Entre los años ‘60 y ‘90, un gran deleite para los mendocinos de la ciudad y del Gran Mendoza era concurrir a los cines del Centro. Eran paseos de enorme placer, que ya pertenecen al pasado.
Las “calles cinematográficas”, Lavalle y Buenos Aires, donde se concentraba buena parte de los ‘biógrafos’, se llenaban de gente. Largas colas para entrar a las salas y una gran aglomeración a la salida. Y después de la función, como parte del rito, ir a comer pizza.
Esos sectores del microcentro eran lugares de gran atracción. Se esperaba el fin de semana para ir al cine. Las funciones de matiné y media tarde, la gente vestía más informalmente, pero, en los horarios de noche, los asistentes varones iban de traje y corbata y las damas, muy elegantes.
Las proyecciones de grandes películas en un caso y la oferta de espectáculos en vivo, de teatro, la zarzuela y la danza, en otros, fueron las atracciones de los edificios, muchos de los cuales eran cine-teatro.
Eduardo Navarro, publicista y periodista, conoció todos los establecimientos del séptimo arte. Su padre era pintor letrista del Avenida. Muy joven (“antes de la colimba”), entró en la distribuidora RKO Radio Picture y, como tal, fue controlador de entradas. Recuerda perfectamente los cines de calle Buenos Aires, empezando por el Gran Rex, de los hermanos José y Segundo Antún, con 2.200 butacas. Fue uno de los que más funcionó y al cerrar se instalaron locales comerciales en la planta baja.
En la misma arteria funcionó el cine Buenos Aires, propiedad de la familia Carignani, que luego se denominó Roxy.
La otra atracción del minicentro era la calle Lavalle, con sus tres enclaves: Cóndor, Lavalle y Ópera. Los dos últimos, hoy convertidos en playas de estacionamiento, que hasta parquet tienen porque así eran los pisos de su anterior servicio.
El operador de máquinas de cine Antonio Sandri recuerda que cuando terminaban las funciones en las salas más céntricas “por la cantidad de público (la Policía) tenía que cortar el tránsito vehicular por la cantidad de gente que circulaba”. En esos tiempos estaban en cartelera productos musicales de El Club del Clan, Palito Ortega, Sandro, el dúo Porcel y Olmedo, Cantinflas. Los recintos tenían un lleno total.
Otra característica de época era que grandes compañías, como la que integraban Luis Sandrini y Malvina Pastorino, concurrían a suelo mendocino a las presentaciones de sus films, tal el caso de “Cuando los duendes cazan perdices”, en el desaparecido cine Lavalle. Y además reinaban figuras como Libertad Lamarque, Lolita Torres, Mirta y Silvia Legrand y Pedro López Lagar.
Destino final
Los destinos finales de las salas fueron diversos, repartiéndose entre los rubros de negocios de venta de artículos generales, supermercados, centros religiosos de diversos cultos y espacios para guardar automotores. Triste fin para algunos edificios que fueron expresiones de buena arquitectura, como el Lavalle, proyecto de Jorge Iñarra Iraegui, y el América, de Juan A. Brugiavini, mientras que Ópera, Cóndor y Gran Rex, resultan expresiones de art decó, propio de los años ‘30 y ‘40, como acotó el arquitecto Jorge Ricardo Ponte.
Otro símbolo arquitectónico fue el cine Avenida, ubicado en avenida San Martín al 1400, proyectado y construido por Daniel Ramos Correas y Emilio López Frugoni. Fue demolido en 2006 y hoy es sede de una cadena de electrodomésticos y artículos del hogar.
El Cóndor fue una de las últimas salas en cerrar hacia 1998, convirtiéndose en el Cine Universidad hasta 2014. “Era un espacio espectacular”, comenta Federico Cardone, quien trabajó en ese sitio y hoy es uno de los coordinadores en su emplazamiento de la Nave de la UNCuyo.
“Los edificios para cines constituyen bienes de alto valor por su arquitectura, el contenido. Aquellos elementos que posibilitaron la actividad cinematográfica tienen tanto o mayor valor. Varios lugares han protegido y rescatado a los equipos y maquinarias, entre ellos, el propio museo de la empresa, que rescató equipos, edificios y también historias, especialmente la propia”, afirma en un estudio la arquitecta patrimonialista Graciela Moretti.
¿Por qué se fueron estos establecimientos? se le consultó a Javier Ozollo, profesor e investigador de la UNCuyo. “Hay tres etapas del desarrollo de los cines: la primera, la de oro, entre los ‘40 y los ‘70, en que había dos divisiones marcadas: los cines de barrio y los del Centro, o sea las grandes salas. Los primeros en caer fueron los departamentales por el proceso de concentración urbana y de destrucción del empleo en la época militar. En cambio, las grandes estructuras aguantaron hasta la década del ‘90, pero debieron bajar el telón por la baja de los salarios populares y la irrupción del videocasette, que dio una pelea muy desigual y empezaron a cambiar de destino”, detalla.
Luis Villalba, escritor, docente y cineasta, sostiene que los recintos del séptimo arte cerraron, básicamente, por la irrupción de la televisión en colores, en los años ‘70. “La caída de los cines –explica- es de la época del Mundial de 1978 y ocurrió de manera rápida porque antes, cuando la pantalla chica era blanco y negro, no había mayor competencia. Sólo quedó el Independencia, porque era estatal”.
Para este especialista, los mayores costos de las entradas también contribuyeron al derrumbe del entretenimiento, además de la difusión del video y, más adelante, la aparición del sistema de video doméstico VHS, o coloquialmente llamado “videocasette”. “Antes de esa época, en los ‘60 y ‘70 el ingreso a las salas era relativamente accesible a los bolsillos del común de la gente”, apunta.
Estos edificios, los principales, deberían ser preservados patrimonialmente por las autoridades. Reciclarlos para proyectar cine otra vez ya no sería posible porque los consumos audiovisuales han cambiado muchísimo. Pero, tal como hizo el Estado provincial o el municipio capitalino, se podría recuperar uno de estos complejos con el fin de ofrecer un cine con una cartelera de calidad y más artístico.
En los barrios también se encendían las pantallas
La lista de cines de barrio o departamentales es muy amplia; casi no había lugares del interior provincial que no tuvieran un cinematógrafo.
En Godoy Cruz, el Plaza fue abierto en 1946. En 1998 se lo declaró de interés cultural y bien patrimonial y en 2017 lo adquirió el municipio. Posee 670 asientos y por su escenario pasaron artistas de la talla de Mercedes Sosa, Serú Girán, Abel Pintos, Darío Vittori y la dupla Cibrián-Mahler.
Maipú recuperó el Cine Teatro Imperial en 2013, con apoyo del Incaa.
El Mayo, de la empresa Napoletano Hnos, fue uno de los cines de la ciudad de San Martín. El edificio estuvo ubicado en 25 de Mayo y Marconi, al lado de la plaza Italia. El periodista Enrique Pfaab contó que la última actividad que se realizó en este recinto fue un recital de la soprano Fabiana Bravo, en 2000, en una velada a beneficio de Cáritas. La única sede que en San Martín recuperó su existencia como cinematógrafo fue la del Cervantes, que volvió a abrir en abril de 2013.
En Luján de Cuyo un incendio destruyó el cine Colón, de la familia Del Barrio, el domingo 22 de diciembre de 1974. Nunca más hubo cine en esa ciudad.
Entre los establecimientos del Sur mendocino debe citarse en General Alvear el cine que llevaba el nombre del departamento y en San Rafael, el Gran Sud, de los Hermanos Andrés; el Ideal, llamado en los inicios Avenida y el Marconi (actual Roma).