Sábado 16 de septiembre, 3:30. La madrugada transcurría tranquila en el barrio Alta Mendoza (uno de los tantos poblados que constituye a La Favorita, en el oeste de la Ciudad de Mendoza). Cecilia Bruna (46), su esposo y toda su familia -en todo el predio, en distintas casas, viven (o vivían) 11 personas- descansaban después de un agotador viernes de trabajo -cada uno en lo suyo-.
Repentinamente, una sobrina de Cecilia -que vive, o vivía, en una de las casitas del terreno- entra desesperada a la casa de la mujer para despertar y alertar a todos por el incendio que había comenzado en la playa de autos San Agustín, ubicado a dos casas del lugar donde están -o estaban, hasta ese sábado a la madrugada- las viviendas de Cecilia y toda su familia. Y es que entre la casa de Cecilia y la playa de San Agustín (donde otra vez el fuego fue noticia; un incendio más y van...) hay apenas 20 metros.
“Se me quemó todo, no nos quedó nada. Nosotros dormíamos hasta que nos despertó mi sobrina, y cuando nos levantamos vimos el fuego por todos lados. Era una lluvia de fuego, directamente eran brasas que caían al lado nuestro. No se veía nada, y en el garaje de mi casa había una casa prefabricada, donde vivía mi hijo con su familia, y se prendió fuego todo”, destaca, con dolor y desesperación, Cecilia a Los Andes.
Ya pasaron más de 48 horas desde el incendio, pero ella y su familia lo continúan reviviendo como si todavía fuesen las 3:30 del sábado, y como si estuviera todo ardiendo a su alrededor.
Cecilia y su familia perdieron todo, Las casas prefabricadas que estaban en el lugar, la ropa, los electrodomésticos, la rotisería que era de su hijo y la moto con la que él trabajaba de delivery en el lugar. De hecho, los arquitectos que recorrieron la zona ya les han dicho que deberán demoler la parte del frente de la casa, porque ya no sirve más. Solo les queda una piecita en el fondo, que es la que menos afectada se vio por las llamas -porque toda la vivienda sufrió las consecuencias del fuego- y allí está ella y su esposo. Y es aquí donde se intenta resguardar, sabiendo que lo que viene a partir de ahora será casi tan duro como la madrugada en que lo perdió todo (o casi todo).
Sus hijos, hijas y el resto de la familia que vivía en el lugar han debido instalarse provisoriamente en las casas de otras tías.
“Todos los años hay, al menos, un incendio en la Playa de San Agustín. El último fue el 24 de diciembre pasado, que empezó de día y estuvo prendido hasta la noche. Todos sabemos que esto es intencional, que lo prende fuego la propia policía después de robar todo lo que más pueden de los autos que están en el lugar. Después, para tapar esos robos, van, tiran un fósforo y huyen del lugar. Pero quedamos nosotros, que somos quienes estamos al lado cuando explota todo”, agrega la mujer, con impotencia.
ESPERANZAS HECHAS CENIZAS
Cecilia lleva casi 20 años viviendo en el lugar. Su casa, la número 7 -o lo poco que queda de ella-, está en la manzana J del barrio Alta Mendoza. Fue una de las 5 o 6 más afectadas por el impactante incendio que se registró en el lugar durante la madrugada y la primera hora de la mañana del sábado. En total, son más de 40 las familias más perjudicadas,
Apenas se despertó, alertada por su sobrina, ella y toda su familia estuvieron entre los primeros trasladados a las instalaciones del Ecoparque de Mendoza. Hacia allí llegaron la mayoría de los damnificados, quienes en un primer momento fueron asistidos por los guardaparques de la reserva Divisadero Largo y a quienes luego se sumaron efectivos policiales y de bomberos. Todos ellos llevaron adelante la evacuación.
“Después de que entró mi sobrina a despertarnos y a avisarnos, llegó un móvil policial a avisarnos que teníamos que evacuar la casa. Lo primero que hizo mi marido fue ir a lo de una vecina a ayudarla, pero la policía insistía en que nos vayamos. Yo salí y dejé la puerta abierta, no tuve ni tiempo de darme vuelta a ver qué quedaba o qué podía llevarme”, rememora Cecilia. Y repite, una y otra vez: “Se nos quemó todo, no nos quedó nada”.
Cuando habla de todo, Cecilia incluye en esa palabra a la rotisería de su hijo -ubicado en la parte de adelante de su casa-, la moto del joven, las mesas, las silla, los sillones, el televisor, la heladera, el lavarropas, el secarropas. Cuando la mujer dice todo, realmente es todo.
Entre las primeras trasladadas al Ecoparque, estaban Cecilia y su hija, quien es asmática y recién en el ex zoológico pudo respirar con normalidad y calma.
“A los 5 minutos de haber llegado, nos confirman que se había quemado todo. Quisimos volver en el auto para ver qué podíamos salvar, pero la policía no nos dejó ir. Entonces, directamente decidí ir corriendo, por mi cuenta. Llegue a la zona del barrio y estaba sofocada, por lo que no pude pasar de ahí. Y fue en ese momento cuando me confirmaron que se había terminado de quemar lo poquito que quedaba”, agrega la vecina damnificada.
Entre los familiares de Cecilia que perdieron todo, sobresalen una hija de la mujer, de 4 años, y un nieto de 6 años. Durante la mañana de hoy tuvieron una reunión con las autoridades de la Municipalidad de la Ciudad de Mendoza, quienes se comprometieron a ayudar a las familias afectadas a levantar sus casas nuevamente. De hecho, a ella le entregaron material de construcción. Pero Cecilia sabe que es poco -o nada- lo que podrá mantenerse en pie de lo que, hasta el sábado, era su casa.
CÓMO AYUDAR
Ya extinguido el fuego, horas después Cecilia y otros tantos vecinos lograron regresar a sus viviendas, o lo que quedó de ellas. La mujer, quien se gana la vida con la venta ambulante, ha logrado resguardarse en la habitación del fondo de su casa, que es la zona que menos afectada se vio por las llamas.
“Los vecinos nos han ayudado con lo que pudieron. Nos dieron unos colchones, además de algo de comida para que desayunemos o merendemos. También nos prestaron una garrafa y una cocinita de tipo camping. Hay gente que nos ha acercado algo de mercadería, nos han traído papel higiénico, lavandina y hasta ropa. Realmente estamos muy agradecidos con esa gente, nos han depositado hasta algo de plata”, agrega la mujer.
El volver a empezar será muy difícil para la familia. Su hijo, por ejemplo, perdió la moto con que trabajaba. Su marido, de 46 años también, trabajaba haciendo viajes de pasajeros. “Está yendo a buscar algo de trabajo, lo que sea, y en todos lados le dicen que es muy grande. Yo trabajo comprando cosas -adornos de cerámica o lo que sea- para después venderlas, lo más barato posible y con tal de sacar aunque sea un poquito. Y tampoco sé qué voy a hacer a partir de ahora”, agrega Cecilia.
La mujer deja su celular para quien quiera o pueda ayudar con ella y toda la familia (2616314358, Cecilia), al tiempo que aclara que no hay ninguna campaña en las redes que se esté llevando adelante para juntar dinero que pueda ayudarles. “Hemos visto que hay gente que está publicando teléfonos y pidiendo dinero, diciendo que es para ayudarnos a nosotros. Pero no hay nada de eso, por lo que le pido a la gente que solamente se comunique conmigo”, aclara.
LA PROBLEMÁTICA DE LA PLAYA DE SAN AGUSTÍN
La playa de San Agustín, predio perteneciente al Ministerio de Seguridad de Mendoza, es un depósito a cielo abierto al que llegan autos y otros vehículos que, por estar judicializados o ser parte de una medida concreta, no pueden ser entregados a sus dueños (o supuestos dueños).
Periódicamente salen a remate algunos vehículos ubicados en el lugar, pero son más los que ingresan que los que salen, por lo que el predio termina convirtiéndose en un cementerio de autos -con suerte- o de chatarra -que es lo más común-.
Los incendios en el lugar son una constante, y los propios vecinos del predio se han cansado de denunciar que los incendios son intencionales, ya que se inician para ocultar los robos de autopartes y otros elementos en el lugar.
“Algo van a tener que hacer con la Playa de San Agustín. Hay un proyecto para sacarla de acá. Y es que esa playa no puede estar acá al lado. No tienen tela metálica, no tienen muros o una pared. Además de los incendios, muchas veces ha pasado que se han caído pedazos de autos y han golpeado a los niños que están jugando en el lugar”, destaca Cecilia. Y agrega: “gracias a Dios que no hubo muertos con los incendios de ahora, pero quién nos va a devolver lo perdido”.