Afuera, sobre calle San Juan (en pleno centro mendocino), no dejan de transitar autos, a los que se suma algún que otro colectivo. El barullo de la gente que va y viene no conoce de límites ni control, y el tiempo parece correr a máxima velocidad. Y si cualquier transeúnte se detiene, aunque sea medio segundo, el entorno se lo lleva puesto. Sin embargo, cruzando la elegante puerta de cristal del local ubicado al 1.538 de esa misma calle, el ambiente cambia por completo. En el amplio salón conviven muebles del siglo XIX, esculturas que llevaría a cualquiera a creer que está en Europa y cuadros, platos y otros utensilios que vieron la luz antes de 1.900.
Lo que se vive en el interior del local “Javier Guevara Antigüedades” es lo que se vive al traspasar la puerta de cualquier casa de antigüedades de las que quedan en Mendoza (y que no son muchas). El ambiente que rodea a estos comercios permiten disociar y abstraerse del aquí y ahora a cualquiera que los frecuenta, ya sean clientes asiduos o aquellos que ingresan por primera vez.
“Dedicarse a la compra y venta de antigüedades no es como atender una ferretería o cualquier comercio, donde tenés una lista de precios predeterminada. Esto es algo que no podés hacer si no te gustan y no tenés pasión”, resume el propio Javier Guevara, martillero público de profesión y apasionado de las antigüedades, sentado frente al amplio escritorio que ocupa un importante sector del fondo del ya de por sí amplio local. El estilo del escritorio es coherente con todo lo que se ve en el interior y lo rodea: sobrio, imponente y con más de un siglo de vida.
“Todo tiene y encierra una historia, y hay gente a la que le gusta que le cuenten esa historia a través de las cosas. Las antigüedades son un inversión y vos sabés que, lo que sea que gastes cuando adquirís una, seguro lo vas a recuperar cuando lo vendas, como mínimo. Siempre van a valer más después; las cosas nuevas son un gasto”, reflexiona en voz alta este mendocino apasionado de 57 años y quien se dedica al rubro de toda la vida.
El prestigioso arquitecto y profesor de historia del arte Luis Pedrosa, por su parte, es otro apasionado de las antigüedades y quien, periódicamente, disfruta de perderse en estos rincones. “En los mendocinos siempre ha habido un amor por las antigüedades muy grande, desde muebles hasta cuadros. A principios de 1900, se hizo una importante exposición mundial de antigüedades en París. El 70% de los compradores fue de Argentina y, de ellos, 40% de Mendoza”, rememora.
En contrapartida con estos espacios en los que el tiempo parece haberse detenido, hay otros que -aunque en algún momento optaron por esta especialización y nicho-, hoy han mutado a espacios de remates de bienes más actuales y reciclados.
“Hoy, más que antigüedades, hay un fuerte mercado con lo que es el reciclado de muebles. Ya casi ni compro ni vendo antigüedades, porque hoy la gente -en especial joven- busca muebles reciclados que se adapten a los lugares donde viven”, acota a su turno Marcelo Trione Benturino, de Benturino Remates.
Una máquina del tiempo
Las casas de antigüedades son un atractivo de por sí solas. Por mucho o poco que uno entienda de arte o de historia, el simple hecho de toparse con la posibilidad de perderse entre esculturas, muebles y cuadros de hace años y hasta siglos resulta magnético para cualquiera.
Pero sí, además, el comprador (o potencial comprador) es un apasionado entendido, esa atracción se intensifica.
“No hay algo que sea más pedido que otra cosa, o por lo que la gente pregunte más. Si vos querés una estatua de mármol de 3 metros, venís a preguntarme y yo averiguo por conseguirla. Si querés una araña (lámpara), lo mismo. Esto último es una de las cosas por las que cada vez pregunta más gente, así como también muebles. Mi negocio es encontrar lo que vos estás buscando”, destaca Guevara, que tiene dos hermanos que se dedican a lo mismo y tienen sus propios comercios en el barrio porteño de San Telmo, quizás “La Meca” de las casas de antigüedades en el país.
Pero el propio Guevara -cuyo padre inició el andar de la familia en el rubro- confiesa que las antigüedades en Argentina y, dentro de Argentina, en Mendoza son más económicas que en otras ciudades. “Cualquier antigüedad afuera de Argentina es 10 veces más cara que en Mendoza y, de hecho, en Buenos Aires mismo es más cara que en Mendoza”, refuerza.
Hablar de precios tentativos o imposibles en el nicho de las antigüedades también resulta imposible. Porque, como sus propios habitúes y apasionados reconocen, no hay una lista de precios de referencia y cada una tiene su valor.
“Rotamos permanentemente, nosotros no apostamos a vender algo puntual o cosas muy caras. Si hay un pedido puntual, se busca el bien. Lo que más suele costar a la hora de vender una antigüedad es el desapego emocional. Tal vez en el precio uno se pone de acuerdo rápido con el otro, pero al momento de sacarlo a la calle y desprenderse, ahí es donde más duele”, agrega Guevara,
Una pasión
En el mercado de las antigüedades, la clientela suele ser fija. Incluso, los hijos y nietos de antiguos coleccionistas suelen heredar esa pasión.
“Este local es mío. Si fuese por plata, yo pondría otra cosa, algo más rentable. Pero es una pasión. Y una vez que uno se apasiona, no vuelve. Es lo mismo que ocurre con los autos antiguos o con cualquier cosa que alguien pueda llegar a coleccionar: una vez que te metiste y compraste la primera, querés la segunda, después la tercera y así. Y cuando comprás la primera, estás al salto y expectante de que llegue algo más”, agrega el vendedor.
La apariencia
El arquitecto y profesor Luis Pedrosa resalta que entre 1970 y 1980 hubo un boom por las obras artísticas, en especial los cuadros. “La gente empezó a asesorarse por quienes sabían y pedían consejos sobre qué comprar. En Mendoza hay cosas muy lindas en casas y que fueron creadas en el período conservador, comienzos del siglo XX”, detalla el académico.
No obstante, también hay mucho snobismo, aunque esta cualidad no es exclusiva de Mendoza. “A veces se comprar obras por prosapia, para aparentar una ascendencia o linaje ilustre y aristocrático”, agrega Pedrosa. “El arte latinoamericano se usa mucho para dar prosapia también”, sigue.
“He vendido muchos retratos antiguos, de personas de alta alcurnia que nadie conoce y hay gente que los compra y exhibe como si fueran familiares de ellos. Es como que socialmente te posiciona”, complementa Guevara.
Programas de TV, entre lo real y el show
En la era de la híper conexión y los reality shows, abundan programas centrados en descubridores de tesoros antiguos que deciden sacarlos a la venta , así como también comprarlos. “El precio de la historia”, aquel del que se desprende el meme de “No lo sé, Rick; parece que es falso” es uno de los más populares.
“Esos programas son todo un montaje, la mayoría de las cosas que se muestran ni siquiera tienen valor. Fue pensando como un show y es lo que ofrecen. Pero al menos lleva a que se hable del tema”, destaca el comerciante especializado en compra y venta de antigüedades, Javier Guevara.
La visión de dos coleccionistas
Juan (36) y Arián (29) son los responsables de la peluquería “Juan Pablo Hair”, pero además -y por sobre todas las cosas- son apasionados y coleccionistas de antigüedades. De hecho, en la decoración y ambientación de la peluquería de los jóvenes predominan estos objetos.
“A mí siempre me gustó lo arquitectónico y ver lugares, es algo que se despertó en mí, pero nadie de mi familia lo traía”, reconoce Arián.
Lo primero que adquirieron para el saló fueron lámparas de tipo araña y, desde entonces, fue un “viaje de ida”, como describe Juan, quien agrega que lo más “extraño” que tienen es un cuadro de 2 metros.
“Incluso, a la gente le servimos té en bandejas y con cucharitas de plata, y está fascinada. Muchas novias eligen la peluquería para hacer producciones de foto, justamente por eso. O les gusta porque le recuerda a cosas o personas de hace varios años”, sintetizan.
El mercado de lo reciclable
Si bien durante varios años Benturino Remates también se especializó en compra y venta de antigüedades -sobre todo en remates-, han mutado su especialización.
“Ya casi ni compramos ni vendemos antigüedades, porque cayó la gente en el mercado y son clientes muy específicos y productos muy caros. Los jóvenes ahora buscan lo reciclado, no tan viejo. Hay una onda de empresas B y hay gente que manda sus muebles impecables, lustraditos y limpios. O, si no, también los ponemos en condiciones nosotros”, destaca Marcelo Trione Benturino, de Benturino Remates.