Una de las principales entradas del turismo internacional se encuentra en el norte de Las Heras, en la aeroestación Francisco Gabrielli, del aeropuerto El Plumerillo. Con 36 conexiones, las expectativa es que este año se comunique con 49 vuelos directos a Brasil, Chile, Panamá y Perú, más una ampliación de las frecuencias diarias entre Santiago de Chile y Mendoza.
Actualmente, la principal “zona aérea” provincial se mantiene dividida en la actividad aerocomercial y la base militar de la Fuerza Aérea (IV Brigada). En el medio quedan las antiguas instalaciones civiles del aeropuerto El Plumerillo, que –según se anunció a mediados del año pasado– serán transformadas en museo y en oficinas públicas.
En sus más de 110 años de historia aeronáutica, el primer nombre que recibió la pista de despegue y aterrizaje fue Los Tamarindos, en 1912. Fue este aeródromo la primera sede del Aeroclub Mendoza, creado en 1915, hasta su traslado a la pista de Agrelo (primero) y La Puntilla (después). Desde Los Tamarindos despegaban y aterrizaban los vuelos de las distintas aerolíneas aeropostales hacia Chile y el resto de nuestro país. El periodista Miguel Títiro comenta que fue hacia 1936 cuando este lugar comenzó a denominarse Aeropuerto El Plumerillo. Y agrega: “En 1933 se creó la Base Aérea que operaba en un anexo al mismo predio. En 1949 se promulga el Decreto Nº6433/49 para convertirse en la IV Brigada Aérea, que sigue utilizando las instalaciones cercanas a la estación de pasajeros y posee la única Escuela de Pilotos de Caza de Argentina. La misma pista de 2.850 metros de longitud se utiliza conjuntamente entre la parte civil y la militar”.
Sobre el aeropuerto comercial, el anterior edificio se erigió a mediados de la década de 1950 y en 1995 Aeropuertos Argentina 2000 construyó uno nuevo. Aquí es cuando comenzó a denominarse Aeroestación Internacional Gobernador Francisco Gabrielli. En 2016 se inauguraron las reformas que se aprecian en la actualidad, tanto en la parte edilicia como en la pista, el asfaltado, el balizamiento y la señalización.
La antigua pista de Los Tamarindos nació al poco tiempo del primer vuelo a motor de los hermanos Wright, en 1903. Los investigadores Gustavo Marón y Guido Ghiretti, en Las Heras, una historia de 150 años, señalan que nació en 1912, “apenas como un descampado para permitir los primeros vuelos de los aviadores Marcel Paillette y Mario Casale (el primer aviador mendocino), pero pronto fue adquiriendo una función marcadamente aeronáutica por dos sencillas razones: su relativa proximidad a la ciudad Capital y la pésima calidad de su tierra salitrosa, completamente inútil para cualquier cultivo”.
Desde allí despegó el último vuelo de Jorge Newbery. En el libro Aeroclub Mendoza, 100 años, pionero de la aviación argentina, de Federico Chaine, este comenta que el 10 de febrero de 1914 Jorge Newbery (ingeniero, aviador, político e ídolo popular gracias a sus logros deportivos), batió del record mundial de altura en el aeródromo de El Palomar. Alcanzó los 6.225 metros con su Morane-Saulnier con motor de 80 HP. Por cuestiones reglamentarias la marca no fue homologada por la comisión internacional.
La altura alcanzada envalentonó al pionero para intentar el cruce de la cordillera por primera vez. Arribó a Mendoza, donde se quedó varios días para estudiar las condiciones atmosféricas, climáticas y técnicas para la odisea.
El 1 de marzo fue invitado a un almuerzo y al regresar a su hotel para armar las valijas de regreso a Buenos Aires una dama, conocedora de sus proezas, le solicitó verlo volar. Newbery no había traído su avión y entonces Teodoro Fels le ofreció el suyo. Ya en la pista de Los Tamarindos le dio algunas indicaciones. La más importante era un problema en el ala izquierda que tiraba un poco. Invitó a su amigo Benjamín Jiménez Lastra a que le hiciera de copiloto para mostrarle unas maniobras que había aprendido en Francia. Realizó un looping de 360 grados, pero al intentar estabilizar el aparato perdió el control y cayó matándose instantáneamente. Jiménez Lastra fue llevado al hospital en grave estado. El piloto Alberto Macías quiso homenajearlo cuando intentó, sin éxito, el cruce de la cordillera a bordo del Morane-Saulnier del mismo Newbery. A unos mil metros de la pista, sobre calle Lisandro Moyano, frente al Campo Histórico El Plumerillo se encuentra el hito donde cayó el avión.
Chaine cuenta que la Cordillera de los Andes se constituyó en uno de los grandes desafíos de los pilotos de principios del siglo XX. Mendoza fue el epicentro de varios intentos por superar esas cumbres de nieves eternas. En 1913 el Aero Club de Chile y el Congreso de ese país ofrecieron medallas y premios en metálico para aquellos arriesgados que se atrevieran a cruzar los Andes.
En abril de 1918, el argentino Luis Cenobio Candelaria había logrado vencer la cordillera en su parte baja, entre Zapala y Cunco, una travesía de 230 kilómetros desde la localidad argentina hasta la chilena. Pero el primer cruce de la cordillera en su parte más alta la realizó el piloto chileno Dagoberto Godoy, el 12 de diciembre de ese mismo año. “Era una carrera por quién cruzaba primero los Andes, entre ellos Benjamín Matienzo, Pedro Zanni y Parodi”, comenta Horacio Bollati, investigador, piloto civil y apasionado del tema.
Tras 88 minutos de vuelo y a 6.000 metros, sin máscara de oxígeno y en medio de una importante turbulencia, el piloto chileno pasó a territorio argentino. No alcanzó a divisar la pista y divisó un descampado y tras un peligroso aterrizaje se detuvo contra un alambrado. Rompió la hélice, parte del ala de su Bristol de 100 hp. El Bristol aterrizó cerca de la pista Los Tamarindos, más hacia el este, en la zona de la Lagunita, en El Bermejo. “En calle Dagoberto Godoy y Nuestra Señora del Carmen (junto a la escuela Pouget), hasta hace un tiempo había un hito que hizo un vecino del lugar para recordar ese momento tan importante para la aviación”, resalta Bollati.