El jueves 19 de marzo por la tarde, el presidente de la Nación Alberto Fernández oficializaba el decreto mediante el cual todo el país ingresaba en un estado de aislamiento social, preventivo y obligatorio. A partir de las 0 del viernes 20, la circulación por la vía pública, las salidas de las casas particulares y las rutinas de millones de argentinos quedarían estrictamente limitadas y casi restringidas; con la intención de frenar el contagio y la circulación de la pandemia de coronavirus.
Mendoza no fue ajena a esta situación. Desde el 20 de marzo, la provincia también entró en este estado de “pausa”. Un estado en el que, al menos al principio, solo se veían unas pocas caras en las calles. Y eso de “verse las caras” era de una forma relativa, ya que el uso de tapabocas fue decretado como obligatorio. Y ninguna cara avistada en la vía pública incluía en la panorámica de la nariz hacia abajo, como si Mendoza se hubiera convertido en una poblada aldea de ninjas. Transcurrida la primera mitad de la cuarentena, las autorizaciones se flexibilizaron y la gente volvió a las calles. Pero los rostros semicubiertos de la nariz hacia el mentón siguen siendo una constante fija.
Las clases presenciales habían sido suspendidas unos días antes del 20 de marzo; y el cursado se trasladó desde entonces a las casas y a los celulares, vía internet (para quienes contaban con las herramientas). A cien días del 20 de marzo, se mantiene esta modalidad educativa, aunque desde la Nación ensayan posibles escenarios para el regreso presencial en los próximos meses.
Los comercios bajaron sus persianas y, luego de algunas semanas de inactividad plena, armaron sus vidrieras en el universo virtual para intentar repuntar sus ventas por internet. Ya con uno de los avances de fase, los locales reabrieron sus puertas. Pero con atención al público limitada por los números de DNI, y con capacidad restringida.
Los efectivos policiales salieron masivamente a la calle con la intención de controlar que ningún ciudadano que no estuviese entre los exceptuados para abandonar sus hogares lo hiciera (comenzaron siendo 20 las profesiones autorizadas, aunque luego se duplicaron). La ampliación de las excepciones y el traspaso de la etapa de aislamiento a la de distanciamiento social en la provincia a principios de junio, también multiplicó el tránsito en las calles. Sin embargo, la vida de la fase superadora fue efímera, la restricción de circulación por documentos retornó. Y, junto a ella, la rigurosidad puestos de control.
Las calles del microcentro mendocino, que ya estaban acostumbradas a lucir repletas de peatones y vehículos sin distinción entre horas pico o no antes del aislamiento; de repente se vieron desiertas los días posteriores al 20 de marzo. Como si se tratara del día después del Juicio Final, o de una novela / película de Apocalipsis Zombie. Quienes primero pudieron “ganar” las calles en este contexto fueron los muchachos que trabajan como delivery, aquellos que trabajan con las apps específicas. Y por semanas fueron los únicos habitantes visibles en todo del ecosistema de asfalto. Aunque durante el último mes los embotellamientos de tráfico vehicular volvieron a estar al orden del día.
Los bancos cerraron por completo al comienzo, aunque luego retomaron su actividad para atención con turnos. En el medio, el inédito operativo de cobro de jubilados. Un incomprensible viernes 3 de abril en el que salieron a la calle todas aquellas personas contempladas precisamente dentro del grupo más vulnerable ante el coronavirus.
El transporte público redujo sus frecuencias, se recomendó su “no uso” (recomendación vigente hasta hoy) e, incluso y al principio, solo se autorizaba que viajaran tantos pasajeros como asientos tuviera cada unidad. En las últimas semanas se optó por incrementar las frecuencias. Y continúan las cuidadas desinfecciones que establecen los protocolos.
Durante un mes y medio, las familias debieron aguantar las ganas de reencontrarse y compartir una comida juntos. Pero en mayo el Ejecutivo autorizó las reuniones familiares; con restricciones para los fines de semana y con no más de 10 personas (por ahora). Los bares y restaurantes también tuvieron el “ok” para reabrir sus puertas a fines de mayo; y con rigurosos protocolos. La misma suerte corrieron los centros comerciales, aunque a partir de junio.
Con la extensión de a cuarentena confirmada a nivel nacional, la situación varía día a día; y se mueve en sintonía con la evolución de la pandemia. En Mendoza, durante las últimas semanas hubo un notable incremento de casos y fue precisamente lo que llevó a retrotraer algunas flexibilizaciones. Desde el Gobierno, incluso, no descartan que se confirme en los próximos días la circulación comunitaria.