Durante la etapa de aislamiento social debido a la pandemia de coronavirus, en el entorno doméstico se expresó de manera marcada la división sexual del trabajo. Esto implica la naturalización y atribución de ciertas actividades según los géneros y en particular las asociadas a tareas de cuidado de los hijos y mantenimiento del hogar, que se aprecian notoriamente feminizadas.
Las mujeres de todos los rangos etarios han dedicado 40% más de su tiempo al cuidado de niños, niñas y adolescentes respecto del que dedicaron los varones. Así pudo determinarlo una investigación del Observatorio de Equidad de Género e Igualdad de Oportunidades de la Universidad Champagnat.
Otro tanto se aprecia en cuanto al acompañamiento escolar, actividad en la cual las mujeres superan en dedicación horaria a los varones en un 70%.
El informe “División sexual del trabajo y socialización diferencial por género en tiempos de aislamiento social preventivo y obligatorio” fue realizado entre marzo y junio. La mayoría de los encuestados (70% mujeres) registra nivel educativo terciario o universitario completo o incompleto.
Estas dos actividades son las que más expresan esta disparidad mientras que los varones se han dedicado más a las tareas socialmente atribuidas a ellos como arreglo de artefactos.
Si bien siempre lo es, en esta etapa de clases no presenciales el acompañamiento en las tareas escolares se volvió crucial y demandó más. En el estudio se aprecia que las mujeres de entre 35 y 44 años son las que más dedicaron a ellas, lo cual puede interpretarse porque a esa edad es más probable que tengan hijos pequeños.
Según expresa el informe, las mujeres entre 25 a 34 años le dedican más de 3 horas, lo que es 60% más que los varones. En tanto, quienes tienen entre 35 a 44 años le dedican 70% más de tiempo que los varones en el caso de quienes lo hacen por más de 3 horas diarias.
Este último segmento ocupa en esto 36,97% de su tiempo mientras que los varones de la misma edad ocupan 10%.
En el caso del cuidado de los niños y adolescentes sucede lo mismo, sin embargo los extremos dedican más tiempo. Quienes tienen entre 25 y 34 años y entre 55 a 64; estas últimas podrían ser abuelas, plano en el que hay que considerar que lo habitual es que cuando una mujer delega esta tarea lo hace en otra mujer.
A cargo
Aunque desde hace tiempo reconoce un desequilibrio en el reparto de actividades con su pareja, Marcela acepta que durante el aislamiento hubo cierta reorganización. Sin embargo, muchas se mantuvieron y en particular aquellas referidas a las actividades escolares de su hijo.
Hay comidas especiales que debe consumir el niño y si ella no las prepara él no lo hace.
“La que está en contacto con la escuela soy yo y él no se ha interiorizado, es como que es mi responsabilidad”, apuntó.
Las mujeres separadas con hijos reconocen que el aislamiento implicó una sobrecarga.
Carolina tiene dos hijas, y aunque el padre vive a unas pocas cuadras no se acercó. “Ni tuvo participación con algo de mercadería o que nos pudiera hacer falta, o sea que la preocupación de abastecernos, trámites, resolución de necesidades recayó totalmente en mi, sumado lo académico, mi trabajo y mis estudios”, relató. “Eso implicó cero tiempo para mi espacio personal o no tener al menos media hora para sentarme a descansar, en realidad es lo mismo que antes de la pandemia, la falta de tiempo y espacio más el desgaste emocional y la falta de presencia del papá, es como que lo aprovechó como excusa y se desentendió”, agregó.
Débora Robledo, licenciada en Sociología especializada en Genero destacó que la situación de aislamiento ha dejado al descubierto muchas desigualdades preexistentes asociadas a la división sexual del trabajo. “Para hablar de igualdad y equidad en el trabajo es necesario hablar sobre la división sexual del trabajo que asume que las mujeres por serlo tenemos mayores cualidades para desarrollar tareas del ámbito reproductivo y de cuidado”, explicó.
El asunto es que resulta invisible, está naturalizado y hasta aparece como una elección personal. “Las mujeres somos socializadas desde chiquitas para suponer que tenemos capacidades especiales y es invisibilizado para las propias mujeres, que aún viéndolo les cuesta delegar y se ven sobrecargadas, pueden vivir con culpa si no lo hacen, es el condimento que hace que persista este sistema durante siglos, la naturalización de las jerarquías y porque se piensa que somos naturalmente libres de elegir, sin perspectiva de género no puede verse”.
Actividades domésticas
Limpiar y ordenar la casa así como preparar alimentos también aparecen como actividades fuertemente feminizadas. El trabajo concluyó que las mujeres de todos los rangos etarios y niveles de instrucción superan en dedicación horaria a los varones en cerca de un 70% para las primeras y en un 40% para las segundas.
El cuidado de personas dependientes como enfermos y personas con discapacidad también suele recaer más en ellas, en estos últimos meses dispusieron de 45% más de tiempo que ellos para esto.
También han dedicado 62% más de tiempo a actividad es como compras o trámites sin embargo a partir de los 54 esto se revierte y a mayor edad dedican más los varones.
La reparación de artefactos es una actividad que se atribuye mayormente a los varones y particularmente masculinizada desde una perspectiva estereotipada. En todos los rangos etarios ellos superan a las mujeres en dedicación horaria.
Por otra parte, en lavado y planchado ellas ocupan 20% más de tiempo que los varones como también insumen más en jardinería.
Poner en valor el trabajo invisible
El trabajo doméstico y de cuidado sobrecae en las mujeres impactando en su desarrollo personal, laboral y hasta en su salud. Es invisibilizado y difícil de sobrellevar cuando no se cumple pese al impacto esencial que tiene en la reproducción y mantenimiento de las vida en sociedad.
“La característica de esta tarea es que no es remunerada, queda en evidencia cuando la mujeres no puede hacerlo y se paga por esa tarea, ahí queda más que claro que eso tiene un valor económico, pero además tiene un valor subjetivo, moral, porque si bien hay mujeres de clase media y clase media alta que pueden pagar eso no implica que mentalmente no sea una carga de la cual puedan desentenderse livianamente”, expresó la socióloga Débora Robledo.
Dijo que lo que hizo esta situación inédita de pandemia es poner en evidencia los límites que tiene que se siga pensando los roles asignados en estos términos, y quienes pueden flexibilizarse más son quienes van a poder sortear mejor las situaciones que se presentan. En este marco subrayó la importancia de que el gobierno tome medidas.
De todas formas, remarcó que la flexibilidad no es igual para todos y todas porque está atravesada por otras desigualdades: socioeconómicas, laborales, de clase social, asociadas a alguna discriminación por orientación sexual o discapacidad y eso determina otras aristas.