Una mala noche de mal descanso podría pasarle a cualquiera. Sin embargo, el asunto es que las personas dormimos cada vez menos y peor. Las horas que se dedican a dormir se han ido limitando de la mano de la sobrecarga de tareas, cambios culturales y, para muchos, una mayor nocturnidad. Pero además, la calidad del sueño se ha visto afectada: dificultades para conciliarlo, sueño entrecortado, inquieto, entre otras cosas, son parte del menú diario de muchos.
Parte del problema es la naturalización de esta situación. Se vive en una sociedad en la que permanecer activo parece una virtud, a costa de cualquier cosa, y por el contrario dormir aparece como algo menos productivo. Incluso muchos de quienes toman conciencia de la falta de descanso y sus consecuencias no lo resuelven, pese a que no hay que ir más lejos del día siguiente para encontrarse con las consecuencias. Pero nos acostumbramos a vivir de este modo, aunque el golpe dé de lleno en la calidad de vida.
Más aún, sostenido en el tiempo, los médicos advierten que el impacto es mayor, ya que la mala calidad de sueño es un factor de riesgo para el desarrollo de enfermedades, tanto metabólicas como mentales. Aseguran que de hecho, aquel que haya sostenido esto por mucho tiempo tiene más chances para el desarrollo de alguna demencia en la edad adulta.
El deterioro es notorio en relación a generaciones anteriores, dormimos peor que nuestros padres y nuestros abuelos. En 50 años, la población ha perdido más de dos horas de sueño según la Fundación Internacional del Sueño, una organización de referencia en el tema a nivel mundial. Según los datos que maneja, en promedio se pasó de dormir 8,5 horas en 1960 a entre 6 y 6,5 en 2009.
Esta cultura de ser productivos todo el tiempo, de la hiperconexión y la sobrecarga claramente nos ha robado salud. Pero además de las horas destinadas al sueño, se presenta otra situación: la mala calidad del sueño.
“Hablar de cantidad no siempre es sinónimo de calidad”, remarcó a Los Andes la médica somnóloga Fernanda Farfan. Efectivamente, se presenta un abanico de circunstancias como tener dificultades para conciliar el sueño, despertarse durante la noche, un sueño liviano o una mala respiración que lo afecta.
Se duerme como se puede
“Claramente duermo mal y duermo en cuotas”, aceptó Guillermo (49). “Tengo como conciencia de los momentos en los que me despierto y de los momentos que hago el esfuerzo para dormirme. Duermo, calculo que una hora y media, me despierto, giro y vuelvo a concentrarme, que tengo que dormir, me pasa dos veces en la noche seguramente”, relató.
Las cuestiones que tenemos que resolver al día siguiente, pendientes o preocupaciones también pueden ser un detonante. “Muchas veces me quedo colgado con algo”, asegura. Como le pasa a mucha gente, es consciente de que le afecta la calidad de vida y la salud. “Me parece que afecta a nivel metabolismo y la actividad, estoy muy cansado todo el día, ando con sueño y pesadez en la cabeza”, confesó.
Paola (40) no está mejor, aunque duerme bien, su problema es el tiempo. “Duermo menos de 6 horas diarias, lo cual es poco y no paro a la siesta. El motivo es que la carga horaria laboral es muy extensa y como tengo hijos, al llegar a casa hacemos las tareas del colegio, las del hogar, la comida de ese día, la del otro día, te bañás a la noche y cuando te querés acordar se hace muy tarde”, relató.
Aseguró que realmente influye en su vida: “No me puedo despertar, últimamente me está costando muchísimo levantarme (...) Me entraron a robar y después de eso me despierto con mucha facilidad y no me puedo volver a dormir por temor, pero si no, las 5 horitas que duermo, las duermo de corrido”. Dijo que cuando sale por la tarde de trabajar el cuerpo le pasa factura, sale muy cansada y siente desgano. Por la noche suele sentir mucho dolor de espalda o de cabeza.
“Es real que cada vez la gente duerme peor, definitivamente, y eso es porque básicamente no se respeta la higiene del sueño, que es lo que tendríamos que hacer todos los seres humanos para proteger esa parte de la vida que es tan fundamental que es el sueño”, afirmó el médico neurólogo Miguel Daffra.
Destacó que en toda la vida se habrá dormido un tercio de ella porque hay que dormir en promedio 8 horas, “eso sería no negociable, pero se da la exigencia de la vida moderna, la gente duerme siete, seis, cinco o lo que puede”.
Daffra explicó que la higiene del sueño tiene que ver con todo aquello que se debería hacer a partir de las siete de la tarde, que es disminuir la exposición básicamente a la luz, sobre todo la que proviene de elementos tecnológicos.
“Tienen mucho que ver los cambios en las actividades laborales, sociales, culturales que tenemos, culturalmente incluso está bien visto en nuestra sociedad, parece que dormir poco es bueno y eso es un problema”, refirió el neurólogo Andrés Barboza.
Mencionó otras alteraciones como el síndrome de piernas inquietas, una necesidad imperiosa de mover las piernas cuando uno recién se acuesta, o el síndrome de apneas de sueño, que se ve frecuentemente en personas que roncan y que generan algún micro despertar. Dijo que el paciente al otro día no lo recuerda pero tiene un impacto muy importante en la calidad del sueño.
Daffra agregó como condicionante el estrés, entendiendo como estresores todo lo que genera ansiedad, angustia, tristeza u otras emociones negativas y que van a modificar el sueño.
Consecuencias del mal sueño
Por el sueño escaso o entrecortado al día siguiente uno no se levanta repuesto y todo exige un esfuerzo. En el día aparece fatiga y somnolencia, esto afecta los reflejos y genera riesgos por ejemplo en la conducción y en la toma de decisiones, alertó Farfan.
Pero además, esto afecta incluso la forma en la que nos relacionamos, los vínculos familiares y laborales, y que también se ve afectado el estado de ánimo y el humor.
“Estamos durmiendo con mala calidad de sueño, estamos en alerta, estamos conectados, recibimos notificaciones en el teléfono las 24 horas los 7 días de la semana, eso es algo que no existía hace 50 años, la gente llegaba a su casa, cocinaba, estaba con la familia, desconectaba, ahora estamos conectados con el mail al trabajo, el Whatsapp de los grupos del trabajo, de los amigos, de los padres del colegio o de deportes”, describió la médica.
Hay estímulos permanentes y nos impiden relajarnos. Antes había más tiempo para la calma, lo que activaba nuestro sistema parasimpático y la relajación, destacó. Incluso Farfan señaló algo más: la luz.
“Hay una cuestión biológica, estamos más encendidos, tenemos más luces”, apuntó, a la iluminación hay que agregar la luz de las pantallas, con el teléfono siempre presente.
Esto afecta la secreción de melatonina, que es la sustancia que induce al sueño: “Nos sincroniza”, explica.
Agregó que hoy el costo de vida es más caro y el sistema nos pide que seamos buenos en muchas cosas.
Las causas “pueden ir desde problemas emocionales, estrés, las actividades que hace la persona. Si hace actividad, por ejemplo, hasta muy tarde, puede que tenga dificultades para conciliar el sueño”, resumió Barboza.
Decisiones
El especialista advirtió que los riesgos de la privación del sueño en tiempo prolongado son altos para la salud: aumentan los riesgos cardiovasculares, las alteraciones del estado de ánimo, se dificulta la toma de decisiones y puede generar también problemas cognitivos.
Farfan mencionó que los adultos deben dormir entre 7 y 9 horas y que hay que cambiar el concepto de que se pierde tiempo durmiendo. Al contrario, uno será menos productivo y tiene más riesgo de cometer errores en el trabajo.
Además, “elegimos mal los alimentos”, destacó. Entre otras cosas, se produce una desregulación hormonal y se opta por más grasas, carbohidratos, alimentos rápidos y procesados. Por ello también hay más riesgo de desórdenes metabólicos como diabetes, obesidad, hipertensión arterial, entre otros.
Daffra detalló que es importante que durante la noche se produzcan tres periodos de sueño REM que duran 20 a 30 minutos. “En esa fase se regula el funcionamiento metabólico. “Si no alcanzamos el sueño REM básicamente no descansamos”.Ante su ausencia se afectan los circuitos de memoria y hay mayor riesgo de deterioro cognitivo y demencia.
Para Farfán, es importante que lograr un buen sueño sea puesto como una prioridad e ir ganándole de a pocos minutos a cada jornada para algo que sea de placer para uno, aunque no se dedique al sueño. Hay que conectar con lo que se está haciendo, poder hacer una actividad relajante. Eso mejorará el sueño.