¿Podemos afirmar, por ejemplo, que el consumo de frutas y verduras que contienen pesticidas, en el futuro y con un consumo prolongado a través del tiempo, nos provoquen ciertas enfermedades? ¿Sabemos si la cantidad de productos industrializados y transgénicos que venimos comiendo y bebiendo desde hace años, pueden llegar a ser los causantes de infertilidad o malformaciones congénitas?
¿Cada vez se nos reduce más la cantidad de productos comestibles de los que podemos afirmar su inocuidad? Con el paso del tiempo, consumimos alimentos más peligrosos, llenos de azúcares, grasas y tóxicos; con menos gusto y olor natural y vacíos de nutrientes. Así minamos nuestro organismo sano y lo vamos enfermando, principalmente, desde la mala alimentación.
Como cada 07 de Junio la OMS celebra el Día Mundial de la Inocuidad de los Alimentos. La inocuidad es un concepto que se refiere a la existencia y control de peligros, asociados a los productos destinados para el consumo humano, a través de la ingestión (como pueden ser alimentos y medicinas), a fin de que no provoquen daños en la salud del consumidor.
A su vez, la inocuidad alimentaria también aplica para la fabricación de medicamentos para ingerir, que requieren medidas más extremas de inocuidad. Es decir que hace referencia a algo que no provocará efectos adversos, una vez que es ingerido.
Es claro que la inocuidad de los alimentos es, hoy en día, un tema fundamental en el mundo, porque algo que debería darnos salud, nos está causando enfermedad. Un tema que genera muchas dudas, es si el cultivo transgénico es o no inocuo. Los alimentos transgénicos son aquellos que han sido producidos a partir de un organismo modificado mediante ingeniería genética, y al que se le han incorporado genes de otro organismo para producir las características deseadas.
Puede ser un ser vivo, animal o vegetal, manipulado en su material genético con el fin de modificar una o más de sus funciones. Por ejemplo, ser resistente a un pesticida, como sucede con la soja y el maíz.
El cultivo transgénico es una especie modificada genéticamente, incorporando un gen de otra especie. El nuevo genoma tiene nuevas actividades y, por lo tanto, puede generar un pesticida natural de la propia planta, poseer un gen de crecimiento rápido, o uno para obtener mayor resistencia a la fermentación posterior a la cosecha. Así vemos como este tipo de semillas transgénicas se patentan, y se transforman en una “propiedad privada”.
Los productos transgénicos se caracterizan porque son muy estéticos, duran meses después de la cosecha y son grandes. Cabe aclarar que, en general, la planta es grande pero las raíces son pequeñas, están llenos de agroquímicos y vacíos de nutrientes (especialmente antioxidantes), y no tienen el gusto ni el olor de los productos que crecen sin modificaciones genéticas.
Menos nutrientes
Los suelos de los cultivos transgénicos y los de monocultivos, no tienen minerales ni forma de reciclaje para que sigan produciendo. Además, son suelos resecos por el sol, dado que ya no quedan los árboles para mantener el ecosistema y el microclima. Tal es así que la Pampa húmeda de nuestro país, ahora se ha transformado en un espacio sin animales, con temperaturas y vientos completamente diferentes, que secan los suelos.
Cada vez son menos los nutrientes del monocultivo transgénico. En la universidad de Texas, en Estados Unidos, en el año 2004 se estudiaron la frutilla y el maíz, y en ellos se encontró una disminución muy marcada de proteínas, calcio, fosforo, hierro, vitamina B y vitamina C. En esos informes se afirmaba que comer una manzana en el año 1940, considerando sus nutrientes, equivalía a comer 3 manzanas en el año 1991.
El impacto de los transgénicos sobre la salud (sin considerar a los pesticidas), especialmente de maíz y soja, son las malformaciones congénitas en cerdos y ratas. También se ha visto que los cerdos alimentados con transgénicos, tienen infertilidad y abortos.
En Francia se han estudiado a ratas alimentadas con transgénicos durante seis meses. Presentaron cáncer de riñón, de hígado y de mamás. Alimentadas así por veinticuatro meses, los porcentajes de cáncer subían al 80%.
¿Naturales o industrializados?
A partir de la revolución verde, se ha disminuido enormemente la oferta de variedad de alimentos naturales a la población. Esto ha hecho que los pocos alimentos que se cultivan, a su vez se industrialicen, para vender productos cada vez más baratos.
En el caso del maíz, ha distribuido un producto llamado jarabe de maíz, que no aporta ningún nutriente al organismo. Tiene calorías vacías, es barato, adictivo y se incorpora a una infinidad de alimentos industrializados.
El jarabe de maíz de alta fructosa no es inocuo, dado que el monocultivo del maíz se hace repleto de pesticidas. Además es transgénico, es más dulce que el azúcar y genera en el cerebro una tendencia adictiva con cambios neuroquímicos.
Comienza a actuar desde que el bebe está en la panza de la mamá, porque este producto atraviesa la placenta. Así empieza a formar un cerebro con receptores que lo reconocen, para cuando esté ingiriendo alimento fuera del vientre materno. El jarabe de alta fructosa se encuentra en el kétchup, en panes, galletitas y postres, hasta en hamburguesas, salchichas y jugos light. Dentro de los alimentos industrializados, lo invade casi todo.
Hoy se comen más de 700 calorías vacías por día. Con estos aditivos se genera población más adicta, y son los más pobres los que consumen mayor cantidad de alimentos refinados, llenos de azúcares, harinas, grasas y sal.
¿Qué medidas debemos comer para que los alimentos no representen un riesgo?
Ø Comprar todo fresco, no enlatado, ni empaquetado.
Ø Elegir carnicerías y pescaderías, de nuestra confianza que solo se dediquen a eso.
Ø Comer pescado no más de 2 veces por semana por la contaminación de los mares, y suplementarlos con omega 3 de buena calidad para que este nutriente llegue a nuestro cuerpo como elemento fundamental de nuestro cerebro.
Ø Consumir al menos 2 veces por semana vegetales orgánicos, y cuando sea difícil de conseguirlos, pelar todas las frutas: no es suficiente para eliminar los pesticidas pero es una primera medida.
Ø Aumentar el consumo de semillas: nueces, castañas, almendras, maní, etc. Aprender hacer leches vegetales que son fáciles, rápidas y nutritivas.
Ø Es tiempo de tomar conciencia que hay que hacer un cambio radical en nuestra alimentación, que los cambios, aunque sean de a poco y dentro de los posible siempre sacan gran parte de los riesgos a los que estamos expuestos sin saberlo.
¿Cuáles son los alimentos más y menos contaminados?
El dictamen de 2014 de Estados Unidos, sobre la carga tóxica en los alimentos vegetales frescos que más se consumen, arrojó los siguientes datos.
Los alimentos más contaminados de mayor a menor son: manzanas, uvas, apio, duraznos, espinacas, pimientos rojos, pepinos, tomates cherry, papas, arándanos, lechugas, ciruelas, cerezas, peras, mandarinas, zanahorias, arvejas, calabaza, calabacín, frambuesas, brócoli, naranjas, bananas, tomates, sandia, champiñones.
Los alimentos menos contaminados de mayor a menor son:
Batatas, coliflor, melón, pomelo, berenjena, kiwi, mango, espárragos, cebollas, repollo, ananá.