Dos factores se conjugaron para que 1959 sea recordado como un año especial en Mendoza ya que la tradicional Fiesta de la Vendimia debió ser suspendida.
Por un lado, se debió a razones presupuestarias y, por otro, a la crisis de la “polio”. Esto llevó a las autoridades a reducir la celebración a la Fiesta del Vino, que se realizó en los jardines del Centro Cívico a total beneficio de la campaña de la lucha antipoliomielítica.
Aquel año, en que los casos habían recrudecido de manera significativa, se postergó también el comienzo de las clases y se realizaron colectas populares para la compra de equipamientos y otros elementos.
Lo cierto es que varias publicaciones y notas periodísticas relatan claramente cada uno de los detalles de aquel evento tan diferente que quedó marcado a fuego por todos los mendocinos.
El libro “Crónicas de Vendimia”, de la autora Adriana Carrasco y editado por Julieta Gargiulo –y que se encuentra en el Museo del Pasado Cuyano “Dr. Edmundo Correas”—se refiere al decreto del Poder Ejecutivo de conceder su auspicio a la realización de una Fiesta del Vino que organizó el Instituto de Rehabilitación del Inválido y Lucha contra la Parálisis Infantil con la colaboración de las entidades económicas, culturales y artísticas de la Provincia, otorgando un aporte de 500 mil pesos para ayudar con los gastos.
La fiesta, finalmente, se realizó el 22 de marzo de 1959 en el acceso a la Casa de Gobierno y la repetición fue al día siguiente.
Los párrafos referidos a la celebración la explican de este modo: “El palco estuvo ubicado frente al pórtico de la estructura central; se aprovecharon los elementos existentes como escaleras, jardineras, rampas y los escenógrafos tuvieron en cuenta el diseño clásico del edificio, conciliándolo con los cuadros artísticos mediante los cambios apropiados y presencia de actores y bailarines, recurso conocido en el tradicional estilo de la comedia del arte”.
La misma publicación señala que hubo alrededor de 300 participantes en el escenario. La acción se cimentó en un tono de farsa, tema que siguió el alegre itinerario del vino a través de los pueblos y su incidencia sobre el pueblo mendocino.
También detalla que el librero fue obra del poeta Abelardo Vázquez y del escritor Alberto Rodríguez (h), “que concibieron una obra con fundamento argumental”. La dirección general estuvo a cargo del propio Vázquez y la música de Roberto Chiófalo. Actuaron conjuntos de arte folklórico argentino, español, chileno, italiano y paraguayo.
Pese a que no se trató del tradicional festejo esperado por todos, el historiador y ex periodista mendocino Ariel Sevilla aseguró, en diálogo con Los Andes, que resultó muy convocante y que hubo alegría, a la vez que menciona con prodigiosa memoria el nombre de la joven elegida como Reina del Vino: Clementina Rosa Herrera, de San Rafael.
“Más allá de que no fue Reina de la Vendimia, recibió todos los atributos y figura en el historial como la representante legítima de aquel año”, advierte.
Y aclara: “Fue un año revuelto. La polio y la crisis hicieron estragos”.
Lo cierto es que, si bien no hubo carrousel, sí existió una vía blanca que duró pocos minutos, mientras que el tradicional desfile, según detalla, fue también muy particular.
“Hasta podríamos definirlo como canchero y moderno, ya que las postulantes se exhibían a bordo de jeeps. Creo que, de algún modo, se intentó tapar la austeridad reinante”, agrega el historiador, para asegurar que la fiesta fue presenciada por más de 300 mil personas.
El libro “Crónicas de Vendimia” evoca un barco pirata que disparaba cañonazos al son de música popular y regional.
“Las soberanas fueron apareciendo acompañadas por piratas que vinieron en la carabela, formaron una fila frente al público y al centro se colocaron la virreina de 1958, Ana María Quercetti, y la reina del Olivo de La Rioja. En esa oportunidad participó la Reina de la Capital por primera vez. Los locutores, también vestidos de piratas, fueron nombrando cada una de las candidatas al trono”, relata.
En el escrutinio empataron las representantes de Rivadavia y San Rafael y se decidió que en la repetición del espectáculo se definiría quién sería la Reina del Vino de 1959, que recayó en la mencionada Clementina Rosa Herrera. Virreina resultó, luego del desempate, Lucía Reschadi, oriunda de Rivadavia.
El espectáculo finalizó con números danzantes y el traspaso de los atributos reales.
“Debemos recordar que no fue Fiesta de la Vendimia sino Fiesta del Vino”, advierte a Los Andes Julieta Gargiulo, mendocina de pura cepa.
Sevilla, por su parte, autor del libro “La Vendimia para Ver, 70 años de fiesta en 850 imágenes: 1936-2006″, asegura que a lo largo de la historia hubo varias ediciones particulares.
Poco antes de la Fiesta del Vino, puntualmente en 1955, la edición también fue suspendida debido a los coletazos del golpe de Estado y, por ende, a la crisis política y económica.
Muchos años después, en 1985, tampoco se desarrolló debido a los efectos del terremoto del 26 de enero de ese año.
Mucho más reciente en el tiempo, la pandemia por el Covid-19, en 2021, obligó a suspender el evento de modo presencial, aunque se realizó de manera virtual. A juicio de Sevilla, fue una manera “inteligente” de salir del paso.
“El prestigio alcanzado por la Fiesta de la Vendimia hace que en estas ocasiones en las que no pudo realizarse con normalidad, el impacto sea importante”, aclara.
Y concluye, respecto de la edición de 1959: “La Casa de Gobierno, el escenario que reemplazó al habitual, era una construcción nueva, de 1954, y sumado a los jeeps que llevaban a las candidatas, le dieron un color distinto a esa fiesta que quedó en le memoria”.
Una epidemia que dejó secuelas
Por aquellos años, todo el país y también nuestra provincia, se conmocionaron al producirse una gran epidemia de poliomielitis; enfermedad que afectaba a recién nacidos y niños hasta los 14 años, causándoles la muerte o la parálisis de algunos miembros del cuerpo.
Esta una enfermedad causada por un virus (polio), que afecta con mayor frecuencia a lactantes y niños pequeños. Se transmite principalmente por ingestión de sustancias contaminadas con el virus y por contacto directo con personas que puedan transmitir la enfermedad.
Los casos de poliomielitis que se fueron agravando en los últimos meses de 1955.
Hacía muy poco que en Argentina se había producido el derrocamiento del gobierno de Juan Perón y la asunción de las autoridades de facto de la junta militar dirigida, primero por el general Eduardo Leonardi hasta noviembre de ese año, y luego por general Pedro Eugenio Aramburu.
Por aquel tiempo, se produjeron casi 6.500 casos; lo que implicó una tasa de 32,8 por 100.000 habitantes, 5.320 de los cuales fueron notificados en los seis primeros meses de 1956. La prensa denunció a ambos gobiernos lo que estaba pasando, pero se ocultaba información al respecto: Argentina se convirtió en noticia, en los medios internacionales, a raíz de esta epidemia.
En pleno verano de ese año, se produjo un gran avance de esta enfermedad en todo el país, lo que produjo una respuesta inmediata por parte del gobierno a través de Salud Pública, para contrarestar este mal que estaba causando estragos en la población infantil.
También en Mendoza
Mendoza no quedó al margen del flagelo. En marzo de 1956 aparecieron los primeros casos de parálisis infantil.
Como en toda epidemia, la situación se fue agravando progresivamente y el Ministerio de Salud de aquel entonces habilitó la sala 9 del Hospital Emilio Civit, para hacer converger allí los casos de niños afectados por la enfermedad.
Inmediatamente, tanto el gobierno nacional como el provincial, aplicaron importantes medidas sanitarias. Fueron higienizadas las acequias, se pintaron con cal los árboles y los cordones de calles, incluso toda la avenida San Martín. Otra de las medidas fue la clausura temporaria del Jardín Zoológico.
La situación sanitaria se agravó aún más y los médicos se sentían impotentes para controlar la extensión de los casos. Muchos niños murieron y otros tantos quedaron inválidos.
El médico pediatra Humberto Notti fue uno de los profesionales que se destacó en esta lucha, dedicándose a pleno al tratamiento que permitiera salvar a cientos de niños afectados.
Desde Estados Unidos se enviaron medicamentos y pulmotores, y de ese país llegó la flamante vacuna descubierta por Jonas Salk; que permitió controlar los brotes endémicos.
Gracias a las medidas sanitarias que tomó Mendoza, el flagelo cedió. Los ciudadanos respiraron aliviados y la vida volvió a la normalidad.