El año 2024 trae consigo un fenómeno poco común: febrero cuenta con un día adicional, convirtiéndose en un año bisiesto.
Este evento, que ocurre aproximadamente cada cuatro años, es un recurso utilizado por el calendario gregoriano para sincronizar su ciclo con el ciclo solar, resultando en años de 366 días en lugar de los tradicionales 365.
Aunque este hecho es ampliamente conocido, los orígenes y objetivos detrás de esta fecha especial suelen ser un misterio para muchos.
El propósito fundamental del año bisiesto es alinear los calendarios con el ciclo natural de la Tierra alrededor del Sol, conocido como año solar.
Este ciclo tiene una duración aproximada de 365,2422 días, lo que presenta una dificultad para igualar en el calendario humano. Esta discrepancia temporal, que asciende a 365 días, 5 horas, 48 minutos y 56 segundos, causa un desfase que se acentúa con el tiempo si no se corrige adecuadamente.
Las sociedades antiguas enfrentaron este desafío de manera más aguda. Los egipcios, en torno al año 3100 a.C., y otras culturas como las de China y Roma, emplearon calendarios lunares que resultaron en años de 354 días.
Esta discrepancia de 11 días generaba una distorsión en las estaciones y en la percepción del tiempo. No fue hasta el año 45 a.C., cuando Julio César, observando las irregularidades estacionales, solicitó a Sosígenes, un astrónomo alejandrino, diseñar un nuevo calendario.
La inspiración del calendario egipcio
Este calendario, inspirado en el egipcio, introdujo años de 365 días con un día adicional cada cuatro años, dando origen al año bisiesto.
El calendario juliano, así establecido, evolucionó con el tiempo hasta dar paso al calendario gregoriano, implementado en 1582 por el papa Gregorio XIII. Una de las modificaciones más significativas introducidas por este nuevo calendario fue trasladar el día adicional al 29 de febrero.
Para evitar desajustes temporales, se establecieron excepciones: los años múltiplos de 100 no son bisiestos, a menos que también sean múltiplos de 400. Esta meticulosa corrección temporal garantiza la continuidad y precisión del tiempo en el calendario gregoriano, un legado que perdura hasta nuestros días.