De Yemina Coqui Hualpa casi podría decirse que era un prodigio del vóley femenino. La mendocina había trazado una carrera fulgurante: comenzó de muy niña y pronto, a los 12 años, ya jugaba en la selección mendocina. Su talento era tal que debía jugar en categorías superiores a las de su edad. No fue sorpresa, por tanto, que antes de cumplir los 15 le llegara una convocatoria para integrar la Selección Nacional, y ahí nomás, vinieran clubes del exterior para ficharla en sus plantillas. Todo eso pasó muy pronto para ella. Por eso, a sus 22 años, cuando todo en el vóley le quedaba por delante y parecía estar destinada, quizás, a ser una de las grandes figuras argentinas en ese rubro, decidió “cortar la red”, dejar la pelota en el piso, quitarse las zapatillas y buscar otro rumbo.
A muchos les sorprendió, pero para ella era parte de su instinto vital: no quedarse siempre en el mismo sitio, viajar, hallar un lugar en el mundo para, según sus palabras, “encontrarse” a ella misma.
Así fue como partió en busca de cierto paraíso perdido. Lo más notable de todo es que lo encontró, casi literalmente: y es que, en México, acabó “encallando” en Tulum. Ubicado en la costa caribeña del estado de Quintana Roo, este es un lugar paradisíaco que atrae a visitantes de todo el mundo. La ciudad cuenta con impresionantes playas de arena blanca y aguas cristalinas, antiguas ruinas mayas, exuberantes selvas y una vibrante cultura local.
Allí, apareció otra Coqui Hualpa: la que se abrió un camino y hoy es una de las referencias en administración de alojamientos turísticos en ese lugar a medio camino entre el paraíso virgen y la nueva estrella del turismo caribeño. Para repasar su camino, Coqui, quien está de visita en su provincia natal, habló con Los Andes.
–Has sido una destacada jugadora de voley que hace unos años decidió cambiar de vida. ¿Cómo fue ese recorrido?
–Sí, fui una jugadora destacada en su momento en mi categoría. Empecé con el voley a los 7 años y a los 12 años ya estaba jugando en la Selección. A los 14 empecé a jugar en la Selección Mendocina. Con 14 años ya jugaba en primera y me llevó a una maduración, tanto deportiva como personal. Casi llegando a mis 15 años, me fichó la Selección Argentina. Cuando regresé me fichó un equipo de las Islas Canarias, a los 15 años, así que me fui a España a jugar. Me iba muy bien y destacaba como jugadora. La altura (1,79 m) me ayudaba, así que la verdad que la experiencia deportiva fue hermosísima. Volví a los 16 o 17, jugué en la selección provincial, y luego jugué en tres ligas diferentes, la última en Chile. Pero a los 22 años sentí que había terminado una etapa, porque había estado metida desde muy chica en el deporte y quería hacer otras cosas. Y sentía que Mendoza me quedaba chica: quería crecer, no sólo monetariamente. Así que me fui a México a buscar mejores desafíos. En eso el deporte ayuda, una es aguerrida y está acostumbrada a animarse.
–¿Qué pasó en México y cómo terminaste en ese lugar paradisíaco llamado Tulum?
–Primero me instalé en Playa del Carmen y ahí decidí trabajar. Yo estudié Gestión de Empresas Hoteleras en Mendoza y también tenía conocimientos de Diseño de Indumentaria, pero nada me llenaba tanto, yo soñaba con viajar y vivir cerca del mar. En México trabajé en la organización de una fiesta con la que me fue muy bien y como bartender. Pero un día, con unas amigas, fuimos a acampar a Tulum. Y me enamoré del lugar.
–¿Cómo se dio la posibilidad de manejar un hotel con turismo VIP y cómo surgió tu participación en eso?
–Comencé trabajando en un hotel y terminé siendo lo que soy ahora, Property Manager. Administro propiedades a largo plazo y otras sólo para época vacacional. Estoy muy contenta con esto de organizar visitas turísticas (de alto nivel) en esta zona. Empecé a hacerme un nombre al principio en el lugar, y después creí en ese sentido y administro hoy en día muchas propiedades. La gente sale enamorada de Tulum. La verdad es que lo que tiene este lugar es increíble. Por ejemplo, cuenta con cenotes (N. de la R.: un tipo de depresiones y hoyos naturales de gran belleza y alrededor de los cuales crece una notable vegetación). También llega gente que hace retiros espirituales, el lugar da para eso también.
–Fuera de la actividad laboral, ¿cómo es vivir en Tulum y qué tiene de especial ese lugar?
–Vivir en Tulum es hermoso.Tiene mar, obviamente, con unos colores y unos atardeceres que lo hacen fabuloso. Siempre digo que es mi templo. Yo le recomiendo a cualquiera vivir aquí, pero también hacerlo en cualquier parte del mundo con el que sienta que se conecta es parte de él. Tulum a mí me da eso, me da paz, me da energía. Antes vivir aquí era diferente, porque estaba más vacío: hoy en día hay mucha gente, muchos hoteles. En ese sentido, trabajo hay: es un lugar del Caribe donde el turismo siempre está presente.
–¿Cuáles son tus planes a futuro?
–Mientras algunas personas planean casarse o tener hijos, mi cabeza funciona de otra manera. Yo sigo planeando viajar por el mundo entero. Es una prioridad para mí tener el trabajo que quiero, y que eso me permita viajar a cualquier parte del mundo. Busco compartir experiencias con culturas diferentes, gentes diferentes, que no importe la religión, las ideas, la orientación sexual… Por más que seamos diferentes sé que siempre hay cosas que nos unen.
–¿El voley está definitivamente abandonado?
–Sí, está bastante abandonado. Obviamente que todo el tiempo trato de tener actividad física, pero no he vuelto a jugar al vóley.
–¿Extrañás tu país? ¿Cómo lo ves desde la distancia?
–Nunca fui apegada a los lugares porque sí. Obvio que tengo orgullo de mi provincia, porque Mendoza es hermosa, y acá tengo a mi familia. Pero sé que en un país pasan cosas buenas y malas, como en todos lados. Es entendible que si la gente no está bien económicamente se sufra eso. La economía está destruyendo hasta las relaciones humanas. Lo importante es no detenerse ahí. Pero Argentina es un país muy rico, ojalá pueda salir de este momento.