En plena cordillera de los Andes, a 3.854 metros de altura sobre el nivel del mar, se levanta imponente el coloso Cristo Redentor, un monumento que nació como símbolo de paz entre naciones para luego convertirse en patrimonio, identidad y emblema de Mendoza y su montaña. El Jubileo católico, una inminente guerra territorial, nuevos aires de fe y paz, pero sobre todo una titánica misión entre mendocinos e inmigrantes, son parte de la historia sobre cómo llegó hasta los Andes el centinela del paso internacional más importante de la historia entre Argentina y Chile.
Exactamente sobre el límite que divide a los dos países cordilleranos, sobre el monte Panta y frente al Puente de Inca, en Las Cuevas, el monumento se levanta sobre el viejo conocido paso Bermejo, posteriormente también llamado paso de Uspallata o paso de la Cumbre, denominación que se ganó por ser el punto más alto de la travesía entre Mendoza y Chile. Si bien años más tarde perdió protagonismo como tránsito internacional, sobre todo con la apertura del paso Los Libertadores, la dimensión de su historia, lo que significó y sus años de auge, lo consolidaron como símbolo histórico de la provincia.
“Se eligió ese lugar porque desde tiempos inmemorables era el de mayor tránsito, era el paso obligado. Desde la época colonial siempre se usó ese paso para la comunicación de Chile y de Argentina, por eso mismo se erige ahí el monumento”, explicó a Los Andes el historiador y periodista, Carlos Campana. De hecho, mucho tiempo antes de su inauguración en marzo de 1904, el lugar ya era parte importante de la historia argentina. “La noche del 1 de febrero de 1817, la columna del general Las Heras hace por ahí el paso, dentro de la campaña libertadora”, apunta Campana.
Los orígenes del Cristo Redentor
Mientras la historia “oficial” explica el motivo de su creación con la inminente guerra entre Argentina y Chile por la disputa de la división limítrofe, lo cierto es que el monumento ya estaba en los planes hacía tiempo. Cuenta el historiador Fabián Sevilla que desde Buenos Aires “el escultor argentino Mateo Alonso realizó la estatua por pedido del obispo de Cuyo, Marcolino Benavente, luego de que a finales del siglo XIX y a raíz del Jubileo, el Vaticano instó a los católicos del mundo a celebrar la imagen del llamado Hijo de Dios”.
Para ello, “se utilizaron materiales de la fundación de varias piezas de artillería que habían sido tomadas en la guerra de la Tercera Alianza, contra el Paraguay. Se usaron especialmente varios cañones, que habían sido utilizados por las fuerzas paraguayas en la defensa de Asunción”, relató Campana. “Hay una versión, que circuló durante muchos años, de que la estatua había sido fundida con material de las armas del Ejército de los Andes, pero eso es totalmente falso”, agregó.
Sin embargo, una vez hecha, la estatua del Cristo Redentor quedó reposando en una congregación religiosa en Buenos Aires, a la espera de una mejor suerte. No fue hasta 1902, tras años de conflicto y al borde de una guerra alentada por la prensa y la opinión pública de ambos países, que su destino llegó: con la firma del “Pacto de Mayo”, Argentina y Chile pusieron fin a los tiempos de guerra y firmaron la paz.
Fue allí cuando apareció en escena Ángela Oliveira Cézar de Costa, “prestigiosa dama de la sociedad porteña que había hecho de la paz universal la inspiración de sus días”. “A ella se le ocurrió que ningún destino podía ser mejor para ese monumento que la cumbre de los Andes, sobre la línea divisoria con Chile, punto de fricción venturosamente superado. Enseguida comunicó su idea al obispo de Cuyo, quien se mostró entusiasmado con la iniciativa”, detalló Sevilla.
Protagonistas anónimos y un desafío colosal
A partir de ese momento comenzó la tarea titánica de los protagonistas anónimos de esta historia. El desafío era total: transportar 1.320 kilómetros, “desde la Capital nacional hasta el pequeño poblado mendocino de Las Cuevas”, una estatua que pesaba 4 toneladas y medía 7 metros de alto. Para eso, describió el historiador Campana, “fraccionaron el monumento en 60 partes y lo trasladaron desde Buenos Aires por el antiguo ferrocarril Oeste argentino hasta la estación de Mendoza. En enero de 1904 llegaron a la Ciudad y fueron trasladadas por el ferrocarril trasandino hasta Las Cuevas, y desde ahí hicieron la logística con mulas para trasladarlo hasta el paso de Bermejo, donde está ubicado actualmente”. Alrededor de 80 personas y 40 animales participaron de la odisea, que demoró cerca de 30 días sin descanso.
“Hay personajes que quedaron en el anonimato, era una mezcla de gente de Mendoza pero también muchos inmigrantes de Italia y España. Algunos que viajaron justamente con ese propósito, que se los contrató específicamente para construir el basamento. Se quedaron todo el mes de la construcción en la montaña, en los campamentos, no bajaron hasta Las Cuevas”, manifestó Campana. Entre ellos, uno de los máximos responsables fue el mendocino Juan Molina Civit, ingeniero civil que se encargó de la construcción de la base del monumento “a partir de un bosquejo del escultor Alonso”, además de dirigir todas las obras en el lugar.
“El pedestal mide 6 metros de alto desde la línea de tierra hasta el asiento del hemisferio que sustenta al Cristo. Está hecho de hormigón y acero laminado, apto para resistir los vientos cordilleranos”, contó el historiador Sevilla.
Carlos Campana explicó también que “en ese momento hubo muchos que participaron para contribuir con los costos, que estaban en alrededor de 50 mil pesos de aquella época, era muchísimo dinero. La empresa del ferrocarril donó el traslado sin costo, desde Buenos Aires hasta el paso Bermejo”. Para él, “fue una empresa titánica que muy poco se conoce. El traslado fue durante todo enero, se construyó durante febrero y recién en marzo se hizo la inauguración”.
La inauguración del centinela
Además de multitudinarios, los actos de aquel día “fueron espectaculares”, dice Fabián Sevilla. El 13 de marzo, cientos de personas se congregaron para darle la bienvenida al Cristo Redentor. Participaron las comitivas políticas de Argentina y Chile, las fuerzas militares rindieron homenajes, no se lo perdieron personalidades destacadas, ni pobladores curiosos, ni los obreros que le pusieron la espalda al monumento. En total se hicieron presentes alrededor de 2.000 personas.
Además de los 21 cañonazos de las piezas de artillería que cerraron los himnos de cada patria, hubo actos, misa y banquetes. Todos recibieron con honores y gloria la gran estatua, que cien años después sería declarada monumento histórico nacional y Patrimonio Cultural de la Nación.
Desde aquel domingo 13 de marzo, hasta el de hoy, el Cristo Redentor “ha resistido los caprichos del hostil clima cordillerano, el ir y venir de los turistas que en otros tiempos solían visitarlo en masa e, incluso, las amenazas de nuevos conflictos bélicos entre Argentina y Chile que surgieron en 1978, pero luego fueron zanjadas por la vía diplomática y la intervención papal. De esta forma, el Redentor, que fue durante décadas un hito turístico y una postal identificatoria de Mendoza, se yergue en lo alto de ambas naciones como si fuera un gigantesco, divino centinela de bronce decidido a seguir bendiciendo la paz en las fronteras”.
Cómo llegar al monumento
Para acceder al monumento se debe llegar hasta la villa de Las Cuevas, ubicada a 210 kilómetros de la Ciudad de Mendoza. A partir de allí se debe tomar el camino de tierra que está junto a la ruta internacional 7. Se trata de un ascenso en caracol de unos 8 kilómetros de recorrido, con una pendiente importante hasta arribar al punto máximo, donde se ubica la obra, a más de 3.800 metros sobre el nivel del mar.
Es el antiguo paso a Chile que estuvo habilitado hasta los ‘70, y quedó como alternativo luego de la inauguración del túnel internacional Cristo Redentor.