Con la autoestima baja y un sentimiento de inferioridad producto de no haber podido estudiar vivió gran parte de su vida María Esther Argüello, “Kuky”.
Su infancia estuvo signada por las carencias. Quedó huérfana siendo una niña y tuvo que dejar la escuela. Poco después empezó a trabajar en casas de familia, siempre sintiendo las limitaciones propias de no haber podido progresar.
Pero ella demostró ser el ejemplo vivo de que cuando se quiere, se puede. Y aunque debieron pasar muchos años para darse cuenta de que la edad no representaba impedimento alguno para estudiar, finalmente lo logró con creces.
La primera señal de alerta que sufrió en carne propia fue no poder ayudar a sus hijos en las tareas escolares. También solía sentirse limitada como celadora en su trabajo, cuando los niños de la orquesta Pequeños Grandes Músicos del Pedemonte, en el municipio de Ciudad, le pedían alguna ayuda.
Entonces se enteró de la existencia del programa de alfabetización “Dr. Daniel Draghi Lucero”, del municipio de Ciudad, donde conoció a la maestra Sandra Villalba, que trabaja en el centro 003 del gimnasio 5 de La Favorita.
“Sencillamente me cambió la vida mucho más de lo que alguna vez imaginé”, sintetiza, para confesar que fue abanderada y que por primera vez sintió que finalizar la secundaria le permitió derribar fronteras.
Para Kuky, que es mamá de Mery, de 27 años; Maicol, de 20 y Kitty, de 15, su mayor logro fue sentarse a ayudar con la tarea, sobre todo con la nena menor que suele necesitar apoyo.
“Matemática y Ciencias Sociales, sin dudas, son las materias que más me gustan, pero en general me di cuenta de que todo resulta mucho más fácil cuando uno sabe y aprende”, reflexiona.
A fuerza de sacrificio, finalizó la secundaria con excelentes calificaciones y con la firme decisión de continuar estudiando. Durante todos estos años concurrió al centro de lunes a jueves en horario vespertino.
“Estoy entre estudiar Psicología y maestra jardinera. Lo digo y sigo sin poder creerlo, hasta hace poco ni siquiera pensaba en ese futuro”, compara.
Lo cierto es que Kuky incorporó a su vida la palabra “progreso”, que tanta falta le hizo durante décadas.
“El último año fue difícil por la pandemia, pero no imposible. Seguí adelante pese a las dificultades de estudiar a través del teléfono. Insisto, lo que más valoré fue poder ayudar a mi hija menor”, cuenta, orgullosa -y ahora de vacaciones- en su casa del barrio Alto Mendoza de La Favorita.
Codo a codo, dice, iban sorteando obstáculos y así Kitty también pudo aprobar segundo año de la secundaria en la escuela Joaquín Lavado.
Hasta que Kuky pudo ponerse a tono, no tuvo más remedio que mandar a sus chicos a profesoras particulares o salir a pedir ayuda como podía, porque el dinero nunca sobró.
Un roce distinto
“Pero hoy ya no”, diferencia, mientras asegura que las materias le resultan fáciles y llevaderas y que poder concretar sus estudios -terciarios o universitarios- constituye un verdadero sueño que espera poder cristalizar a partir de este 2021.
Más allá de lo mucho que aprendió en estos años, valora y agradece el haber tomado la decisión que cambió su vida, incluso, en cuanto a su nuevo entorno. Kuky asegura: “Me encontré con gente maravillosa con deseos de salir adelante” y concluye: “el estudio no solo me dio herramientas, sino que me permitió rodear de hermosas personas que se encontraban en la misma situación y eso me hizo sentir viva”.