“Si no cumplís la promesa, Deolinda te la cobra”, dijo Claudio “Chiqui” Tapia en su última visita a la famosa Difunta Correa, la “santa popular” de San Juan que miles y miles veneran. Más que por cobrarlas, La Difunta es conocida por otorgar favores -incluso muchos hablan de milagros- a todos aquellos que cumplan sus promesas, motivo que ha atraído hasta el oratorio a un millón de personas por año.
De todos esos promesantes el 90% son mendocinos, según contó una guía a Los Andes, antes de adentrarse en la historia de esta gran devoción que trascendió al mundo entero.
“Tiene una relación especial con Mendoza, el 90% de los promesantes son mendocinos”, aseguró Viviana Reynoso, guía en la Fundación Vallecito y nativa de la localidad que lleva el mismo nombre, el pueblo de 900 habitantes donde está ubicada la popular imagen y que hace algunas semanas se vio revolucionado por la llegada de la Copa del Mundo. “Ese día vino gente que no se esperaba. Un acontecimiento como éste era imposible no difundirlo, algo parecido pasó con la Copa América”, recordó Viviana.
No fue la primera vez que el presidente de la Asociación del Fútbol Argentino mostró su devoción por la “santa popular” sanjuanina. La primera vez que se viralizó su fe hacia ella fue cuando asumió como titular de la AFA, motivo por el que agradeció a La Difunta subiendo arrodillado los 72 escalones hasta el oratorio. Y hay más: el ascenso de Barracas Central a primera, la clasificación al mundial de Rusia 2018 y la obtención de la Copa América.
En realidad, “no es nuevo que Tapia visite a la Difunta Correa”, explicó Viviana, ya que visita a Deolinda desde chico: “Es sanjuanino, sus padres conocían a La Difunta, su papá era camionero y pasaba por acá”. Incluso, continuó la mujer, “Chiqui” Tapia “ha continuado visitando a la Difunta de manera privada, sin que se difunda”, más allá de la repercusión que tomó su devoción cuando se hizo conocido en el país. “Se popularizó no solo por gente que es devota sino también por gente que vino a ver la copa”, concluyó la guía del lugar.
Ahora, además de los miles de mendocinos que van cada semana, se acercan algunos curiosos fanáticos de la Selección Argentina. “No está mal, porque a nosotros igual nos visitan y nos beneficia. Este es un pueblito que se autoabastece con la visita de la gente que viene, ya sea promesante o que vino de pasada. Nunca nos viene mal la visita, siempre estamos queriendo que vengan más, todos vivimos de eso”, relató Viviana, mientras busca al encargado de llaves para que abra la sala donde todo es celeste y blanco.
LA COPA Y EL MUNDO
“¿El Chiqui trajo la copa?”, pregunta una joven mientras mira por el vidrio la camiseta con la que Messi le hizo los 3 goles a Ecuador que clasificaron a Argentina al mundial de Rusia 2018. Cuatro años atrás, el presidente de la AFA se la ofrendó a la Difunta Correa. Alrededor, decenas de otras camisetas albicelestes, banderas, gorros y más, todos regalos que la gente fue dejando. La Copa del Mundo, la original, ya no está, ese día visitó a la Virgen de Luján, patrona de Argentina.
Pero no todo es “Chiqui” Tapia y la Selección. Mientras todo eso pasa, ni los agobiantes 36°C detienen a los promesantes a recorrer los 72 escalones para darle un beso, tocarle la mano o dedicarle unas palabras a la imagen de La Difunta, además de llevarle la infaltable botella de agua. Es que la historia de Deolinda Correa cuenta que murió de sed mientras atravesaba el desierto rumbo a La Rioja, en búsqueda de su marido, quien había sido reclutado para las guerras independentistas alrededor de 1840.
Exhausta por el calor, el hambre y la falta de agua, la mujer reposó en un árbol para darle de amamantar a su hijo, y allí murió. Cuando unos arrieros lugareños la encontraron, notaron que milagrosamente el bebé seguía vivo, por lo que pusieron una cruz sobre un peñón y enterraron su cuerpo al pie de la loma, donde actualmente está el Cuadro de Capillas.
A partir de allí, sorprendidos por la supervivencia del menor, los arrieros continuaron visitando la tumba, difundiendo “el milagro” y sus favores, hasta que la fe por La Difunta se empezó a expandir cada vez más.
Es por eso que los principales seguidores de la Difunta Correa son arrieros y camioneros, relacionados a los viajes y los pioneros del culto, y de allí se explica también su extensa difusión. Desde el ingreso ya es notorio, por las cientos de patentes, partes de vehículos y juguetes de camiones y autos que decoran la entrada.
A medida que uno avanza hacia arriba, por la escalera que sube la loma hasta el oratorio, aparecen más y más ofrendas: maquetas de casas y todo tipo de construcciones, lienzos rojos, llaves, carteles, fotos, flores, cascos, llaveros, placas, velas, trofeos y medallas.
Hasta autos, motos y reliquias, por su valor patrimonial o económico, que hoy forman parte del museo de La Difunta. “La promesa, sin dudas, es distinta y cada una tiene su propia identidad”, respondió Viviana. Además, la mujer reveló que “vienen muchos famosos que no avisan, por ejemplo, Florencia de la V, Gastón Pauls, Marley y Lizy Tagliani”.
“En el museo tenés prendas de Sandro, Nicolino Loche y la camiseta Di María, que se dijo que hizo una promesa por la salud de su hija. Nosotros no lo vimos, pero a lo mejor vino entre toda la gente”, continuó, en otra muestra de cómo la fe en La Difunta se expandió por el mundo.
UNA GRAN DEVOCIÓN
Desde Neuquén, por ejemplo, llegó Silvia Roca, quien contó haber viajado exclusivamente para cumplir “una promesa que hice porque estuve complicada de salud, y le pedí a la Difunta que me ayude en esto”. “Gracias a su favor concedido hoy puedo estar acá, con mi hijo, mi hermano y mi sobrino”, confió la mujer.
César Francés, de Córdoba, reveló que junto a su familia “todos los años hacemos el mismo viaje, agradeciendo el año; hacemos la primera parada en San Expedito -a unos pocos kilómetros- y después acá”.
Los mendocinos Claudia y Fabián, oriundos de Maipú, van una o dos veces por año a la Difunta Correa. “Siempre venimos a agradecer, más que nada”, aseguran, mientras comparten un rato juntos sentados a un lado del oratorio. “Yo viajo a trabajar todo el año, asique agradezco porque jamás he tenido accidentes”, manifestó él; mientras que ella aprovecha para “agradecer por mi niño que hace 6 meses que se fue a España”. En ambos casos, como en muchos otros, su devoción “es tradición de familia”.
Devotos o no, promesantes o curiosos, “a mí me gusta que ellos entiendan la devoción nuestra, el respeto nuestro a la Difunta”, se sinceró Viviana. La nacida en Vallecito relató que “hay mucha gente que viene, no cree y es irrespetuosa; y eso no molesta, sino que duele”. Por otro lado, también vive diariamente la otra cara de la historia: “La gente se va llorando cuando escucha las historias”, dijo sobre promesas y milagros.
Lo cierto es que, aunque aún no es reconocida oficialmente por la Iglesia Católica ya que necesita, primero, pasar por la investigación de protocolo; es indudable la popularidad de la historia de Deolinda Correa y la devoción de sus creyentes, que es de mayoría mendocina pero que ya le pertenece al mundo.