Viernes 13 de junio de 1930, antesala del invierno en el Hemisferio Sur, y en la Cordillera de los Andes ya reinaban esas condiciones de hostilidad que la caracterizan en la estación más cruda del año. Ese día, el aviador francés Henri Guillaumet partió de Santiago de Chile con destino a Mendoza, tal vez pasando por alto todas las advertencias y recomendaciones de aquellas cosas que no hay que hacer un viernes 13 (porque en algunas culturas -sobre todo en el hemisferio Norte-, la superstición se enfoca en el viernes 13 como un día propenso para la mala suerte y en lugar del martes 13). De hecho, el piloto francés pasó por alto también -y por fuera de cualquier superstición- la alerta de temporal en la cordillera emitida por el Servicio Meteorológico también.
Aquel día de junio de 1930 aún restaban más de 42 años para el fatídico accidente registrado el 13 octubre de 1972 (¡también fue un viernes 13!), también en los Andes mendocinos y que luego pasaría a la historia como la “Tragedia de los Andes”. Se trata del episodio en que un avión de la Fuerza Aérea Uruguaya, con un grupo de rugbiers de ese país y algunos familiares a bordo, se estrelló a la altura de la cordillera de Malargüe (Mendoza), la misma que inspiró la película “¡Viven!” y el actual éxito de Netflix, “La Sociedad de la Nieve”.
Ninguno de los 16 sobrevivientes que fueron rescatados de la cordillera mendocina en diciembre de 1972, 72 días después de que se estrellara el avión uruguayo, siquiera había nacido en junio de 1930. Pero en aquel momento, Guillaumet, casi sin saberlo, sería el encargado de protagonizar el “prólogo” de la tragedia en la que fallecieron 29 personas y hoy es la trama de la película más vista de la plataforma Netflix.
Porque Guillaumet también se estrelló en la Cordillera de los Andes y también a la altura de Mendoza, en este caso, en las inmediaciones de la Laguna del Diamante (San Carlos). Además, Guillaumet también sobrevivió, aunque el aviador francés solo pasó 7 días en los Andes mendocinos y hasta que fue rescatado por un puestero.
A diferencia de los uruguayos, el lugar donde se estrelló Guillaumet en 1930 era mucho más accesible que el glaciar de Las Lágrimas (3.570 msnm). Y de la búsqueda de Guillaumet en la montaña mendocina participó el mismísimo Antoine Saint-Exupéry, quien por entonces tenía 30 años y se desempeñaba como aviador de Aeropostale, una línea de correo aéreo que se había creado entre Europa y América del Sur, y para la que también trabajaba su amigo, Henri Guillaumet. Recién 13 años después, en 1943, Saint-Exupéry publicaría “El Principito”, uno de los libros más populares de la literatura mundial y lo que convirtió al francés en una leyenda mundial.
EL ACCIDENTE DE GUILLAUMET EN LOS ANDES MENDOCINOS, EL “PRÓLOGO” DE LA TRAGEDIA DE LOS ANDES
El francés Henri Guillaumet fue uno de los pioneros de la aviación en este lado del mundo. El viernes 13 de junio de 1930, en lo que -se suponía- debería ser un vuelo de rutina, Guillaumet, quien tenía 28 años, despegó del aeropuerto de Santiago de Chile en su avión Potez 25, con destino a Mendoza.
Aunque el Servicio Meteorológico había pronosticado un fuerte temporal en la Cordillera de los Andes, el piloto francés -temerario y aventurero por naturaleza- despegó igual y pese a las advertencias. En medio del viaje, la tormenta sorprendió a Guillaumet en las alturas, por lo que el experimentado aviador se vio obligado a desviar su ruta con dirección al sur, siempre con el objetivo de cruzar el cordón montañoso.
No obstante, y por más instinto aventurero que lo incentivara, las condiciones meteorológicas y atmosféricas -temporal de por medio- obligaron al piloto francés a improvisar un aterrizaje forzoso en las inmediaciones de Laguna del Diamante, enclavada en la cordillera, a la altura de San Carlos).
Nadie sabía nada de Guillaumet y las esperanzas eran por demás escasas -por no decir nulas-. Lo primero que hizo la compañía aérea francesa Latécoère, de la que dependía el servicio Aeropostale, fue declarar al experimentado aviador (quien había completado su primer vuelo con 14 años, y 3 años antes de la desaparición había obtenido su licencia profesional) como desaparecido.
Ello permitió que se iniciara de inmediato un operativo de búsqueda. Por esto mismo enviaron algunos otros aviones con sus respectivos pilotos a rastrillar y recorrer la zona. Y entre ellos se destacaba Saint-Exupéry, compañero y gran amigo de Guillaumet.
La búsqueda aérea del aviador Guillaumet se extendió durante casi una semana en los Andes mendocinos. De buscarlo con vida -objetivo inicial-, el objetivo había mutado, indefectiblemente, hasta convertirse en la premisa de, por lo menos, encontrar el cuerpo sin vida del afamado aviador europeo.
Pero la esperanza es lo último que se pierde. Y el jueves 19 de junio de 1930, Juan Gualberto García -un puestero adolescente de 14 años, por entonces- encontró al aviador en las inmediaciones del arroyo Yaucha. Juan Gualberto y su madre, María, resguardaron a Guillaumet en el puesto Cerro Negro de San Carlos, donde vivían.
De acuerdo a lo reconstruido en una crónica histórica publicada por Los Andes en 2016, cuando Guillaumet encontró un espacio más tranquilo -o menos enfurecido- en medio del temporal y en la amplia extensión de la cordillera, intentó forzar el aterrizaje de su avión. Sin embargo, en ese momento el avión de Guillaumet impactó contra el suelo y se dio vuelta. Tras el aterrizaje, el aviador francés se refugió en la carlinga -cabina de vuelo del avión-, ya que todavía era viernes 13 de junio de 1930 -el mismo día en que había partido de Chile- y le esperaba una difícil y fría noche por delante, coronada por un temporal de nieve y viento. “Por suerte, entre sus provisiones tenía algo de licor que ingirió para soportar las bajas temperaturas”, detalla aquel artículo periodístico de Los Andes.
Pasó la primera noche, Guillaumet -como pudo- sobrevivió y, a la mañana siguiente, lo alertó el ruido de los motores de las aeronaves que sobrevolaban la cordillera. Eran las mismas que habían salido a su encuentro. Sin perder el tiempo, Guillaumet encendió bengalas. Pero nadie las vio ni se percató de su presencia.
Para no morir congelado en el lugar, Henri emprendió una caminata -sin destino exacto- con una bolsa de provisiones. Y, en una de las alas del estrellado avión, escribió: ”Je pars vers l’Est” (”Voy para el este”, en francés).
Como no podía ser de otra manera, la caminata también fue accidentada y Guillaumet se desbarrancó desde un cerro, imprevisto que derivó en la pérdida de las pocas provisiones que le quedaban, y del improvisado botiquín. Pero rendirse no estaba en los planes del experimentado aviador, por lo que continuó su marcha “para el este”.
Seis días después, y cuando Guillaumet ya estaba prácticamente desvanecido tras días de extensa caminata y descansos esporádicos, el puestero García encontró al aviador francés tendido en el suelo montañés. Tras una primera asistencia básica, el puestero y su madre trasladaron y pusieron al resguardo al hombre, y luego dieron aviso a las autoridades.
En diciembre de 2011, con 95 años ya cumplidos, el puestero García falleció en Las Heras. Diez años antes, en 2001, Juan Gualberto García fue homenajeado en Francia por el entonces presidente Jacques Chirac con la Legión de Honor.
EL DÍA EN QUE SAINT-EXUPÉRY BUSCÓ A SU AMIGO EN LA CORDILLERA MENDOCINA
Entre el 13 y el 19 de junio de 1930, lapso comprendido entre el día del aterrizaje forzoso y el hallazgo de Guillaumet, la búsqueda del aviador francés no dio tregua. Aviadores franceses, compañeros del por entonces desaparecido piloto, sobrevolaron la Cordillera de los Andes en Mendoza intentando dar con el hombre que, pese a las advertencias, había partido de Santiago de Chile el viernes 13 de junio y con destino a Mendoza.
Uno de los participantes de este operativo fue Antoine Saint-Exupéry. Y en su diario de viaje, el hombre -que 13 años después publicaría “El Principito”- describió sus sensaciones sobre Mendoza y el cordón montañoso.
“¡Qué extraordinaria es la Cordillera de los Andes! Me encontré a 6.500 metros de altura en el instante en que nacía una tempestad de nieve”, escribió luego de la travesía Saint-Exupéry.
EL REENCUENTRO ENTRE SAINT-EXUPÉRY Y GUILLAUMET EN MENDOZA
El 20 de junio de 1930, exactamente una semana después del accidente y cuando el aviador francés logró recuperarse, los puesteros sancarlinos avisaron a las autoridades del hallazgo. El europeo fue trasladado a la Ciudad de Mendoza, y allí se encontró con su gran amigo y compañero Saint-Exupéry. El esperado y emotivo abrazo de reencuentro tuvo lugar en el Plaza Hotel, y el autor de “El Principito” llevó en su avión L-28 a su amigo hasta Buenos Aires.
En cuanto a Saint-Exúpery, la aventura sobrevolando los Andes mendocinos marcó para siempre su vida, así como también lo hicieron los paisajes (mendocinos y argentinos). El icónico aviador y escritor permaneció más de un año en Argentina y conoció la selva, la Patagonia y la montaña. Se declaró a sí mismo “enamorado” de Argentina y esta tierra lo impulsó a concebir una de sus mayores novelas, ‘Vuelo nocturno’.
LA MISTERIOSA Y TRÁGICA MUERTE DE SAINT-EXUPÉRY
En abril de 1943, Antoine de Saint-Exupéry publicó “El Principito”, y poco más de un año después, el 31 de julio de 1944, se reportaba la desaparición en el aire del escritor y aviador francés. Al momento de su desaparición, Saint-Exupéry se encontraba piloteando un avión Lightning P-38 como parte de una misión de reconocimiento en la Isla de Córcega (Francia), durante la Segunda Guerra Mundial.
Lo llamativo es que, según reportaron oportunamente, la aeronave del francés contaba con combustible para volar durante una hora. Pero, de un momento para el otro, la aeronave desapareció misteriosamente del radar y sin dejar rastros.
A la desaparición le siguió el posterior relato de una mujer que, un día después -el 1 de agosto de 1944- dijo haber visto a un avión estrellarse cerca de Toulón. A los días se encontró un cuerpo sin vida en Marsella y, aunque su estado impidió que se reconociera, sobresalían las insignias francesas en la ropa, por lo que estaba prácticamente confirmado que se trataba de Saint-Exupéry.
No obstante, no había nada que pudiera confirmar fehacientemente que se trataba del querido aviador y escritor, por lo que el manto de dudas cubría esta versión. En 1998, 54 años después de la desaparición, un pescador francés halló en Marsella una pulsera de plata con los nombres grabados de Antoine de Saint-Exupéry y de Consuelo Suncín (su esposa), además de documentación sobre la primera edición publicada de “El Principito”, en abril de 1943. También un buzo francés, Luc Vanrell, había hallado -en las inmediaciones del lugar donde se encontró la pulsera- los restos de un avión Lightning P-38.
Sin embargo, la familia y los descendientes de Saint-Exupéry negaron y rechazaron la posibilidad y la versión de que pertenecieran a Antoine. Hasta que en 2004, 60 años después de la desaparición, el Departamento de Arqueología Subacuática de Francia confirmó que los restos del avión encontrados correspondían a la nave que piloteaba Saint-Exupéry.