J.R.R. Tolkien, autor de El Señor de los Anillos y escriba perfeccionista de los viajes inesperados, afirmaba que no todos los que deambulan están perdidos. Y Gonzalo Zamorano (37) atraviesa el mundo como Bilbo tras el tesoro de un dragón, como Frodo en busca del destino. Eso sí, lo hace arriba de una bicicleta; todavía no tiene pies de Hobbit.
Hace casi 20 años que se fue a vivir a España, cuando tenía 18 años, pero la pandemia le impuso contingencias que hoy lo sostienen en Mendoza, donde vive su familia. Eso no le impidió seguir practicando el bikepacking, una disciplina sobre ruedas que cada vez gana más adeptos. Es, como explica, una modalidad del cicloturismo pero más minimalista. Se trata de viajar liviano, de alma, espíritu y equipaje.
“Es una modalidad del cicloturismo, el clásico ciclismo con alforjas que siempre se usó y que con el tiempo se fue adecuando a la idea de estar más cerca de la naturaleza. Y en este sentido, el bikepacking se le parece, aunque tratás de llevar el menor peso posible. Y para esto ha ayudado mucho que los materiales hayan evolucionado. Porque podés llevar abrigo, bolsa de dormir y material de acampada de una manera más sencilla”, explica Gonzalo, quien está de visita en Mendoza en la casa de sus padres.
Asegura que al cicloturismo clásico se lo conoce a ir por la ruta pero que con el bikepacking lo que se busca es circular por ríos, por senderos de montaña, bosques o terrenos más agrestes, a veces con la bicicleta a cuestas porque el recorrido no permite pedalear. “Con la pandemia todos empezaron a usar la bici y esta es una buena opción. Sumado a que el ser humano busca estar cada vez más cerca de la naturaleza y en este sentido Mendoza es un lugar privilegiado para esto”, indicó.
Detrás de las historias
Gonzalo destaca que esta actividad le ha permitido acceder a otros sitios, pueblos o culturas y a sus historias. Cuenta que a veces pedalea sin ver a nadie durante dos días, siguiendo una huella y que, de repente, se encuentra en un lugar sin contaminación humana. Un sitio de privilegio.
“Por ahí te encontrás con un puestero en el medio de la nada que te cuenta que ha vivido ahí por generaciones. A veces les pido agua, para romper el hielo, y después te quedás charlando. Te cuentan que no ven muy seguido una bicicleta cargada así o por qué huella llegaste. Es lindo ese momento compartido”, destaca y agrega que son momentos en donde aprovecha a practicar su amor por la fotografía.
Todo se trata de optimizar. Lleva cargado en su teléfono el recorrido y sigue rutas que pueden ser muy transitadas - en términos de rutas de montaña- o une puntos que le permiten seguir dos rutas distintas. Sin embargo, Gonzalo admite que nunca se perdió y que, a lo sumo, sólo hay que volver por donde se vino. “Tenés que calcular el agua, porque es lo más importante, y siempre pedir permiso, no abrir huellas por abrir. Hay muchas tierras de montaña que tienen dueño. Acá en Mendoza todavía no hay muchas rutas de bikepacking pero hay mucho por recorrer y explorar”, asegura.
En dos ruedas
Para el bikepacking se puede usar la clásica mountainbike o las fatbike - similares a las mountain pero con cubiertas más gruesas- que son las que Gonzalo recomienda porque son más prácticas para cruzar ríos o enfrentar caminos pedregosos. Y también se necesitan muchas ganas de pedalear: “Hay gente que cree que no puede hacer esto porque no tiene todo o porque no conoce el material que tiene. Pero ninguna es perfecta”, dice el mendocino que hasta los 18 vivió en San José y fue a la escuela de Bellas Artes.
A bordo de su bicicleta, cuenta que es raro encontrarse a alguien y es por eso que donde más cómodo se siente es en la montaña. Agrega que donde más miedo siente es al salir de la ciudad y sus alrededores, pero una vez que tiene un camino de tierra y sinuoso por delante, nada importa. “Es cuando más cómodo me siento. Porque puedo acampar en cualquier lado”, indica y aclara que igual debe ser un buen lugar y saber cómo viene el viento.
Un viajero osado
El bikepacking es una actividad relativamente nueva en la vida de Gonzalo. Él empezó con sus viajes hace 8 años y como mochilero hace 4, en el sudeste asiático donde conoció países tales como Tailandia, Vietnam, Laos, Camboya o Malasia. Luego dio el “salto” hacia Oceanía y conoció Nueva Zelanda y Australia. En Nepal, mientras viajaba a dedo y tras vivir una historia intensa, vio personas en bicicleta y fue cuando su cabeza hizo un clic, porque se dio cuenta de que sobre la bicicleta podría disfrutar más el paisaje.
Sucede que hace 8 años fue cuando se cansó del trabajo en la empresa donde se desempeñaba y donde se pasaba muchas horas encerrado. A ello se le sumó una ruptura de varios años de noviazgo que lo dejó “bajoneado”. Por eso, vendió su auto, la moto, los muebles de su casa e inició su viaje, que todavía no incluía dos ruedas como medio de locomoción. “Me costó mucho tomar la decisión pero quise darle un volantazo a mi vida. Yo no sabía inglés y me recuerdo tímido. Pero los viajeros siempre se apoyan entre ellos y conocí gente hermosa y maravillosa, que te ofrece un plato de comida y la posibilidad de aprender un idioma”, recuerda.
Así, tras su paso por Nepal, regresó a España, recuperó una bicicleta vieja que tenía guardada y que no había podido vender e hizo su primer viaje por este país y Portugal.
“Quedé encantado, siempre me llamó la atención poder llevar mi casa a cuestas y conocer rincones. Porque es en ese momento en el que siento que estás despierto, que vivís 24 horas cada centímetro del recorrido. Te quedás con los olores, con la flora”, cuenta el mendocino agregando que para él hacerse un café en el medio de la naturaleza es algo único.
Quedaba una deuda pendiente, porque Gonzalo no conocía la Patagonia así es que previo a la pandemia se embarcó en un viaje que lo haría conectar la ciudad más austral del mundo con Alaska, en la otra punta del mundo. Lamentablemente, la pandemia lo encontró en Colombia pero gracias a este viaje descubrió el bikepacking. “En el transcurso del viaje iba muy cargado y empecé a ver gente que no llevaba tanto. Es cuando me pasé al bikepacking, eso fue en Perú. Pero yo recomiendo para arrancar de cero empezar con lo clásico, con todas las comodidades y después te vas sacando y acomodando a lo que mas te sirva”, indica.
Para terminar y porque seguramente muchos se preguntarán cómo hace Gonzalo para subsistir. El viajero cuenta que tiene varias marcas que lo patrocinan. “Tengo la suerte de contar con varias marcas que colaboran conmigo. Eso me saca un peso de encima porque al viajar todo el año se me desgasta muy rápido el material y con la bici, por ejemplo, me ayuda Venzo”, cuenta.
Gonzalo cuenta que no duerme en hostels ni campings, sino que duerme en la montaña y con eso tiene un gran ahorro para seguir viajando. “Compro la comida con algun trabajo que consigo cuando voy viajando. Pero no se necesita mucho. A veces cargo con arroz nada mas. Cargo con poca plata en el bolsillo. Y hace cuatro años que me ayudan las marcas, que uno va conociendo por la gente con la que se cruza. Igual trato de disfrutar, el camino siempre otorga”, concluye.
Quienes quieran seguir la travesía de Gonzalo pueden hacerlo a través de su cuenta de Instagram.