Seguramente han oído hablar de los castores (Castor canadensis) en Tierra del Fuego, ya que son uno de los principales atractivos para el turismo de la isla. Son roedores herbívoros, semiacuáticos, nativos de América del Norte, que fueron introducidos por el Gobierno en la porción argentina de esta región en 1945 (1). En esa época, la mayoría de las estrellas de cine ostentaban lujosos abrigos de piel de diferentes animales, por lo que parecía una buena idea traer a estos roedores como una fuente potencial de comercio de pieles. Sin embargo, poco tiempo después, la idea fracasó y allí quedaron los castores.
Si tenemos en cuenta que estos animales pueden vivir hasta 12 años y tener de dos a cuatro crías por año, una sola hembra es capaz de tener hasta treinta crías, las cuales a los dos años de nacer ya ocupan demasiado espacio en la madriguera por lo que deben dispersarse a otros sitios. Cuando lo hacen en su tierra natal suelen encontrarse con osos, lobos o linces de los cuales suelen ser víctimas, pero en Tierra del Fuego no tienen este tipo de predadores, por lo que la mayoría sobrevive para tener sus propias crías. Si a estos factores le sumamos la falta de especies competidoras, la gran disponibilidad de alimento y la similitud en las condiciones ambientales entre los bosques andino-patagónicos y sus bosques de origen, notaremos que no hay muchos elementos que puedan regular el crecimiento de esta población, y que, por lo tanto, probablemente crecerá de forma descontrolada. Así es como en 2010 ya había más de 100.000 individuos en el archipiélago. Es decir, en sólo 66 años la población era 5.000 veces más grande que la original (2).
Pero, ¿cuál es el problema de que haya tantos castores? Al igual que sucede con muchas otras especies exóticas, estos animales tienen un gran impacto en el ambiente en el que son introducidos, que puede tener repercusiones mucho mayores a medida que aumenta la cantidad de individuos. Para alimentarse y construir sus madrigueras en ríos y arroyos, cortan árboles nativos tales como la lenga (Nothofagus pumilio) y el ñire (Nothofagus antarctica), que pueden tardar aproximadamente 50 años en desarrollarse. Además, interrumpen el flujo del agua generando diques que inundan los bosques aledaños y matan por anegamiento a los árboles de dichos sitios. La destrucción de estos bosques deja a los suelos expuestos a la erosión y los hace propensos al desarrollo de pastizales colonizados por plantas exóticas, que aprovechan la falta de competidores nativos para desarrollarse. Y, por si fuera poco, como consecuencia de todo lo anterior, se ven afectadas las actividades ganaderas y agrícolas, lo que tiene repercusiones importantes para la economía de la provincia. Tal es el impacto de estos animales en el ecosistema que, en 2019, la inundación provocada por la construcción de diques era de al menos 87 km2, una superficie equivalente a la de 11.600 canchas de fútbol (3). En definitiva, el efecto de estos animales en Tierra del Fuego es tan notorio que genera un patrón de destrucción que puede observarse desde el espacio.
Pero, ¿por qué les cuento esto? Porque no todas las especies exóticas introducidas por el ser humano se establecen de forma permanente en el sitio al que son trasladadas o tienen efectos negativos en el ecosistema, pero las que sí lo hacen, como el castor, son las que en la mayoría de los casos se transforman en una invasión biológica. Según el Sistema Nacional de Información sobre Especies Exóticas Invasoras, una invasión biológica ocurre cuando una especie exótica, habiendo sido trasladada más allá de sus límites de distribución, logra establecerse, reproducirse y dispersarse de forma natural en el ambiente en el que fue introducida, causando impactos ecológicos que amenazan a la diversidad biológica del lugar. Si pensaban que éste era un problema único de Tierra del Fuego, tal vez les sorprenderá saber que son 654 las especies de plantas, animales, algas y hongos exóticos presentes en Argentina que podrían volverse invasoras (4).
Las invasiones biológicas son tan comunes a nivel mundial que la comunidad científica reconoce que constituyen una de las mayores amenazas para la biodiversidad, junto con el cambio climático, la sobreexplotación y la degradación de ecosistemas causada, principalmente, por la agricultura y la urbanización. Pueden tener graves impactos ecológicos al afectar directa e indirectamente a las especies nativas, a través de la depredación, la competencia y la destrucción de los hábitats.
Pueden modificar las interacciones entre especies autóctonas, actuar como vectores de enfermedades transmisibles a la biota nativa y/o a los seres humanos, facilitar el establecimiento y/o la propagación de otras especies exóticas, y, en última instancia, causar la extinción de plantas y animales nativos (5).
Además, pueden tener importantes costos económicos, como aquellos asociados a la pérdida de servicios naturales que benefician a los seres humanos (polinización y otros), así como los de controlar la invasión y reducir sus impactos. En Argentina, los daños generados por estas especies, sólo en 2016, representaron una pérdida aproximada de unos 3.300 millones de dólares, lo cual equivalía al 0,63% del PBI argentino de ese año.
Teniendo en cuenta que somos los seres humanos los principales impulsores de este problema al transportar e introducir de forma accidental o deliberada las especies en áreas más allá de sus distribuciones naturales, también podemos ser nosotros parte de la solución. A nivel gubernamental, existen algunas opciones que pueden observarse en la tabla (Claves).
A nivel individual, podemos seguir los consejos aportados por el Sistema de Información de Biodiversidad Argentina tales como: evitar plantar en nuestros jardines especies exóticas que puedan propagarse a zonas nativas; no tirar y/o liberar organismos acuáticos en ríos o desagües que puedan desplazar a la fauna y flora acuática nativa; si compramos animales exóticos debemos hacerlo en comercios especializados en los que nos aseguremos que la transacción es legal y que estos animales no traen consigo enfermedades que puedan transmitirse a la biota nativa o a las personas y no abandonar o soltar a nuestras mascotas en sitios naturales donde puedan causar daños a la fauna y flora autóctonas.
Claves: opciones de manejo de invasiones biológicas
1. Prevención: Evaluar la posibilidad de que una especie exótica en particular pueda convertirse en invasora antes de introducirla a los ecosistemas nativos
2. Detección temprana: Eliminar a una especie exótica invasora que haya sido introducida recientemente y que se encuentre en las primeras fases de la invasión.
3. Exclusión: Controlar la dispersión de invasores por un período de tiempo indeterminado al contenerlos en un sitio de interés particular.
4. Control: Mantener a la especie invasora en baja cantidad de individuos por un tiempo indeterminado. Opción de manejo a largo plazo.
5. Erradicación: Eliminar a todos los individuos invasores que ya se han establecido y dispersado en varias áreas.
(*) Esta nota fue supervisada por docentes del espacio curricular Ecología y Conservación de la FCEN, UNCuyo.
Referencias bibliográficas
1. Anderson, C. B., Soler, R., Henn, J., Martínez Pastur, G., Guillozet, K., Lencinas, M. V., Santo, A., y Kreps, G. (2015). Más que un ingeniero ecosistémico. La Lupa. Año 5, Número 7, 6-11(48).
2. Fasanella, M., y Lizarralde, M. S. (2016). Castores: ¿un riesgo de invasión que inquieta a la Patagonia Norte? Universidad Nacional del Comahue, Centro Regional Universitario Bariloche; Desde la Patagonia, Difundiendo saberes; 13; 21; 2-7.
3. Eljall, A., Dieguez, H., Menvielle, M. F., y Hodara, K. (2019). Distribución y patrones espaciales del impacto de un ingeniero de los ecosistemas exótico e invasor, Castor canadensis, en Tierra del Fuego, Argentina. Ecología Austral, 29(1), 063-071.
4. Argentina.gob.ar. (2021). Especies exóticas invasoras: Proyecto para una estrategia nacional. Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible. https://www.argentina.gob.ar/ambiente/biodiversidad/exoticas-invasoras
5. Bellard, C., Cassey, P., & Blackburn, T. M. (2016). Alien species as a driver of recent extinctions. Biology letters, 12(2), 20150623.
6. Simberloff, D., Martin, J. L., Genovesi, P., Maris, V., Wardle, D. A., Aronson, J., & Vila, M. (2013). Impacts of biological invasions: what’s what and the way forward. Trends in ecology & evolution, 28(1), 58-66.
7. Sistema de Información de Biodiversidad Argentina (SIB). (s.f.). Especies Exóticas Invasoras. Administración de Parques Nacionales. https://sib.gob.ar/institucional/especies-exoticas-invasoras