Día mendocino del Padre: San Martín en su rol de papá y visto con los “lentes” de este siglo

La figura paternal del Libertador de América ha generado amores y odios. Dos historiadores dan su punto de vista sobre la relación del prócer con su hija y sus nietas.

Día mendocino del Padre: San Martín en su rol de papá y visto con los “lentes” de este siglo
José de San Martín y su hija Merceditas, homenajeados en una escultura en la Alameda de Mendoza.

No es fácil interpretar con los “lentes” de este siglo a la figura de José de San Martín en su rol de papá de Merceditas. El desafío para algunos historiadores ha sido poder separar al “Padre de la Patria” de ese hombre que decidió “paternar” a su hija, solo y en el exilio, con luces y sombras y en un contexto histórico muy diferente al que hoy vivimos.

¿Fue un papá ausente por momentos? ¿Fue demasiado estricto? ¿Escribió las doce máximas para Merceditas y también para sí mismo? ¿Fue uno de los pocos militares de la época con inteligencia emocional que supo adaptarse a las circunstancias de su vida? Hoy, el rol y el legado que el General ejerció como padre, ¿sigue vigente? ¿Sería posible?

Para el historiador Roberto Tripolone, la figura de “El Libertador” como padre tuvo cierta dualidad, ya que su paternidad estuvo teñida de ausencias y mucha exigencia hacia la niña, pero también de resiliencia y adaptación a los diferentes cambios de rol que su hija y luego sus nietas le demandaron.

José de San Martín se convirtió en padre el 24 de agosto de 1816, en una casita de la calle Corrientes de la Ciudad de Mendoza. Allí, tuvo a su primogénita con su joven esposa, Remedios de Escalada. En enero del año siguiente, teniendo apenas seis meses la pequeña Merceditas fue cuando el prócer partió hacia Chile, como parte de la campaña militar para liberar a América.

El manuscrito de San Martín con las máximas para Merceditas (Archivo)
El manuscrito de San Martín con las máximas para Merceditas (Archivo)

Subraya Tripolone que durante siete años hubo cinco visitas a Mendoza que fueron intermitentes y esporádicas por parte de San Martín y en donde hubo encuentros escasos con su esposa y la niña, hasta el año 1823 cuando ya viudo, decide volver para llevarse a su hija de siete años a estudiar a Europa.

“Yo creo que la figura de San Martín como padre es bastante dual. Porque al principio tuvo un vínculo afectivo muy fugaz con su hija Merceditas en esos años y antes de llevársela a estudiar a Europa. De hecho, fueron escasas y esporádicas esas visitas donde retornaba a Mendoza. Entonces, cuando se la lleva a Europa, él prácticamente no conocía a su hija ni ella a él”, asevera el historiador y documentalista sobre José de San Martín.

En los primeros tiempos de ese conocimiento entre padre e hija, San Martín, acostumbrado a mandar y ser obedecido por ejércitos enteros, rezonga porque su hija ha sido “malcriada por su abuela”, según le escribe a su amigo Tomás Guido en una correspondencia. Pero claro, ella era apenas una niña y él, un general acostumbrado a la lógica de dar y recibir órdenes.

“Cuando pasa a buscar a Merceditas para ir a Europa, creo que ahí empieza su rol de padre. Hasta ese entonces, solo había sido un padre biológico porque fue un hombre que armó ejércitos y liberó países. Estuvo once años en América Latina siempre siendo conductor, con triunfos y derrotas. Lo de Perú fue una derrota para él. Y las derrotas aleccionan mucho”, plantea Adriana Micale, historiadora y miembro de la Junta de Estudios Históricos de Mendoza.

Las máximas, ¿para Merceditas o para San Martín?

Dos años después del exilio, en 1825, ya instalados en Bruselas, San Martín escribe esas doce máximas a Merceditas como una suerte de norte en cuestión de valores para la educación de su hija. “También fue una forma, a su manera con tono militar, de acercarse a su hija porque él había sido criado desde ese orden desde los 11 años”, dice Tripolone.

O bien, como suma Micale, esos consejos también podrían ser interpretados como una suerte de “estrategia familiar o punteo de valores para sí mismo como padre”.

Y agrega la historiadora: “Siempre pienso si las máximas dedicadas a su hija no fueron más para sí mismo. Como una forma de abordar una paternidad en soledad. De hecho, están redactadas en un verbo infinitivo, y escritas en un papel suelto. Como si él hubiese hecho un punteo de las cosas en que debía trabajar para convertir a su hija en una persona de bien”.

Con los años, el vínculo entre el papá y su hija se vuelve más cercano. Mercedes se casa joven, San Martín apoya la relación y logra un muy buen vínculo con su yerno, Mariano Severo Balcarce. Luego llegará su atardecer con una vida apacible, disfrutando de la lectura, la jardinería y, sobre todo, de las caminatas con sus nietas, según cuenta la historia epistolar.

San Martín pasa a ser un viejito adorable de haber liderado ejércitos en toda América. Es decir, se supo adaptar muy bien a las situaciones. Su carrera militar se basa en la adaptación a las diferentes circunstancias y en su vínculo personal con Merceditas también fue va adaptándose a las circunstancias. Digo, capacidad de adaptación fue una constante en su vida”, destaca Tripolone.

Una vejez apacible y una buena muerte

El historiador subraya que hay pistas de esa relación que San Martín como padre fue afianzando con su única hija a través de los años. “Hay pistas de Merceditas como hija. Ella lo va a cuidar muy de cerca. Ella se llevó a su padre a vivir con él y le leía el diario porque San Martín casi no veía. Salía con sus nietas y su hija a hacer caminatas y a pasear”, señala.

“Podría haber terminado solo como otros militares que continuaron siendo muy rígidos, incluso teniendo hijos. Como Artigas, por ejemplo –dice el investigador-. Su muerte fue una buena muerte. Se murió rodeado de su hija y sus nietas. Eso habla de él como papá, más allá del prócer.”

Merceditas nació el 24 de agosto de 1816.
Merceditas nació el 24 de agosto de 1816.

Para Micale, el hecho de que San Martín haya muerto “rodeado de su familia” habla de los valores humanos que transmitió y practicó durante esa vida y que fueron visibles también gracias a esas máximas (vaya a saber si destinadas a Merceditas, a sí mismo o ambos). “No murió como Simón Bolívar, solo y enojado en el exilio, en Santa Marta, o como el mismo (Bernardo) O´Higgins, quien también muere solo y exiliado en Lima”, aclara.

Un legado que trascendió

Sin duda que las máximas que escribió San Martín continuaron a través de las generaciones, a tal punto, que Josefa “la Pepa”, su segunda nieta, organizó desde Francia una colecta para colaborar con Mendoza después del terremoto de 1861. “El legado que le dejó a su hija, incluso sobre Cuyo, se nota en esas acciones”, cuenta Micale.

“Las máximas tienen que ver con los valores del hombre y el ser humano. La amistad, la caridad y el respeto a los pobres. Los valores de San Martín tienen gran actualidad, por más que fueron escritas en 1825. Eran otro momento, era otra la circunstancia”, agrega la docente e investigadora.

Sin duda, ambos consultados afirman que el rol de padre que ejerció San Martín comenzó desde que escribió aquellas máximas en 1825. Porque hablan de una “planificación familiar”, de un norte trazado y de un compromiso a largo plazo que el propio San Martín se encargó de cumplir. Al menos así lo refleja la historia.

De un padre a una hija: las máximas de San Martín

En 1825, en la ciudad de Bruselas, José de San Martín escribió una lista de consejos destinados a la educación de su hija.

  • Humanizar el carácter y hacerlo sensible aún con los insectos que nos perjudican.
  • Inspirar amor a la verdad y odio a la mentira.
  • Inspirar gran confianza y amistad, pero uniendo el respeto.
  • Estimular en Mercedes la caridad con los pobres.
  • Respeto sobre la propiedad ajena.
  • Acostumbrarla a guardar un secreto.
  • Inspirar sentimientos de indulgencia hacia todas las religiones.
  • Dulzura con los criados, pobres y viejos.
  • Que hable poco y lo preciso.
  • Acostumbrarla a estar formal en la mesa.
  • Amor al aseo y desprecio al lujo.
  • Inspirar amor por la Patria y por la Libertad.

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