A partir de un decreto nacional, publicado en el Boletín Oficial, el Gobierno anunció que “se desregulará” la aviación civil no tripulada en zonas agrícolas. Es decir, se podrá usar drones en el campo sin previa autorización. La normativa despertó una fuerte expectativa en Mendoza, ya que podría ser una oportunidad de tecnificar el sector a menor costo y de flexibilizar los requisitos para su uso.
En la argumentación de la reciente normativa, el Ministerio de Transporte de la Nación destacó que “el objetivo central es desregular su utilización en zonas agrícolas, una decisión estratégica teniendo en cuenta el potencial de crecimiento que la utilización de drones le ofrece a esta industria”.
Así, el decreto 663/2014 plantea un nuevo esquema para la Aviación Civil No Tripulada. Pues en la descripción que hace la Subsecretaría de Transporte Aéreo se plantea como “Categoría Abierta” (no se requiere ningún tipo de autorización) a los equipos cuyas operaciones se realicen exclusivamente en zonas rurales.
En diálogo con Los Andes, Gustavo Salgado, piloto certificado de drones y docente, explicó cuál es el alcance que tendría la nueva normativa una vez que ésta se aplique.
Uno de los puntos clave será la quita o baja de impuestos a la importación para adquirir de afuera este tipo de tecnología aplicada al agro (aunque aún no se precisa cuáles ni montos). Por otro lado, ya no sería necesario pedir autorización oficial para usar el espacio aéreo y, como tercer beneficio, se facilitarán las condiciones para el registro de drones, lo cual hasta ahora –asegura Salgado- “es un trámite muy largo y engorroso”.
Eso sí. Lo que no cambiaría, pese al decreto, es la certificación obligatoria por parte de la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC) para poder operar un dron. “Hay que tener los conocimientos necesarios, hacer los cursos, tener la licencia y el seguro al día, con todo lo que implica eso, que es un montón de trámites. No es fácil hacer volar un dron”, explicó el experto.
No obstante, la normativa aún no está vigente. Para ello habrá que esperar un plazo de 180 días, hasta que la ANAC, organismo competente en el tema, publique oficialmente la reglamentación técnica para poder aplicarla. “No sabemos qué tipo, clase y categoría se incluirán en la llamada ´Categoría Abierta´. Es decir, no hay precisiones sobre el tipo de dron ni el peso máximo de despegue. Por eso hasta ahora todo sigue bajo las mismas condiciones”, dijo, cauteloso, Salgado.
Los drones del agro mendocino
Facundo Calderón es piloto certificado de drones e ingeniero agrónomo de la Estación Experimental, del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). Según afirma, en Mendoza hay solo algunas empresas que actualmente prestan el servicio de drones para el agro, puesto que no es “un uso masivo”. En tanto, esa entidad estatal tiene a disposición más de 50 drones en todo el país, exclusivos para tareas dentro del sector agropecuario.
Lo más habitual en el agro son los drones llamados “aplicadores” que, justamente, aplican desde lo alto, productos fitosanitarios. “Es un gran complemento de la maquinaria tradicional”, contó Calderón. El dron aplicador de productos suele utilizarse mucho en la vid y, sobre todo, en áreas hortícolas, donde las parcelas son más chicas y el dron logra “una mejor rentabilidad y más pronto retorno de la inversión”, según el técnico.
Otro dron específico para el agro y que cada vez se utiliza más en los campos mendocinos son los de imágenes, ya que sirven para realizar monitoreo y mapeos de las tierras y el cultivo y así evaluar cuestiones climáticas. También se utiliza para riego y fumigación; para conocer el estado sanitario de las plantas y su productividad.
“Obviamente no es masivo el uso de drones agrícolas en Mendoza –aclaró Calderón-. El productor pequeño o mediano no lo puede adquirir por un tema de costos. Pero sí lo hacen grandes empresas, sobre todo, bodegas, con el objetivo de tener una defensa activa ante las heladas, por ejemplo”.
En materia de lucha antigranizo, no obstante, el dron no puede sustituir a los aviones, puesto que estos últimos son más eficientes porque las áreas son más grandes y tienen mayor altitud. En cambio, los drones tienen una altitud restringida. “Por eso la diferencia entre unos y otros. No alcanzaría y no tiene ningún sentido. Al menos con el conocimiento que hay hasta el momento”, explicó Calderón.
En el agro, los valores para acceder a este tipo de aparatos son altos. Algunos drones con funciones muy específicas y que pesan entre 100 y 150 kilogramos pueden llegar costar hasta 40 mil dólares en la actualidad. Si bien hay una amplia variedad de opciones, la maquinaria tradicional sigue siendo la predominante en la provincia.
“Es tan caro un dron para el agro que el productor no llega a amortizar el costo. Lo clave es que haya muchas empresas de servicios que presten este tipo de tecnología”, agregó el técnico del INTA.
Salgado, que maneja drones para eventos masivos y da cursos de iniciación al dron, señaló que la gran debilidad ha sido la falta de acceso masivo a este tipo de tecnología “por los altos costos” y que esa situación ha generado un déficit de operadores capacitados y certificados en esa actividad aérea.