, comenta: “En verano, cuando las aguas corrían abundantes y furiosas desde esos miradores, podía escucharse un extraño bramido”.
Nancy Berrondo, escritora y exvecina de calle Lamadrid, recuerda que su bisabuela contaba que el río Mendoza era navegable y que los nativos de esa zona lo cruzaban en canoas. “Esto era motivo para las tertulias con las que mi abuela, Rosario Berrondo, nos entretenía por las tardes. El río era para nosotros el mundo fantástico con el que todo niño sueña. Llegábamos atravesando una pequeña finca, la de Don Chenaco, el de los ojos azules, que nunca nos dejaba pasar, pero luego se hacía el dormido y pasábamos en fila por entre las viñas”.
Tras la erradicación del asentamiento inestable del Bajo Luján, miles de familias que vivían allí actualmente residen en distintos barrios del departamento. Y ahora se abre la posibilidad de un resurgimiento de esta zona, con la realización del Parque de la Ribera. “Son 354 hectáreas que transformarán a toda esta zona en el segundo parque más grande, después del General San Martín. Para esto ya hemos empezado a trabajar en la primera etapa. Vamos a reconstruir los miradores que hay sobre Lamadrid y 9 de Julio”, explica el intendente Sebastián Bragagnolo. Y agrega: “Es un sector recordado por todos y queremos que Luján vuelva a vivir y a mirar hacia el río”.
Rumores de agua y croar de ranas
Para la exdirectora de Cultura y escritora Ester Vida, la calle La Costa es “la enamorada del río”. Comenta que “comenzaba al Este, en la vereda alta, frente a la cancha del Luján Sport Club. “Pasaban carretas, había una mezcla de inmigrantes con sus coloridas lenguas. Algunos bares para los parroquianos hacían anís del bueno y vino patero. Por allí vivió Leonardo Favio, quien en 1967 filmaría muy cerca “El romance del Aniceto y la Francisca”. Más adelante, Ester resalta: “por esos contornos había y hay miradores, por allí las letras estuvieron presentes: vivieron Iverna Codina, Gladys Guerrero, Oscar “Braquio” Bracelis y pasearon mucho por allí Benito Marianetti, y tal vez Rolando Concatti. Calle con historia, con alegría, arraigados vecinos, rumores de agua y croar de ranas, iluminada por luciérnagas y perfumada por rosas”.