Invierno, verano, con Zonda, con lluvias, aún cuando haya temblado y también en época de coronavirus... siempre están al “pie del cañón”, como dice el dicho. Fueron denominados desde el principio del aislamiento social y obligatorio por la pandemia de Covid-19 como “servicio esencial”. Y ellos saben que lo son. Los canillitas dan fe sobre aquello que dijo el jefe de Redacción del diario japonés Ishinomaki Hibi Shimbun tras el terremoto y tsunami que afectó a Japón en 2011: “Las personas que sufren tragedias necesitan agua, comida y también información”.
Raúl Camargo es canillita desde los 20 años y él como las más de 700 familias que se dedican a la actividad en Mendoza (400 de ellas están afiliadas al sindicato que preside Camargo) tienen en claro que son un eslabón fundamental en el derecho que tienen los ciudadanos a estar informados. “Tenemos vocación de servicio. Sabemos cómo es la necesidad de la gente de informarse. Estamos para servir”, insiste convencido Camargo, quien ya ha cumplido 40 años repartiendo ejemplares de Los Andes en los hogares mendocinos.
El hombre que dio sus primeros pasos como ayudante de otro canilla y desde entonces abrazó el oficio, destaca que no hay nada que lo detenga. Incluso cuando ha tenido algún impedimento, como el accidente que tuvo en 2007 con la moto mientras hacía el reparto. “Ya al día siguiente estaba trabajando, sentado en la parte de atrás de la camioneta que manejaba mi hijo”, rememora.
El amor por lo que hace se refleja en cada concepto. El canillita es el último eslabón para que esa información que nació temprano y tomó forma en el seno de la Redacción, que logró la compañía de los anunciantes, que contó con el apoyo de Marketing para su difusión y de las demás áreas, que fue plasmada en el papel por los técnicos y la Planta Impresora, que fue llevada hasta las manos de los canillitas por Circulación... llegue a cada mesa de Mendoza. “Es una gran familia”, resume Camargo y asegura que es fundamental que todos tiren para el mismo lado.
“Ustedes escriben las noticias y esa noche tienen que estar en las casas”, asume con la responsabilidad que sabe que le cabe. Pero, además, confiesa que los canillas hacen psicología. “Si fuéramos meros tiradores de diarios, perdemos todos y nos quedaríamos sin trabajo”, advierte y cuenta que al ser el primer contacto con las audiencias son quienes reciben los comentarios de los lectores: lo que les gusta o les molesta, lo que piensan de las noticias, lo que necesitan. Son los que escuchan y explican los cambios y también son los que pueden dar fe de la confianza de quienes compran el diario. “Los Andes se ganó la credibilidad con los años”, resalta.
En tiempos de pantallas, Camargo admite que algunos han migrado hacia la oferta digital de Los Andes. Sin embargo, asegura, que hay mucha gente que prefiere la edición impresa. “Hay personas que lo usan como un documento porque saben que lo que está escrito allí no se puede borrar”, sintetiza.
Por eso, también cree que este cambio es positivo. “Ha cambiado el nicho. Se va actualizando. Seguro algunos van extrañar el sábana; hay algunas estadísticas que así lo demuestran”, admite y cierra que una vez más estará allí -como tantos otros canillitas- para escuchar y explicar a los mendocinos que Los Andes sigue siendo el mismo de siempre, con los valores de siempre.