Días y semanas enteras sin moverse de su lado: así fue el entrenamiento a las elefantas para viajar a Brasil

Tras más de un año de espera y casi 4 de preparación, las elefantas Pocha y Guillermina abandonaron hoy el Ecoparque de Mendoza y partieron hacia el Santuario de Elefantes en Mato Grosso (Brasil). Con ellas viajan 3 cuidadores que las han acompañado durante los últimos años y que compartieron con Los Andes el día a día, los preparativos y toda la historia de cariño y confianza.

Días y semanas enteras sin moverse de su lado: así fue el entrenamiento a las elefantas para viajar a Brasil
Pocha y Guillermina serán trasladadas del Ecoparque a Brasil. - Ignacio Blanco / Los Andes

Esteban Guevara tiene 71 años y entró al Zoológico de Mendoza (cuando todavía era tal) en 1994. Héctor Troncozo tiene 59 y luego de estar en la Dirección de Parques trabajando desde 1989, en 2002 también fue asignado al zoo. Miguel Ángel Fuentes, en tanto, es el más joven de los 3. Tiene 31 años y en 2015 empezó a trabajar en el paseo. Los tres comenzaron a trabajar en el lugar antes de que se lo convierta en Ecoparque, y los 3 son los cuidadores –y hasta compañeros- inseparables de las elefantas Pocha y Guillermina, las dos elefantas asiáticas que este sábado por la tarde partieron vía terrestre y en camión hacia el Santuario de Elefantes de Brasil.

Tanto Guevara, como Troncozo y Fuentes son parte del operativo de traslado y están viajando hasta Mato Grosso (donde se encuentra el santuario) junto a Pocha y Guillermina, quienes van en un mismo contenedor arriba del vehículo de cara. Y se entiende que las acompañen hasta destino, si las paquidermas encuentran en ellos a sus mejores compañeros de confianza, aquellos que –en situaciones extremas- no han sabido de francos, de fines de semana ni de feriados con tal de estar disponibles para las elefantas si ellas los necesitaban.

Días y semanas enteras sin moverse de su lado: así fue el entrenamiento a las elefantas para viajar a Brasil. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes.
Días y semanas enteras sin moverse de su lado: así fue el entrenamiento a las elefantas para viajar a Brasil. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes.

“Y, la verdad es que un poco se las va a extrañar, porque uno ya se acostumbró a estar con ellas. Pero lo importante es que se van a ir a un lugar mejor y van a estar bien ellas”, se sinceraba Héctor al comienzo de la charla de este sábado por la mañana, cuando faltabann apenas unas horas para que Pocha y Guille emprendan el viaje. En sus palabras, los cuidadores repasan no solo el último año intenso de entrenamiento, adaptación y cuarentena de las elefantas –madre e hija-, sino también de los primeros pasos que dieron allá por 2018 y cuando comenzaron los ejercicios ante un posible e inminente traslado. Pero desde antes de que surgiera la primera posibilidad concreta del viaje al santuario, Esteban, Héctor y Miguel Ángel ya vivían por y para las elefantas en el Ecoparque. Y también por Kenya y Tamy, los dos ejemplares que todavía siguen en el lugar y estarán siendo trasladados al santuario –de no mediar inconvenientes- entre fines de año y ya comienzos de 2023.

“Es como todo animal, ya sea un perro o un gato: saben cuándo uno se acerca a darles cariño y ayudarlas y cuándo para hacerles daño. Como a cualquier animal, a los elefantes y a las elefantas hay que respetarlas y saber cuándo acercarse a ellos y cuándo no. Y si bien al principio cuesta entrar en confianza, una vez que se adapta, se genera el vínculo. Las elefantas ya nos identifican por la voz y se dan cuenta cuando estamos nosotros para ir a darles de comer y limpiarlas”, acotaba a su turno el más experimentado de los cuidadores, Esteban Guevara. “¡Ya lo creo que es cierto eso que dicen de la memoria de los elefantes!”, agregaba casi entre risas.

Días y semanas enteras sin moverse de su lado: así fue el entrenamiento a las elefantas para viajar a Brasil. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes.
Días y semanas enteras sin moverse de su lado: así fue el entrenamiento a las elefantas para viajar a Brasil. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes.

Guevara, Troncozo y Fuentes siempre han estado a disposición de las necesidades de las elefantas, así como también de Tamy –macho asiático con quien Pocha tuvo a Guillermina- y de Kenya –hembra africana-. En la etapa final de la adaptación y entrenamiento, completaron el equipo Rolando Gil y Mariano Munives.

Fueron ellos quienes no solo se encargaban de practicar con las elefantas los distintos movimientos preparativos y previos al viaje –a su vez, los cuidadores mendocinos fueron preparados para ello por entrenadores de afuera, pertenecientes al Santuario de Elefantes-, sino que también tuvieron a su cargo la adaptación física y espacial del recinto para este esperado momento. Una tarea nada fácil si se tiene en cuenta, además, que los elefantes pueden llegar a pesar entre 4 y 4,5 toneladas, y medir alrededor de 2,50 metros de alto por 4 metros de largo.

Los elefantes nunca olvidan

En circunstancias normales, sin ninguna cuarentena ni necesidad de adaptación para ser trasladados, los cuidadores mendocinos solían dividir su mañana en una “sesión privada” para cada ejemplar. “Abrirles la puerta interna para que salgan a la playita, encerrarlos, darle 2 o 3 veces al día comida; esa es la rutina más común”, reconocía durante esta mañana Miguel Ángel Fuentes.

“Una vez que el elefante sabe que sos vos, te va a buscar y te hace saber cuándo quiere que le hagas cariño. Se echan al lado tuyo para que les sobes la cabeza y es como que te demandan cariño”, acota por su parte Esteban, quien está abocado y destinado exclusivamente al cuidado y el acompañamiento de las y el elefante del Ecoparque. Héctor y Miguel Ángel, por su parte, también están dispuestos a otros recintos. “Cuando te gusta lo que hacés, las cosas salen mejor todavía”, se sinceraba a su turno Héctor Troncozo.

Días y semanas enteras sin moverse de su lado: así fue el entrenamiento a las elefantas para viajar a Brasil. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes.
Días y semanas enteras sin moverse de su lado: así fue el entrenamiento a las elefantas para viajar a Brasil. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes.

Manzanas, camote, zanahoria, banana y zapallo son los alimentos que integran la dieta cotidiana de los elefantes en el Ecoparque de Mendoza. Sin embargo, mientras se intensificó el entrenamiento para poder concretar en tan ansiado traslado al Santuario de Elefantes de Brasil, la manzana, la banana y la zanahoria se convirtieron en incentivos y “premios” para reconocer a Pocha y Guille cuando lograban completar los ejercicios necesarios.

Preparación especial

El año en que comenzó a cambiar la rutina cotidiana de las elefantas y de Kenya en el Ecoparque de Mendoza fue el 2018. En aquella oportunidad, y en dos períodos separados entre sí de 2 meses cada uno, llegaron por primera vez entrenadores de La Plata y de Estados Unidos. La idea de llevar a los ejemplares a un espacio que se asemejara más a su hábitat natural fue tomando cada vez más fuerza.

“En agosto de 2018 vinieron por primera vez, pero era porque Kenya tenía un problema en uno de sus colmillos que le estaba haciendo doler toda la cara. De nacimiento tenía el colmillo mal ubicado, así que hubo que hacerle un tratamiento”, recordaba Esteban sobre la única elefanta africana que queda todavía en el Ecoparque. A raíz de esta molestia y de tanto refregarse, Kenya perdió sus dos colmillos (los elefantes africanos tienen colmillos más largos y grandes que los asiáticos). Pocha y Guillermina, por su parte –ambas elefantas asiáticas y de colmillos más chiquitos por una cuestión característica de la especie- tampoco tienen sus colmillos que se evidencien. Pocha porque también los perdió de tanto refregarse, mientras que a su hija Guillermina (de “solo” 23 años) le están creciendo por estos días. Tamy, el más “rebelde” de los elefantes –macho, asiático y padre de Guille-, por su parte, tampoco los tiene (llegó proveniente de un circo).

Luego de ese primer viaje de entrenadores a Mendoza, las visitas de especialistas continuaron. Y también fue en ese momento en que se empezó a preparar a las elefantas Pocha y Guillermina para el traslado, que estaba decidido y podía llegar a concretarse en cualquier momento (previo a gestionar autorizaciones).

“En 2018, 2019 y 2021 vinieron entrenadores y especialistas para retomar los trabajos. Ya en el último año fue todo más intenso: más horas de trabajo en el adiestramiento y más trato de lo normal. Se les enseñó a las elefantas a levantar una pata, se las acostumbró a entrar y salir al contenedor, se les tomó muestras de sangre de las orejas para ver si estaban bien, se les hizo lavaje de trompa y todo lo referido a medicación”, repasaba los cuidadores, quienes aclararon que adaptaron toda la “playita” del recinto –el espacio que es abierto y que podía ver el público mientras el Ecoparque estuvo habilitado a las visitas-. “El animal va aprendiendo lo que tiene que hacer con la práctica, y nosotros lo incentivamos como comida”, acotó Esteban.

Si bien ninguna de las dos elefantas que continuará su vida en el Santuario de Brasil sabe lo que es vivir en libertad –Guillermina nació y se crió en cautiverio, mientras que Pocha fue captada de recién nacida-, han evidenciado en más de una oportunidad el estrés del encierro. “A la larga se adaptan. Es como una persona cuando se acostumbra a vivir en una piecita chica. Pero vos ves que el animal da vueltas todo el tiempo, nunca se queda quieto ni tranquilo y es como si siempre estuviera buscando algo”, resumía Héctor Troncozo.

A partir de mayo del año pasado iniciaron la cuarentena y se intensificó la adaptación para Pocha y Guille, la misma que continuará hasta el momento en que ellas mismas decidan subirse al contenedor y hagan saber que están listas para ser trasladadas a Brasil. “Guillermina entra primero al contenedor, caminando hacia atrás hasta llegar al extremo y se queda mirando a Pocha. Después entra Pocha y se queda parada delante de ella, mirándola de frente”, describieron los cuidadores. Los contenedores están desde hace un año en el Ecoparque, mientras que el camión en que serán trasladadas –uno solo- llegará desde Buenos Aires y es de la misma empresa en que se trasladó a la elefanta Mara desde el Ecoparque de Buenos Aires hasta el mismo santuario.

Hablando de la libertad

Los cuidadores de las elefantas Esteban Guevara, Héctor Troncozo y Miguel Ángel Fuentes están acompañando en su viaje a Brasil, hasta el Santuario de Mato Grosso. “Merecemos saber y ver cómo es el lugar en el que van a estar”, se sinceran entre risas en la previa al traslado. “Va a ser el momento definitivo, el saber que todo para lo que hemos trabajado va a tener un buen final”, acotaron antes de emprender el viaje.

Días y semanas enteras sin moverse de su lado: así fue el entrenamiento a las elefantas para viajar a Brasil. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes.
Días y semanas enteras sin moverse de su lado: así fue el entrenamiento a las elefantas para viajar a Brasil. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes.

Si bien bajo ningún punto de vista el santuario está pensado como un espacio recreativo para las personas y no hay visitas, los cuidadores mendocinos se entusiasman con poder viajar dentro de algunos meses –o años- para ver cómo han crecido en libertad “La Pocha” y “la Guille”.

El entrenamiento de Kenya y del “fugitivo” Tamy

Pocha tiene 56 años y llegó a Mendoza en 1968, con apenas 3 años. Nació en India y de muy joven continuó su vida en cautiverio. A la provincia llegó proveniente del zoo alemán Tierpark Hagenbeck y lo hizo en calidad de canje. Guillermina, en tanto, es hija de Pocha y nació en 1998 (tiene 23 años) en el entonces Zoo de Mendoza, hoy reconvertido en Ecoparque.

Con la ida de las dos elefantas, quedarán dos ejemplares más en Mendoza. Uno de ellos es el macho Tamy elefante asiático, al igual que Pocha y Guillermina- y quien es precisamente el padre de Guille. “El entrenamiento del Tamy va un poco más lento, pero porque es un poco más reacio. Vamos a tener que trabajar con él bastante más”, se sinceran los cuidadores del Ecoparque.

Se calcula que Tamy tiene entre 51 y 52 años y llegó a Mendoza junto a un circo. “Se cuenta que al Tamy lo dejaron acá porque era bravo y no pudo conseguir el permiso para pasar a Chile con el circo. Entonces, lo dejaron en el Zoológico. Incluso, es famoso el día en que el Tamy se escapó del Zoológico de Mendoza (NdA: llegó en 1984 a la provincia y fue por ese entonces) y lo encontraron arriba, por la zona del Dique Papagayos. Como era un elefante de circo y estaba entrenado para ciertos ejercicios, fue la misma gente del circo quien lo llevó de vuelta y lo hizo usando a una elefanta. Cuando la elefanta se le puso adelante, el Tamy le agarró la cola con la trompa y así lo subieron al camión para dejarlo de vuelta en el zoológico”, reconstruye Esteban, a quien –a su vez- le contaron la historia del boca en boca.

En cuanto a Kenya, tiene entre 41 y 42 años y llegó a Mendoza en 1985, procedente del mismo zoológico alemán que Pocha y en calidad de canje. Su adaptación para prepararse y poder viajar está más avanzada que la de Tamy, por lo que sería la próxima en abandonar el Ecoparque. Claro que para poder completar la parte más fina del entrenamiento se necesitaba que Pocha y Guille salgan con destino a Brasil y dejen despejado el recinto, algo que ocurrió durante la tarde del sábado.

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