Don Ernesto, el abuelo de 97 años que cuenta su vida saludable en un podcast

Vive en Godoy Cruz, desayuna un pomelo y no come carne. Pasea, juega a las bochas, anda en bicicleta y disfruta de hijos y nietos. “El podcast me divierte y además me gusta ayudar a otros”, contó a Los Andes.

Don Ernesto, el abuelo de 97 años que cuenta su vida saludable en un podcast
Ernesto Marziani y las claves para vivir 100 años.

Seguramente habrá mucho de genética, aunque sin dudas el estilo de vida y la alimentación saludable que practica el mendocino Ernesto Marziani resultan clave para que a los 97 ande por la vida como un pibe.

Lúcido, de voz firme y gran sentido de humor, paseandero y rutinario, tal como se define, grabó un podcast para contar los secretos de su longevidad en cinco episodios. Fue a partir de una propuesta de uno de sus nietos, el publicista Loly Marziani. Quienes deseen verlo pueden buscarlo en Spotify y el título es “Vivir 100 años”.

“Desde hace muchos años, tenía 40, y por un problema gástrico, no consumí más carne. Desayuno un pomelo y no tomo medicamentos. Gracias a Dios, porque soy muy católico, me siento perfecto”, se presenta.

Claro que también tiene otros tips: salir, caminar, pasear, visitar hijos y nietos y disfrutar del sol. Porque a Ernesto no le gusta estar solo y lo asume. Viudo, hace siete años partió “el amor de su vida”, su esposa María Eugenia Cruciani, con quien estuvo casado 57 años y se fue de repente a raíz de una insuficiencia cardíaca.

Hijo de inmigrantes italianos que llegaron a hacerse la América, Rosa Martinángeli y Enrique Marziani, Ernesto nació el 15 de agosto de 1924, vive en Godoy Cruz y es el único sobreviviente de 9 hermanos.

Toda la familia se gestó en Benegas: allí, incluso, nacieron sus tres hijos, Mario, Rodolfo y Graciela. También es abuelo de nueve nietos y siete bisnietos.

Herrero de toda la vida, siempre trabajó muchísimo y gozó de un buen pasar. “Eso sí, trabajé sin horarios toda la vida. Eso me permitió viajar, pasear, conocer. Tuve una vida muy linda”, cuenta a Los Andes.

Con María Eugenia, a quien conoció en su taller, porque los hermanos de ella eran sus clientes, tuvo un matrimonio de lujo. “Inmejorable”, define.

“Jamás un gesto desagradable ni una mala cara. Desde el día en que la conocí supe que era ella. Hemos sido muy felices y fue difícil afrontar la soledad, pero soy muy católico y Dios me ayuda, confío en Él y le hablo mucho”, se confiesa.

Su forma de vivir naturista es clave, según dice, para que nada del cuerpo le duela. “No tomo remedios”, insiste.

Ernesto juega a las bochas, anda en bicicleta y camina como una rutina diaria.

“Eso sí, durante la pandemia más estricta me cuidé muchísimo. Fui muy respetuoso de las normas y nunca tuve miedo”, señala.

La propuesta de su nieto Loly para mostrarle al mundo su forma de vida lo divierte. Pero además se siente gustoso de poder ayudar a otros.

“Repito, todo esto es gracias a Dios, porque nunca me abandona. Le pido permiso, dialogo y sé que todo estará bien”, advierte.

Hasta los 100

Con el objetivo de transmitir su experiencia de vida e inspirar a otras personas a que sean centenarias en perfecto estado físico y mental, grabó el podcast Vivir 100 años. A lo largo de 5 episodios que se difunden por Spotify, cuenta su historia junto a su médico Diego Puebla, quien lo acompaña desde hace más de 10 años.

Para Ernesto, a quien le dicen “El Puma”, la familia cumple un rol fundamental en su vida.

Sobre ese tema también se refiere en el podcast, además de los niños, la vejez, la violencia familiar, los valores, el trabajo y la alimentación, entre otros temas.

Marziani se autodefine como curioso, viajero, con un gran sentido del humor, amante de la naturaleza, de la alimentación saludable, del naturismo y de las bochas, un deporte que abandonó por el coronavirus pero que ya está retomando.

La vida al aire libre y la alimentación sana, además de la buena compañía –asegura que tiene una amiga y que siempre visita a sus seres queridos—le permiten disfrutar del día a día casi como un adolescente.

“Pero sin dudas –concluye—lo más importante es la paz interior. Y yo puedo decir que la siento”.

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