Los carpinchos se convirtieron en protagonistas inesperados de uno de los temas noticiosos más comentados de los últimos meses en el país. Incluso, ya en 2020 se había comenzado a hablar cada vez más de estos grandes roedores, que suelen habitar en las zonas de humedales del Litoral, la Mesopotamia y que se han visto empujados a una convivencia forzosa con los seres humanos en distintas zonas de Tigre (Buenos Aires) -principalmente del exclusivo Nordelta-. ¡Si hasta se convirtieron en protagonistas de los infaltables memes!
El detalle es que, detrás de los chistes y de lo insólito y pintoresco de las postales de carpinchos conviviendo con seres humanos y otras mascotas domésticas en estos sectores, hay una problemática que se ha agudizado en los últimos años: el crecimiento de la urbanización y la expansión de las construcciones artificiales en áreas que, tradicional e históricamente, han sido el hábitat natural de estas especies.
Y aunque por sus condiciones climáticas Mendoza no es una zona propensa para la presencia de carpinchos precisamente, en la provincia esta problemática también se ha evidenciado en los últimos años. Y encuentran en el crecimiento de los barrios (privados y no) hacia zonas que solían ser silvestres una más que justificada explicación. Zorros, comadrejas, conejos de cerco, cuyis, algunas aves rapaces y hasta algunos tipos serpientes son algunos de los ejemplares que han visto invadidos sus ecosistemas y hábitats por el avance de la urbanización en Mendoza.
Incluso, muchos de ellos -y al igual que ocurre en algunos casos con los mencionados carpinchos en Buenos Aires- llegan hasta a ser vistos como “plagas” por las personas que se instalaron en su área. Y no faltan quienes intentan eliminarlos con métodos por demás violentos. “La gente quiere instalarse en un lugar donde sienta un ‘contacto con la naturaleza’, pero sin los actores de la naturaleza; o sea, sin la naturaleza”, reflexiona la veterinaria y presidenta de la Fundación Cullunche, Jennifer Ibarra.
El piedemonte, Chacras de Coria, Vistalba y las zonas más remotas de Maipú -que siempre se caracterizaron por su status de rural, aunque hacia allí se expanden los nuevos barrios desde hace años- son las principales áreas donde se han visto afectadas las especies autóctonas, “los carpinchos mendocinos”, y su rutina.
Intrusos
Aunque muchas veces el ser humano, en su autoproclamada omnisciencia, crea que estas especies son las intrusas y que invaden caprichosamente sus propiedades, los especialistas advierten y aclaran que la realidad es que cada vez más emprendimientos inmobiliarios avanzan sobre los sectores que son hábitat natural de los animales.
“Esto es lo que se llama fauna urbana, aquellos animales de la fauna silvestre que se han ido acostumbrando a convivir con la gente en la ciudad. Periódicamente recibimos llamados en la fundación en la que, directamente, nos consultan y piden que vayamos ‘a sacar los zorros’ de distintos barrios de Chacras, por ejemplo”, ejemplifica Ibarra, de la Fundación Cullunche.
La referente enumeró, además de los zorros grises, a las comadrejas, gavilanes mixtos, hurones, zorrinos y otras aves rapaces como los protagonistas de estas cada vez más comunes situaciones, “La gente les tiene miedo, pero es el ser humano el que se va para esos lados. Y la realidad, también, es que al zorro o a la comadreja les queda cómodo ir a hurgar basura, por lo que comienzan -de a poco- a acercarse. Pero la clave es lograr la convivencia, en muchos países del mundo llegan a convivir los animales autóctonos con las personas”, sigue Ibarra.
Desde su lugar, en la Fundación Cullunche intentan trabajar en la concientización para que la gente comprenda la importancia de la biodiversidad. “Todas estas especies son seres que dignifican la vida de miseria de la ciudad. Hay que aprender a convivir, entender que no estamos solos. Y caer en la cuenta de que si estos animales están en el ambiente y lo comparten con nosotros, es porque ese ambiente está bueno para vivir”, se explaya la veterinaria.
En algunas locaciones del piedemonte -como la parte alta de El Challao- o en lugares como Chacras de Coria y Vistalba (en los focos más alejados de la gran concentración urbana) es común encontrarse con zorros -generalmente grises-. Y, más allá de su cualidad de salvaje y no domesticable, es muy común que estas especies se acostumbren a la presencia humana y a alimentarse de los residuos de hombres y mujeres. También es en estos escenarios en que se suelen dar situaciones -y llamados desesperados- de personas que se encuentran con distintas serpientes características de esos puntos.
Otra especie que sufre las consecuencias de la forzosa domesticación de áreas que hasta hace no mucho eran silvestres son las comadrejas o zarigüeyas. De hecho, hace poco menos de un año un grupo de vecinos de Chacras atacó violentamente a un ejemplar macho de esta especie, a quien -incluso- intentaron quemar vivo. Por suerte, también vecinos de Chacras de Coria fueron quienes rescataron al ejemplar y lo dejaron en manos de la veterinaria especializada en zarigüeyas, Melisa Morales. Luego de todo un trabajo de sanación y rehabilitación, Romeo (así fue bautizada la comadreja) fue liberada.
“Estas son las que se conocen como comadrejas de área urbana. El tema es que estos animalitos han quedado establecidos en parches de árboles que van siendo rodeados cada vez por más barrios. De esta manera, las conexiones son limitadas y, cuando cruzan las calles, muchas veces los atropellan. También se encuentran con pocos recursos alimenticios, por lo que las comadrejas van a los jardines a comer lombrices y hasta la comida de los perros”, destaca Morales, quien es veterinaria del Instituto de Medicina y Biología Experimental de Cuyo (Imbecu), perteneciente al Conicet.
Según destaca la especialista, de a poco la gente va entendiendo que son animales autóctonos de esa zona y que no representan amenazas. “Mucha gente tiene el concepto, la idea de llamar para pedir que ‘les saquen este animal de acá’. Pero con los barrios con que me ha tocado interactuar, ya hay una relación y en las guardias hasta tienen un cartel con mi teléfono pegado. Y si bien me ha pasado de ir a casas y que crean que soy controladora de plagas, de a poco va cambiando la concepción que no tiene su base en otra cosa que no sea la desinformación o el desconocimiento”, sigue Melisa.
Para la veterinaria especializada en zarigüeyas, a estos animales no le suele quedar mucha más alternativa que interactuar con gatos, perros y ya se han acostumbrado a ver a las personas.
“Otro gran problema tiene que ver con que las comadrejas suelen quedar atrapadas en los cestos de basura cuando van a hurgarlos por comida. Y muchos guardias de barrios privados me llaman directamente para que vaya a asistirlas. Hay gente que suele tener rechazo por estos seres, por eso lo primero que trato de hacer es charlar con los vecinos para cambiar la concepción y que entiendan que las comadrejas se comen a los ratones y son aliados respecto a las plagas”, sintetiza.
Una vez que Melisa Morales interviene en el rescate de alguna comadreja, intenta traslocarla -la quita del sitio donde la encontró y la lleva a otro-. “En Chacras de Coria hay una población establecida de comadrejas. Hace años que me toca traslocar camadas completas de un mismo punto. En el caso de Vistalba, en tanto, al haber más fincas están más dispersas. Lo mismo ocurre en algunos puntos de Maipú. Donde aparece un barrio privado, las comadrejas se quedan sin refugios. Eso lleva a que haya toda una interacción con la fauna periurbana. Pero hay que entender que el animal está en su ambiente y hay que aprender a interactuar con él. Una medida recomendable es la de no dejar la basura abierta, ponerle una tapa; entender que uno convive con el animal”, sintetizó Morales.
Recomendaciones
Por su parte, el responsable de Fauna de la Provincia, Adrián Gorrindo también se refirió a estas situaciones cada vez más comunes de convivencia entre fauna y especies salvajes con la vida humana. “Las culebras, los conejitos, los zorros y el gavilán mixto son algunas de las especies que cada vez se adaptan más al ecosistema urbano. Aquí encontramos esa situación de fauna silvestre que empieza a vivir con el humano, quien va ganando terreno. Y nos encontramos también con gente que no está preparada para convivir con la fauna silvestre que habita en esos sitios antes que nosotros”, destacó el referente.
Muchos de los grandes conflictos afloran cuando las personas no generan el mantenimiento necesario, por ejemplo, en los espacios que quedan deshabitados luego de lotear terrenos para barrios privados. Estas parcelas terminan por convertirse en reservorios y refugios para la fauna silvestre. A ello se suele sumar la falta de un buen manejo del residuo domiciliario o de los restos de alimentos, que se convierten en material que atrae a estas especies -sobre todo con restos de comida-.