Aunque todavía es “un tema tabú”, la caza de animales es cada vez más común en Mendoza, al presentarse ante los fanáticos como un lugar con campos profundos y desérticos ideales para salir al encuentro de las especies. Ya sea como deporte o para hacer entre amigos, la práctica tiene varias aristas: los costos, los permisos, la ilegalidad, el peligro, el control de especies invasoras, el cuidado de las autóctonas, la desinformación y la crítica latente del público en general.
Formalmente se llama cinegética, comprendida como el conjunto de las técnicas y estrategias empleadas y sistematizadas para el arte de cazar animales. Javier Vega practica la actividad con amigos y cuenta que “el deporte empieza desde el momento en que comenzás a preparar las cosas en tu casa, no es sólo ir a matar un animal, ni estar toda la noche esperando que baje un jabalí a tomar agua”. “Se trata también de lo anterior al viaje, la comida compartida, el viaje”, agrega el mendocino, de 35 años.
Hugo (35), de San Martín, explica que lo lindo de la cacería “es la salida misma”: “Después, si se te da la cacería, buenísimo; pero lo más importante es compartir esa experiencia. Es una mezcla de aventura con libertad”, manifiesta este sanmartiniano que sale a cazar una vez por semana. Además, advierte que “sólo el 10% de las cacerías son efectivas, o sea, que traés lo que fuiste a buscar. Depende un montón de las habilidades, pero la suerte es fundamental”.
Esa característica de la actividad es común para todos, dice Hugo, más allá de quienes la practican por hobby o deporte. “La mayoría de las veces no cazás nada, lo cual no es lo importante en realidad. Si bien es la meta, la mayoría vuelve feliz sin cazar nada”, expresa. Y destaca que “el verdadero cazador es muy selectivo en lo que va a buscar”: “Es más desafiante buscar algo en específico. En el campo ves un montón de animales, pero no por eso le vas a meter un tiro”.
Cacería permitida en Mendoza
Como sucede en la mayoría de los lugares en el mundo, en Mendoza la caza está permitida para especies consideradas exóticas invasoras, dañinas y perjudiciales. El ciervo colorado, el chancho jabalí, el conejo silvestre y la liebre europea (también conocida como “orejuda”) son los cuatro animales que está permitido cazar en la provincia.
“Con esos animales podés salir a practicar el deporte sin problemas, siempre y cuando tengás un permiso del dueño del campo. Y, obviamente, el permiso de las armas. Tenés que ser legítimo usuario de uso civil y condicional, y tener la tarjeta de consumición de las balas”, explica Javier, mencionando otro de los aspectos importantes para practicar la cinegética.
Es que las responsabilidades y controles responden a los peligros de la caza, ya sea por el uso de armas o por ataques de animales. De hecho, hace tan solo unos días murió un famoso cazador mexicano en Entre Ríos, luego de ser atacado por un búfalo al que había disparado. “Cuando andás con armas de fuego siempre hay peligro, tenés que andar seguro y conocerlas bien”, advierte Javier. Por eso, explica, “nosotros vamos de a dos o tres. Más no podemos ir con armas”. En cuanto a los animales, resalta: “El único que puede llegar a atacar es el jabalí, sobre todo cuando anda con crías”.
En cuanto a sitios, “el lugar más conocido es Ñacuñán (Santa Rosa). Ahí empezó la cacería en la provincia, y después se extendió a La Paz, el Valle de Uco y el Sur”, cuenta Hugo. Javier y sus amigos van “a La Dormida, Ñacuñán, Las Catitas, La Paz”, donde “hay mucho chancho. Prácticamente es una plaga, y por eso es libre” la caza. “El jabalí está en todo Mendoza y es muchísimo el daño que causa. Es increíble lo que comen esos animales y el desastre que hacen en la agricultura”, agrega Hugo.
Ya sea por deporte como por hobby, este sanmartiniano asegura que “no es barato cazar, hay que tener todas las armas registradas, permisos, incluir costos de combustibles, de balas... Y ni hablar lo que salen las armas”. Este rubro es oneroso: las armas van desde los $200.000 para cacería menor a “1.500 dólares para arriba para cacería mayor”, detalla Javier.
“Los costos de los papeles rondan los $8.000 y el carnet de cacería es de unos $3.000″, indica Hugo, mientras que “cazar un jabalí ronda los $10.000 o $15.000, y hay ciervos que salen 30.000 dólares”. En general, los dueños de fincas o cotos de caza ofrecen un acuerdo previo del número de animales y especies a cazar para abaratar costos.
Entre el deporte y la ilegalidad
Pese a la posibilidad de hacerlo legal, “hay mucha gente que va a cazar ilegalmente porque no sabe que no es tan difícil ir a cazar legalmente, ni saben cómo hacer los trámites”, cuenta Hugo.
Ese es el gran problema que combate hace 17 años la Policía Rural de Mendoza, encargada de hacer cumplir la Ley Nacional de Fauna 22421, a la que la provincia adhirió para proteger la fauna y flora autóctona.
Entre la caza ilegal y la captura de especies para traficar y comercializar, teniendo en cuenta 2021 y lo que va de 2022, la fuerza ha secuestrado 4884 aves autóctonas, entre ellas cardenales, reina mora, siete cuchillos, chiriguas y cimarrones. Además, se han retenido otros 702 ejemplares de animales, entre los que se destacan piches, guanacos, vizcachas, liebres, zorros, búhos, pumas, gato montés, tortugas y choiques.
Autoridades de la Policía Rural manifiestan a Los Andes que los lugares donde más problemas de ese tipo tienen en la provincia son San Carlos, Tupungato y San Rafael. Además, suelen registrar “hechos menores” en lugares cercanos a la Ruta 153, como Ñacuñán y Las Catitas (Santa Rosa), así como en cercanías de Arroyito, Villavicencio y Uspallata.
“La gente que vive en el campo suele comer su quirquincho. El problema es que hay gente que va desde la ciudad y no se trae un quirquincho, se trae 20, entonces ahí estás haciendo un daño”, analiza Javier, quien cree que la cinegética ilegal “está bien controlada” en Mendoza.
La ley indica que en Mendoza sólo se puede cazar con arma de fuego o arco, y que no se puede cazar con perros ni usar trampas. Está prohibido destruir crías, huevos, nidos y guaridas; disparar en dirección a lugares habitados, calles públicas o ganado doméstico; y participar en disparos sucesivos de más de un cazador sobre el mismo animal; entre otras reglas. Las penas, en tanto, van desde los dos meses a los 3 años de prisión, además de años de inhabilitación del uso de armas.