Gabriela Desirée Rodríguez Sitta nació dos veces: el 18 de septiembre de 1994 y el 10 de julio de 2022, cuando la tragedia se coló a la salida del Teatro Plaza, en Godoy Cruz, tras una mala maniobra de un conductor que la dejó gravemente herida durante un mes en el Hospital Central.
Pero eso ahora es pasado: “Desi”, ya de alta, luce como si nada hubiese sucedido. Dialoga con Los Andes desde su casa, maquillada y sin secuelas y asegura que todo lo sucedido fue un milagro de Dios.
“No puede ser de otra manera. Soy muy creyente, me cuentan que estuve muy mal y, sin embargo, nunca sentí nada. Sólo pude ver a Jesús que me decía que todo iba a estar bien”, señala, sonriente y feliz de haber regresado a su rutina, a su casa y a sus mascotas Miel (su perro) y Nala y Mary, sus dos gatitas.
Mabel Sitta, su mamá, que aquella noche estaba junto a ella en el teatro, se apura en aclarar que el agradecimiento a la comunidad, medios de prensa y fieles de todas las parroquias, será eterno.
“Creo en Dios y la fe mueve montañas. Hubo cadenas de oración hasta en Estados Unidos, por eso siento que debo agradecer a todas las personas que nos llaman a diario. Jamás piensen que nos están molestando. Les quiero decir que crean en Dios, que tengan esperanzas y que los milagros existen”, reflexiona.
“Nunca pensé que iba a morirme y nunca me sentí mal, solamente estuve dormida 22 días. Me desperté una semana atrás y recordé todo, incluso la obra de teatro hermosa protagonizada por Soledad Silveyra y Verónica Llinás y hasta tengo grabada en la mente nuestra espera a la salida para poder sacarnos una foto con ellas. Somos cholulas”, reconoce riendo.
Desirée no siente ningún tipo de rencor con el conductor que casi la lleva a la muerte. “Pasó porque tenía que pasar. No guardo rencor. Soy creyente y todo esto, seguramente, debe servir para algo”, señala.
Estudiante de Trabajo Social en la Universidad Nacional de Cuyo (años atrás estudió Medicina, aunque luego cambió de carrera), está ansiosa por retomar sus estudios y poder graduarse.
También espera muy pronto poder continuar trabajando como secretaria en el colegio Portezuelo. “Tanto en la universidad como en mi trabajo dijeron que me esperan. De verdad, he sentido el cariño y el amor de la gente y no tengo más que agradecer”, insiste.
Y en este afán por decir “Gracias”, menciona a dos grandes amigos religiosos: por un lado, a su amiga Ivana, una monja mendocina que está misionando en España. “Ella llegó a Mendoza de visita justo cuando había sucedido el hecho y me visitó en el hospital. Me vio y le dijo a mi papá que estuviera tranquilo, que todo iba a estar muy bien”, recuerda. También habló de su amigo Jason, sacerdote. “Siempre me acompañó y rezó por mí”, dice.
Claro que entre la gran cantidad de personas que hicieron fuerza para que despertara y saliera adelante, también menciona a su novio Martín, quien en Terapia Intensiva le cantó una canción cuando ella, supuestamente, dormía. “Y también estuvo allí cuando me desperté”, agrega.
Desirée es cantante y grabó varios videos en YouTube. “Es impresionante la cantidad de gente que me sigue en las redes después de lo sucedido. No veo la hora de retomar el canto, algo que me apasiona”, se entusiasma.
Lo primero que hizo al llegar a su casa en Godoy Cruz, a pocos metros de la Parroquia Castelmonte, donde, además, integra un grupo de jóvenes y suele frecuentar la misa de los domingos, fue acostarse en su casa y dormir.
“Parece mentira que diga esto después de 22 días dormida, pero sí, fue así. Es que los últimos siete días estuve despierta y era tanta la ansiedad que me costaba descansar. Llegué a casa y dormí plácidamente”, evoca.
Ayer, según cuenta le respondió un audio a quienes, a esta altura, prácticamente se convirtieron en sus amigas virtuales: Soledad Silveyra y Verónica Llinás, las protagonistas de “Dos locas de remate”, que estaban de gira en Mendoza en julio.
“Solo les di las gracias. Ellas fueron muy atentas y nunca dejaron de llamar al hospital y a mis padres”, sostiene, sin poder creer, todavía, el estado extremadamente grave que presentaba aquella noche en que ingresó al hospital.
Hoy es consciente de que llegó al Central con un traumatismo encefalocraneano grave y varios politraumatismos. También se enteró que su mamá recibió un golpe en un costado del cuerpo y fue atendida en el lugar, aunque no requirió internación.
“Desi” es hija única, dulce, amable y solidaria. Su voz, su charla la describen de cuerpo entero. La definen tal cual lo hacían sus allegados cuando ella ni siquiera se había enterado de lo sucedido.
“Sucedió porque tenía que suceder y no busco culpables. Es más, podría hablar sin rencores con la persona que manejaba el auto aquella noche. Hoy estoy bien, en mi hogar y con mis padres. Aprendí que hay que decir ´Te amo’ a quienes verdaderamente queremos. Porque nunca sabemos cuándo será la última vez”, reflexiona, mientras se despide con su sonrisa pegada a la cara.