El Museo provincial de Bellas Artes Emiliano Guiñazú - Casa Fader es el patrimonio cultural artístico más importante de Mendoza y, pese al abandono institucional que sufrió por parte del Estado en otras épocas, hoy intenta recuperar su brillo.
El museo cerró sus puertas en 2012, cuando Francisco Pérez gobernaba Mendoza y continuó cerrado por casi siete años quedando al borde del ocaso. La reapertura volvió en 2019, luego de un trabajo de restauración edilicia y de algunas obras de arte, bajo la gestión de Diego Gareca, entonces también titular de Cultura. Luego, y con la pandemia, la preservación del edificio y sus obras quedaron postergadas nuevamente.
Sin embargo, este año el museo mendocino es el foco de atención y, desde la Dirección de Patrimonio Cultural de Mendoza apuestan a convertirlo en un museo “interactivo, tecnológico, más comercial y más lúdico”.
Según anticipó Cristina Sonego, directora de esa repartición, la refuncionalización del Museo mendocino implica varias etapas. La primera está prevista para este año y consiste en el “reordenamiento del guión expográfico de la colección de Arte y un guión museológico”; es decir, que la colección que se exhibe desde hace cuatro años por fin cambiará y la rotación será cada cuatro meses. Pablo Chiavazza, especialista en Historia del Arte, estará a cargo de implementar ambos guiones.
Para una próxima etapa (aún sin plazos definidos), será central lo tecnológico. Eso implica generar códigos QR para ofrecer la historia de cada una de las obras artísticas, al mismo tiempo que esas historias también serán traducidas al inglés y al francés.
Otra instancia del proyecto es crear “merchandising” exclusivo de la Casa Fader; poder reflotar el espacio de cafetería en los jardines del edificio histórico y, por último, exponer la vida de Fernando Fader de forma “más didáctica y lúdica” para recibir a los contingentes escolares. “Hoy los museos tienen que ser interactivos. No solo son un momento de contemplación”, sentenció Sonego.
Si se lo compara con el Museo provincial Rawson, de San Juan, por ejemplo, que es considerado “un par” en jerarquía y características, el Fader aún deja mucho que desear por su falta de inversión en tecnología, investigación y capacitación. “Es cierto. El Rawson creció porque tuvo gestión y acompañamiento en los años que no se hizo nada por el Fader”, reconoció Gareca, quien recordó su gestión para reabrir las puertas de la mansión histórica, en 2019.
“El Fader tiene que volver a su protagonismo cultural, dinamizar el sector artístico y poder generar agenda. Es un tiempo difícil para gestionar cultura, pero estamos tendiendo puentes”, prometió el funcionario.
De hecho, esta semana el Museo situado en Luján de Cuyo fue el centro de la escena patrimonial y artística. Allí hubo dos jornadas de trabajo, motorizadas por la Fundación Amigos del Museo de Bellas Artes de Buenos Aires y la Fundación Bunge y Born.
Según contó a este diario Iván Petrella, director de Cultura y Ciencia de esa Fundación, los resultados del encuentro fueron fructíferos, ya que se pudieron esbozar algunos acuerdos para trabajar en el corto y mediano plazo. En el encuentro participaron funcionarios de Cultura (aunque llamativamente no se notificó a la Dirección de Patrimonio), el equipo de las dos organizaciones oriundas de Buenos Aires y el personal del museo mendocino.
¿El objetivo? Encontrar la nueva identidad del museo, como también su misión para el presente y el futuro. Además, se acordó confeccionar algunos pasos estratégicos para comenzar la transformación. El personal del museo Fader se comprometió a responder en equipo a nueve preguntas plasmadas en las dos jornadas de trabajo.
Por su parte, la Fundación Bunge y Born continuará en contacto, hará seguimiento y brindará asesoramiento. “El museo Fader es una enorme obra de amor, no solo por su edificio imponente y su arte magnífico, sino por la gente que trabaja allí”, describió Petrella.