La activista ambiental británica Siân Berry (47), luchadora contra el cambio climático, en particular el proveniente de la quema de combustibles fósiles para el transporte de su país, es la autora de la frase del título de esta nota, que suena más a plegaria que a recomendación sabiendo que sólo el 50% de la población mundial dispone de agua de calidad.
Tanto el agua cuanto la energía son los recursos más utilizados en el mundo. Por eso, su desperdicio o mal uso afectan al medio ambiente de manera directa, pero lo cierto es que el uso y consumo de estos recursos suelen asociarse para hacer posible nuestra vida y la de los seres que nos acompañan en el planeta.
Vamos viendo que el clima global, en constante movimiento, está provocando cada vez eventos más preocupantes, algunos de ellos devastadores como inundaciones, ondas de calor como la que acabamos de soportar al inicio del presente año, violentos incendios en lugares secos y de temperaturas extremas, entre otros, todo lo cual afecta tanto los reservorios como el suministro de agua a las comunidades, algo que nosotros no podemos controlar. Sólo nos queda protegernos.
Tratar el agua para que sea potable es un proceso muy costoso y lleva a realizar al menos dos procesos con uso de la energía para concretarlo. El primero, para que salga por la canilla. El segundo, para ser tratada una vez que sale de la pileta de piso. A esto debemos agregar un tercer paso al calentarla para ingerir alimentos, para lavar los objetos usados o para el aseo personal, entre otros.
Después del proceso de potabilización es necesaria su distribución a la población a través de redes de cañerías que terminan su recorrido en cada casa o en cada unidad donde se concentren personas.
Aproximadamente un 30 a 40% de pérdida del recurso se produce en las redes de distribución lo cual no es de nuestra responsabilidad sino de las empresas distribuidoras que, salvo excepciones, suelen no ser muy eficientes en su mantenimiento.
Podríamos decir que hay una sola razón por la cual no estamos en ningún aspecto obligados a conservarla, sino todo lo contrario, que es la que bebemos.
En general, según la mayoría de los autores ambientales, 70% del agua dulce del planeta es usada para la agricultura, un 20% para la industria y el 10% restante para uso doméstico.
Para entender mejor la importancia del agua en la vida, recogemos de la bibliografía algunos datos interesantes como, por ejemplo: son necesarios 1.000 litros de agua para producir un kg de trigo y 15.000 para un kg de carne bovina, mientras que una cuchara de café puede producirse con 140 litros de agua. A esto se le llama agua oculta porque no es líquida, sino que está incorporada al producto terminado que estamos consumiendo.
Es cierto que se vienen tiempos difíciles para el cuidado del medio ambiente, pero, cuidando el agua, ya estamos cumpliendo en buena medida con nuestra parte del compromiso solidario con nuestras generaciones futuras. Pero eso no basta. También necesitaremos limpiar el aire evitando emitir gases tóxicos, así como conservar y mejorar el arbolado que da sombra en verano y luz solar en invierno además de embellecer las ciudades y brindar alojamiento a aves e insectos que forman parte de la cadena alimenticia de la fauna silvestre.
Todo esto corresponde a un concepto de vida que, tarde o temprano, deberemos adoptar con el agregado de otras conductas orientadas a realizar buenas prácticas, como el mantenimiento y limpieza de zanjas y acequias, así como jardines en las veredas, que drenen agua de lluvia a los suelos. Siempre el propósito es mitigar los efectos de inundaciones y, a la vez, generar condiciones de aprovechamiento del agua de las lluvias.
La contaminación es un enemigo mortal para el agua y se da principalmente en los centros urbanos porque somos nosotros los principales contaminadores ya sea por fallas en nuestra educación, por desidia, o por muchas otras causas.
Como hemos dicho, somos los humanos los principales contaminantes. El hecho del crecimiento continuado de la población mundial no ayuda a la solución para crear un hábitat sustentable. Ciertamente estamos bajo la amenaza de perder el vital elemento en cantidad y calidad y, de esa forma, se afecta al principal recurso que necesita la vida en el planeta.
Cerca del 40% de la población mundial depende del agua de los ríos que son alimentados por los hielos acumulados por miles de años en las montañas del planeta, hielos que están disminuyendo dramáticamente su volumen como consecuencia del calentamiento de la tierra del que todo el mundo habla desde ya hace bastantes años.
Este proceso significa una gran amenaza para la vida humana que no percibe hasta ahora con claridad cómo su estilo de vida actual y principalmente su crecimiento vegetativo va direccionado hacia una crisis.
La ciencia ambiental prevé que para 2050, si no se cumplen los preceptos comprometidos en la COP 21 en 2015 (Conferencia de partes en París) habrá una gran disminución del volumen glaciario, acompañado de disminuciones pronunciadas de aguas subterráneas (freáticas y acuíferas) producto del sobreconsumo, poniendo en conjunto un fuerte riesgo en la producción agrícola que, como dijimos, es la que se lleva el 70% del agua existente en el mundo.
Lo cierto es que desde finales del siglo XIX en que el físico sueco Svante Arrhenius (1859-1927) expuso su teoría de que la concentración de gas carbónico producido por actividades humanas en la atmósfera, tales como la quema de carbón para la producción de energía, tenía la capacidad de alterar significativamente el clima del planeta, muy poco se ha hecho hasta ahora. Mientras, los líderes mundiales continúan pensando en la acumulación de riquezas y poder, aun con guerras si fuera necesario, como lo estamos viendo en estos días en los que es noticia la fuerza bruta de las armas.
El calentamiento global, la energía y el agua, son partes del mismo problema, acerca del cual podríamos formularnos algunas preguntas: ¿Qué pasará con las inmensas poblaciones de China e India que, entre los dos países, tienen un tercio de los habitantes del globo, lo que los hace grandes contaminadores al no disponer de agua suficiente para sus cosechas? ¿Qué pasará con el precio de los alimentos cuya producción no podrá mantenerse en los niveles necesarios para una población creciente?
Pues bien: la ciencia ambiental tiene bastantes respuestas. Es sólo interesarse más, difundir, explicar, y actuar acerca de los peligros que tendremos que afrontar, pero es la humanidad toda quien tiene en sus manos la solución. Sólo necesita saber contra qué debe luchar y es lo que la parte sensata de la humanidad está tratando de hacer.
*El autor es especialista en temas ambientales
Producción y edición: Miguel Títiro - mtitiro@losandes.com.ar