El proceso de crecimiento del Área Metropolitana de Mendoza (AMM) ha sido continuo e incesante desde su fundación. Éste ha continuado con la lógica de expansión urbana de los modelos de ciudad dispersa, en donde el sector residencial de baja densidad se extiende hacia la periferia, avanzando sobre el sector productivo -zona Sur y Este de la ciudad- y el sector de piedemonte –zona Oeste-.
La ubicación estratégica del piedemonte mendocino y su alto valor paisajístico han convertido esta área de aproximadamente 1.200 km2 en un sector muy demandado. Sin embargo, las urbanizaciones asentadas allí se han desarrollado bajo un modelo que no contempla las características de alta fragilidad ambiental del sector: pronunciadas pendientes de terreno, presencia de fallas geológicas, lluvias estivales violentas concentradas en los diversos cauces naturales que lo atraviesan, vegetación escasa y degradada, suelos no consolidados y factibles de padecer acelerados procesos de erosión. Sin tener en cuenta la alta fragilidad que el sector presenta, el modelo de desarrollo urbano replica mayoritariamente esquemas similares a los del área de llanura, es decir: trama racional en damero, arbolado de alineación y avenidas cuya orientación acompañan a la máxima pendiente (Oeste–Este). Este esquema urbano ha generado impactos en el relieve, potenciando la ocurrencia de derrumbes e inundaciones e incrementado las temperaturas urbanas, esto impacta en las condiciones de confort de sus habitantes con sus consecuencias en el uso del espacio exterior y el aumento en el consumo de energía para climatizar los espacios interiores de las viviendas. Desde el punto de vista urbanístico, este modelo difiere de lo que se observa en la estructuración del piedemonte de ciudades europeas y norteamericanas, en donde no se permite la alteración de la pendiente natural del terreno, ni construir en pendientes pronunciadas; las urbanizaciones acompañan la topografía y buscan preservar el valor paisajístico del sector.
Islas de calor
La modalidad de desarrollo urbano en el piedemonte de la AMM signada por formas disociadas de la geomorfología del paisaje y alta impermeabilización de suelos, ha dificultado los procesos de renovación y purificación del aire urbano debido al aumento de las superficies de absorción y retención de la radiación solar. Esta situación sumada a la tecnología y materiales de las construcciones ubicadas en el sector, han promovido al aumento de la temperatura del espacio exterior, intensificando la isla de calor urbano (ICU) en la ciudad y generando focos de ICU en la periferia. Estudios realizados han determinado la existencia del fenómeno de isla de calor urbana sobre las urbanizaciones del piedemonte con una intensidad máxima de 9°C. Este fenómeno, que se acentúa frente a la ocurrencia cada vez más frecuente de las olas de calor resultantes del cambio climático, impacta sobre la calidad del aire, la ventilación de la ciudad y el aumento de la demanda de la energía. Todos estos factores deterioran la calidad de vida del habitante urbano.
En mi tesis doctoral y en mi carácter de becaria posdoctoral de Conicet, con desempeño en el Instituto de Ambiente, Hábitat y Energía (Inahe), CCT-Mendoza, he realizado un diagnóstico de las condiciones actuales de las urbanizaciones del piedemonte y desarrollado propuestas para mejorar las condiciones ambientales y ecológicas del sector. Este trabajo ha permitido demostrar que, para un mismo día de verano, la temperatura máxima del aire de las urbanizaciones del piedemonte alcanza niveles de hasta 40°C, mientras que, en el centro de la ciudad, las temperaturas no superan los 34°C. Para revertir esta situación se han elaborado propuestas de rehabilitación urbana y desarrollado diversos modelos de urbanización que permiten mejorar el comportamiento micro climático del área y además mitigan los riesgos naturales y se adaptan a las restricciones medioambientales que impone el piedemonte.
Respecto a la rehabilitación de urbanizaciones existentes, se demostró que decisiones de diseño simples y de fácil implementación como utilizar materiales en techos y pavimentos que tengan mayor reflectancia solar, posibilitaría disminuir las temperaturas urbanas en el orden de los 4°C; y que incrementar el área sombreada modificando la selección de especies y el diseño del arbolado de alineación permitiría bajar hasta 3.5°C la temperatura del aire exterior.
Mitigar riesgos
El crecimiento del sector debiera respetar el paisaje natural a fin de mitigar el riesgo aluvional y sísmico, y definir formas urbanas que maximicen la eficiencia energética del espacio urbano-edilicio y el aprovechamiento de las energías renovables. En relación a ello, las propuestas desarrolladas son de carácter orgánico, tienen menores niveles de ocupación de suelo definidos en relación a la pendiente natural del terreno y esquemas de vegetación con baja permeabilidad solar que generan altos niveles de sombreamiento de canales viales y peatonales. Los resultados muestran que estos esquemas permiten incrementar el área de infiltración evitando el riesgo aluvional y sísmico, y disminuir hasta 5°C la temperatura del aire exterior en verano. Se concluye que es posible definir criterios de diseño urbano que respondan a la complejidad del territorio, mitiguen los efectos de la antropización del medio, incrementen la eficiencia energética y ambiental del sector, disminuyan sus consecuencias sobre el cambio climático y mejoren la calidad de vida del habitante urbano.
Finalmente, para efectivizar el desarrollo sustentable del territorio es imperativo mejorar y ampliar la regulación urbana del piedemonte. En este sentido, si bien diversos municipios han iniciado esta labor, debiera consensuarse entre las distintas administraciones que tienen jurisdicción sobre el sector, criterios de diseño comunes que garanticen un desarrollo armonioso. En particular, es necesario incorporar con mayor especificidad parámetros asociados a las variables urbanas (forma y orientación de trama, tamaños de lote), edilicias (factor de ocupación de suelo, factor de ocupación del terreno, retiros, alturas) y de infraestructura verde urbana (diseño y tipo de arbolado de alineación, espacios verdes) adaptados a las condiciones específicas del piedemonte. Y simultáneamente, generar sistemas de control que garanticen su efectiva implementación.
*La autora es doctora arquitecta. Becaria posdoctoral en el Instituto de Ambiente, Hábitat y Energía (Inahe) CCT-Mendoza
Producción y edición: Miguel Títiro - mtitiro@losandes.com.ar