Carismático, amiguero y con una personalidad muy definida, Fausto Guaquinchay, que tiene 13 años y vive en San Martín, comenzó a los 2 a dibujar sus primeros garabatos y a trabajar la plastilina. Hoy vuelca su pasión en sus obras con un talento innato.
Alumno del colegio Nuestra Señora del Líbano, sorprendía a muy corta edad armando cuadernillos con hojas de resma y plasmando historietas: así creció, tal vez con un don heredado de Laura, su madre.
“Si bien es un hobby, porque lo hago en mis ratos libres, también necesito al sentarme deseos de dibujar y, sobre todo, inspiración. Empecé con los lápices de muy chico, por eso es algo natural para mí”, relata.
Cada vez se fue interesando más y hoy, si bien asiste a primer año y tiene un largo camino por recorrer, Fausto ya piensa en un futuro como diseñador gráfico o animador. “Amo lo que tiene que ver con la animación digital y para eso me ayudan las aplicaciones en la compu y el celular”, anticipa.
La inspiración suele llegar en el momento menos pensado. A veces este pequeño genio del dibujo permanece horas con una idea hasta que por fin se sienta y deja volar la imaginación. “Suele pasarme que interrumpo lo que hago y sigo al día siguiente. Eso sí: siempre termino lo que empiezo”, confiesa.
“Igualmente me da vergüenza que me digan cosas, aunque sean familiares. Cuando la gente abre mis cuadernos no sé dónde meterme”, señala mientras ríe.
Su mamá Laura recuerda los “inicios” de su único hijo y cuenta que aquellas primeras historietas no sólo las dibujaba sino que también las relataba a viva voz. “Y yo lo escuchaba con suma atención”, evoca. La mujer agrega que los dotes artísticos de Fausto nacieron con él, y que desde los 4 hasta los 7 años asistió a clases de teatro.
El adolescente hizo varias publicidades y hasta un reconocido cortometraje, además de shows de stand up con su profesor de teatro. “A medida que fue creciendo, su inclinación se fue acercando más hacia el lado del arte. Asistió dos años a un taller del Este mendocino y pintaba cuadros con la artista plástica Mily Repetto”, relata la mamá.
Fausto también realizó esculturas en arcilla. “Atrás fue quedando su gusto por la actuación y, entrando a la preadolescencia, se fue volcando hacia el dibujo, preferentemente a mano alzada”, agrega.
Sus obras son verdaderamente destacadas, máxime teniendo en cuenta que provienen de su propia imaginación. “Hoy lo hace como un hobby, ya que a su vez hace deporte e inglés. Eso sí, su sueño es algún día darle vida a sus personajes”, concluye orgullosa Laura.
Aunque Fausto es hijo de un abogado y una maestra de Nivel Inicial amante del dibujo, Laura diferencia: “Lo mío jamás alcanzó tanta rigurosidad. Creo, de todos modos, que heredó mi gusto por los lápices, las hojas, la plastilina y la creatividad”.
El cortometraje que lo llevó a la popularidad
Debido a su participación en un taller de teatro cuando era más pequeño, Fausto protagonizó algunas presentaciones de stand up donde sorprendía por su deshinnibición.
De allí surgieron, incluso, algunas publicidades, aunque una de ellas, promovida por América y denominada “Somos capaces”, fue la más trascendente. El corto, de unos 10 minutos, publicitaba viviendas construidas con botellas de plástico, a modo de ladrillos, en un barrio de Junín.
“Encarnó a un niño muy humilde que juntaba botellas plásticas junto a su abuelo”, cuenta su mamá.
Próximo a cumplir 14 años, plena adolescencia, Fausto dejó de lado la actuación y se dedicó de lleno a despuntar el vicio con sus dibujos. Con sus dibujos y sus sueños.