Eduardo Strauch: “Lo más peligroso hubiera sido perder la esperanza”

El arquitecto y pintor uruguayo es uno de los 16 sobrevivientes de la Tragedia de los Andes. Como cada año desde el accidente, regresó a Mendoza para visitar una pequeña cruz sobre la inmensa cordillera donde quedaron amigos, ilusiones y vidas marcadas por la supervivencia en condiciones extremas. El próximo miércoles dará una conferencia en Club Tapiz, Maipú.

Eduardo Strauch: “Lo más peligroso hubiera sido perder la esperanza”
Eduardo Strauch, sobreviviente de la tragedia de los Andes, pasó por Mendoza. | Foto: Los Andes

Desde hace 21 años, Eduardo Strauch cumple con su cita en la inmensidad de la montaña. La Cordillera de los Andes se convirtió, por accidente, en uno de sus lugares en el mundo. Un partido amistoso de rugby con avión de por medio se transformó en una historia de muerte y supervivencia. Durante 72 días -desde el 13 de octubre de 1972- los jóvenes tripulantes del vuelo de la Fuerza Uruguaya 571 fueron, como los presenta la película del director español Juan Antonio Bayona, “La sociedad de la nieve”. Eduardo tenía entonces 25 años y era un jugador en retirada del Old Christians Club.

De Montevideo a Santiago de Chile, atravesando la Cordillera de los Andes, la cola de la aeronave golpeó con un pico nevado, el avión se partió en dos y el fuselaje fue a parar a una colina, conocida por los lugareños como Valle de las Lágrimas. El suceso fue afamado por la cinematografía en dos oportunidades y cobró popularidad en todo el mundo por lo inhóspito, épico y organizado que fue salir con vida en las peores condiciones. Eduardo Strauch formaba parte de la tripulación en la que sobrevivieron 16 de los 45 pasajeros y el próximo miércoles 22 de enero brindará una conferencia en Mendoza para compartir su historia en Club Tapiz.

Apasionado de la montaña y los deportes en sus distintas manifestaciones, este arquitecto y pintor uruguayo formó una familia con Laura, es papá de cinco hijos y abuelo de por ahora tres nietos a los que quiere ver crecer. Para eso, dice, necesita más tiempo. La jardinería, los animales y una vida post-pandemia en el campo son parte fundamental de sus días cuando no viaja invitado a dar conferencias en otros países y a presentar su libro, surgido desde las entrañas de su experiencia y titulado “Desde el silencio”.

"Desde el Silencio", el libro que Eduardo Strauch publicó sobre la odisea de sobrevivir a la tragedia de los Andes. Foto: Los Andes
"Desde el Silencio", el libro que Eduardo Strauch publicó sobre la odisea de sobrevivir a la tragedia de los Andes. Foto: Los Andes

-¿Cómo vive sus visitas a Mendoza, al lugar del accidente?

-Donde ocurrió el accidente es de mis lugares en el mundo, donde sucedió la tragedia y estuvimos varados 72 días en la Cordillera de los Andes. Ese hecho, en 1972, me cambió la vida y desde entonces acumulo motivos para mi visita. Cada vez me importa más rodearme de personas que me aportan y a las que yo también pueda sumarles. Creo que quienes estuvimos ahí maduramos aceleradamente sobre lo que es importante en la vida. En mi caso significa volver a donde quedaron mis amigos muertos. Me siento integrado y parte de la naturaleza, y en ese sitio descubrí un camino espiritual en el que aún sigo trabajando.

-¿Cuál es el punto geográfico donde sucedió la Tragedia de los Andes y cómo se llega hasta ahí?

-Es en la localidad de El Sosneado y el impacto fue en la frontera argentino-chilena. Nosotros quedamos sobre un glaciar, a casi 4.000 metros de altura. Hasta ese punto se llega en 4x4 hasta un puesto de caballos y luego caminando hasta la cruz. Cuando vengo son 3 noches y 4 días en los Andes.

Eduardo Strauch, sobreviviente de la tragedia de los Andes, pasó por Mendoza. Foto: Los Andes
Eduardo Strauch, sobreviviente de la tragedia de los Andes, pasó por Mendoza. Foto: Los Andes

-¿Qué siente cuando vuelve a ese lugar?

-Siento emociones fuertes que a su vez son positivas, porque todo el sufrimiento y el dolor hace años quedó atrás, bien procesado. Ahí es donde vivimos los momentos más intensos, angustiantes y horribles de nuestras vidas. Es difícil imaginar lo sucedido, a pesar de las maravillosas películas que se han hecho, como la de Bayona (La sociedad de la nieve). Haber logrado con nuestra lucha, fuerza, creatividad y mente, sin recursos materiales, salir de ahí es increíble.

-¿Qué rol tuvo usted en esa misión colectiva de supervivencia extrema?

-Nosotros terminamos siendo, después de algunas semanas y con dos de tres primos hermanos que viajaban ahí -uno murió en el accidente-, un poco el gobierno de esa sociedad. Éramos los mayores, nos conocíamos por ser familia y nos tocó tomar decisiones. La incertidumbre, la angustia y el estrés continuo fueron las sensaciones más presentes en ese momento. Hubo un liderazgo de a tres en donde debatimos ideas antes de transmitirlas al grupo. También nos levantamos unos a otros y fue una lucha sin cuartel mental para no deprimirnos. Lo más peligroso hubiera sido perder la esperanza. Con mis primos éramos 6 o 7 años mayores y nos tocó empujar al grupo.

-¿Cómo era su vida antes del accidente?

-Era muy agradable, con una familia enorme por parte de mi mamá, con 50 primos hermanos con los que seguimos siendo muy unidos, de vacaciones numerosas en la estancia de mi abuelo y recuerdos imborrables. Nunca vi a mis padres pelear, con lo cual fue una vida muy fácil y agradable. Fui a un colegio en las afueras de Montevideo con mucho verde. Una de las bases de mi formación fue el rugby y cuando salimos del colegio fundamos el club de ex alumnos, Old Christians Club. En mi caso ya estaba estudiando arquitectura y trabajando en algunos proyectos. No alcancé a recibirme, aunque siempre he trabajado como arquitecto, sobre todo en viviendas familiares, muchas en José Ignacio y en country clubs de Montevideo.

-¿Qué cambió con la Tragedia de Los Andes?

-Me costó tiempo bajar otra vez a tierra, ordenar mis ideas y descartar lo que no era importante en la vida. Me concentré en lo que era relevante para mí, como los vínculos humanos. A Laura, mi compañera, la conocí cuatro o cinco años después. En ese momento ya tenía todo superado. Nunca tuve estrés postraumático, ni necesité ayuda psicológica, no he tenido pesadillas y entiendo que mi mente ya estaba aclarada cuando salimos de aquella situación.

Tampoco cargo de conciencia, volvería a hacer exactamente lo que hicimos. En aquella circunstancia aprendimos a usar los recursos de la mente y a sacar nuestro poder interno. Tengo problemas como todo el mundo, pero sé que los puedo superar y que de cualquier situación se puede obtener algo positivo. Me ayuda saber que tenemos un potencial enorme. Mi vida se vio enriquecida porque me enfoqué en lo que valía la pena y estar en silencio en la naturaleza es uno de esos aprendizajes.

Mangino, Francois, Páez, Harley, Canessa, Delgado, Zerbino, Vizintín, Parrado, Fernandez, Inciarte, Algorta, Eduardo Strauch y Adolfo Strauch en una reunión de sobrevivientes de hace dos años. Foto: La Nación
Mangino, Francois, Páez, Harley, Canessa, Delgado, Zerbino, Vizintín, Parrado, Fernandez, Inciarte, Algorta, Eduardo Strauch y Adolfo Strauch en una reunión de sobrevivientes de hace dos años. Foto: La Nación

-¿De dónde viene su vocación por la arquitectura y cuándo comenzó a pintar?

-Creo que a los 7 años supe que quería ser arquitecto. Siempre me encantaron las casas y le pedía a mi papá que se detuviera en el auto cuando veía alguna propiedad que me llamaba la atención para recrear bocetos. En relación a la pintura tuve la necesidad desde muy joven pero no me animé hasta que unos amigos me impulsaron, hace como 20 años. Empecé a pintar como a los 50, sobre todo con óleos y en el último tiempo con acrílicos. Mi obra está inspirada en la montaña y me gustan los colores fuertes y audaces, también puede notarse la línea recta propia de mi mente arquitectónica.

-¿Le molesta o incomoda ser reconocido como sobreviviente?

-No me gusta nada que me digan sobreviviente y jamás se me ocurriría presentarme así, pero lo cierto es que me reconocen en muchos países, sobre todo a partir de la última película. Lo acepto con mucho cariño por parte de la gente. Lo voy llevando bien. A partir de lo que yo viví en Los Andes cambió mi sensibilidad y estoy pendiente y sufro muchas veces pensando en quienes la pasan mal.

-¿En qué consisten sus conferencias y cómo surgieron?

-Fue un proceso. Cuando se hizo la película norteamericana, Alive, estuve en el estreno en Nueva York y me reuní con el actor que me representó, Gian DiDonna. Me di cuenta entonces del impacto que había tenido la historia. Lo mismo me pasó en Buenos Aires en un seminario jesuita donde estudiaba un primo mío. El impacto que generaba me llevó a pensar que debía compartirlo con amplios públicos. Tengo la confirmación de vidas que se han salvado a partir de nuestro relato. Eso me motiva y me gratifica. Mis charlas consisten en lo que aprendí para ser feliz. Sé que mi vida se puede terminar de un instante al otro y cada vez que abro los ojos disfruto y agradezco estar vivo.

-¿Siente miedo al viajar en avión?

-En absoluto. Siempre me gustó viajar, desde chico. Después de Los Andes supe que tenía que volar lo antes posible sino después se me iba a hacer más difícil. En marzo de 1973 volé a Buenos Aires y luego de algunos tramos cortos se me fue el temor, a pesar de que he tenido vuelos complicados.

-¿Lo que sucedió fue un desperfecto técnico?

-Fue un error humano. Sé bastante de aviones y sé lo seguros que son. Me encanta volar.

Imagen de Eduardo Strauch tomada tras ser encontrado junto a los compañeros que sobrevivieron a la tragedia de los Andes, pasó por Mendoza. Foto: Los Andes
Imagen de Eduardo Strauch tomada tras ser encontrado junto a los compañeros que sobrevivieron a la tragedia de los Andes, pasó por Mendoza. Foto: Los Andes

-Ha dicho que tiene un especial atractivo de la montaña, ¿cuándo lo descubrió?

-Mi amor por la montaña viene desde que tengo uso de razón. Mi abuelo tenía una joyería en Montevideo e importaba relojes suizos, por lo que todos los años llegaban unos almanaques espectaculares con paisajes suizos. En ese momento me enganché con la montaña: lo que nunca imaginé es que iba a tener el contacto que tuve en 1972. La odié unas cuantas semanas hasta que empecé a entenderla y ahora la adoro por su silencio y majestuosidad. Allí me siento en contacto con el cosmos, especialmente con la Cordillera de Los Andes, que es tan imponente.

-¿Conserva algún objeto del accidente?

-Cuando llegó el rescate saqué el cartel de Exit del avión. También los lentes que habíamos fabricado. Muchos años después se perdieron. Me quedaron dos herramientas del avión: una llave inglesa y un destornillador, además de una cadena con medallas y un Rólex que todavía tengo.

Encuentro con un sobreviviente

Eduardo Strauch dará una charla el próximo miércoles 22 de enero, a las 19 h., en Club Tapiz en un encuentro que también organiza la agencia Crown Tours Mendoza. Las entradas incluyen un snack & wine, son limitadas y pueden adquirirse en feverup.com

En esta ocasión, Strauch compartirá en primera persona las lecciones de vida que emergieron de aquella experiencia en la montaña, destacando los valores y la fortaleza que le permitieron superar lo impensable. Este valiente superviviente del accidente en los Andes afirma: “he vuelto al lugar 21 veces, no quiero olvidar lo que aprendí”. La terrible odisea que significó setenta y dos días en el medio más inhóspito, sobre un glaciar a casi cuatro mil metros, sin abrigo ni alimentos, sufriendo un frío extremo, afrontando avalanchas es contada desde un nuevo enfoque.

Eduardo Strauch viaja por distintas partes del mundo brindando conferencias en las que transmite lo aprendido en el silencio de la experiencia que atravesó. Las temáticas de sus coloquios abordan la adaptación al cambio, la motivación, la resiliencia, el liderazgo y el trabajo en equipo. Reflexiona sobre aspectos fundamentales como el amor, la naturaleza, la mente, la amistad, la vida, la muerte y la familia.

Ping Pong con Eduardo Strauch

-¿Qué herramientas le resultan importantes para la vida? El agradecimiento por estar vivo y sano. También tener propósitos y objetivos a corto y largo plazo.

-¿Es feliz? Totalmente. A pesar de que tengo problemas, como todo el mundo. Desde hace 10 años me animo a decirlo claramente.

-¿Una obra de arquitectura que lo movilice? La Casa de la Cascada de Frank Lloyd Wright. También la Catedral Gótica de Burgos y la Sagrada Familia de Barcelona.

-¿Un libro o autor que lo inspire? El hombre en busca de sentido, Viktor E. Frankl, y El Gatopardo, de Giuseppe Tomasi di Lampedusa.

-¿Una persona a la que admire? Mi abuelo materno José Pedro Urioste, porque nos mostró lo importante que es la familia y los amigos.

-¿Un género musical? La música clásica y la música disco de los ´70.

-¿Un ritual personal? Ver todos los días la puesta del sol tratando de meditar.

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