Le gusta cocinar, ama la montaña y dice que su “verdadera pasión” es ser disc jockey. Pero hay algo que le obsesiona por sobre todas las cosas: el cambio climático. Y su dedicación al tema y sus aportes al mundo científico le valieron a Juan Rivera, doctor en Ciencias de la Atmósfera y los Océanos, el premio Estímulo 2024, otorgado por la Fundación Bunge y Born.
Para el jurado de la prestigiosa distinción, este científico que llegó a Mendoza hace 10 años para estudiar el fenómeno de la sequía “es un referente en el estudio de la variabilidad climática y el cambio climático, y de cómo impactan éstos en la región, sobre todo, en los Andes centrales”.
“Este premio me genera mucha felicidad”, dice con orgullo Juan, nacido y criado en Tigre, provincia de Buenos Aires, la tierra a donde “heredó” de su padre la afición por la meteorología. “Siempre sentí curiosidad por los fenómenos meteorológicos, parte de la misma fue de algún modo ´sembrada´ por mi papá, a quien podría considerar como un meteorólogo aficionado”, cuenta a Los Andes.
Rivera señala que la reciente distinción de Bunge y Born ayuda a “poner en valor” lo que se investiga actualmente en el IANIGLA (Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales). Para él, son fundamentales investigadores como Olga Penalba, su “madre científica”, quien dirigió sus tesis de licenciatura, doctorado y posdoctorado, como también Ricardo Villalba y Federico Norte. “A mi modo de ver, ellos marcaron un rumbo de la investigación científica en materia de tiempo y clima en Mendoza”, asegura.
¿Qué sueña ahora este científico argentino? Que la difusión de sus investigaciones sirva para que los más jóvenes se interesen por estas temáticas, a veces poco elegidas a la hora de encontrar la vocación: “La comunidad es pequeña y los temas a investigar son muchísimos”, asegura Rivera.
Un aporte sobre las sequías y el granizo
Ya situado en territorio mendocino desde el 2014, Rivera logró profundizar sus estudios sobre sequías hídricas, su impacto en la disponibilidad del agua y vinculado a la lucha antigranizo, dos de sus investigaciones “más relevantes” a la hora de obtener la distinción.
“En mi investigación doctoral me centré en el análisis de eventos de sequía meteorológica en el Sur de Sudamérica, y ya llegando al final quise continuar con algo más regional y con más aplicación. Ahí surgió la posibilidad de venir a Mendoza y estudiar las sequías, pero desde un punto de vista hidrológico, vinculado al déficit en los caudales de los ríos de Cuyo. Justo tuve la buena (o mala) suerte de coincidir con el período de sequía más prolongado de la historia, con inviernos mayormente con poca nieve, lo cual me dio mucha tela para cortar. Investigaba sobre lo que hacía falta y a partir de ahí obtuve financiamiento nacional para encarar la problemática de la sequía hidrológica con mayor profundidad. Todo esto, en relación a la lucha antigranizo”, detalla el meteorólogo.
De hecho, para él existe la factibilidad en la “siembra de nubes” para provocar lluvias a través del uso de sustancias químicas y así mitigar los daños del granizo en la siembra vitivinícola. Sin duda, un tema sensible en Mendoza. Y Rivera lo sabe.
“Parecía que investigar sobre la lucha antigranizo estaba prohibido, era casi como cuestionar la existencia de Dios. Pero yo no hice más que mostrar que la eficiencia no estaba demostrada, lo cual coincide con lo documentado por organismos como la Organización Meteorológica Mundial”, agrega el científico, en relación a su análisis, basado en los últimos 60 años, en los que se usaron diferentes métodos para la siembra de nubes, como aviones y cohetes.
Investigador independiente y con mil preguntas
Juan terminó su posdoctorado en la provincia con financiación del CONICET. Actualmente trabaja de forma independiente y prefiere abstenerse de dar su opinión sobre la situación de la comunidad científica en el contexto nacional, atravesado por recortes presupuestarios y no renovación de contratos. “Voy a optar por ser cauto”, acota.
Por estos días, el científico tiene otras preguntas, más vinculadas a cómo estará el mundo en los próximos 50 años y que serán, seguramente, parte de sus futuras investigaciones: ¿Cuántos glaciares van a desaparecer y dónde? ¿qué va a pasar con las precipitaciones? ¿cuántas personas van a estar expuestas a los impactos de tormentas severas? ¿qué tan extremas van a ser las olas de calor? ¿cómo podemos adaptarnos a estos nuevos escenarios?
Por ahora, inició dos líneas de investigación. Por un lado, entender los procesos hidroclimáticos a lo largo de la Cordillera de los Andes y, por el otro, cuantificar el cambio climático proyectado en la región para lo que resta de este siglo, y siempre haciendo foco en los “eventos climáticos extremos”, ya que, según afirma Rivera, son los que más impacto tienen en las actividades socio-económicas.
Juan, además, tiene otras pasiones que lo sacan por un rato de su “atmósfera”: la cocina, la montaña mendocina y la música. Es disc jockey y cuenta con un programa de radio semanal, que se emite desde hace 13 años en una radio online. “Diría que es mi verdadera pasión, dado que llevo más tiempo siendo DJ que científico”, remata.
Investigar sobre impacto climático: una “tarea urgente”
Los científicos Alberto Piola y Juan Rivera fueron los ganadores de los Premios Fundación Bunge y Born este año. Ambos fueron destacaron por su “tarea insoslayable y urgente frente a los actuales problemas del cambio climático”, en una nueva edición que, este año, distinguió el trabajo en las Ciencias del Mar y la Atmósfera.
El jurado, presidido por Gustavo Ferreyra, director del Centro Austral de Investigaciones Científicas (Cadic-Conicet), en Tierra del Fuego, concedió a Alberto Piola el Premio Fundación Bunge y Born 2024, que es el máximo galardón, y a Juan Rivera el Premio Estímulo 2024.
El jurado para concederle el Premio Estímulo a Rivera destacó “su destacada labor científica, al impacto regional y local que revisten sus investigaciones, a las líneas de investigación océano-atmósfera, a su capacidad para interactuar con diversos investigadores, tanto a nivel nacional como internacional, y a su participación activa en varios paneles internacionales”.
Al enumerar sus aportes en la carrera científica señalaron entre los “más relevantes” los referidos a las sequías hidrológicas y su impacto en la disponibilidad de agua para los próximos años en Cuyo y el norte de Patagonia, donde es indispensable para el futuro de las actividades productivas en esas zonas.
“A través de uno de sus últimos artículos –agregaron–, se conoció que las olas de calor extremas que se registraron en el verano de 2022-2023 en el centro de la Argentina podrían atribuirse en gran parte al cambio climático antropogénico (actividades producidas por el ser humano)”.
Premios Científicos Fundación Bunge y Born
El Premio Fundación Bunge y Born se entrega ininterrumpidamente desde 1964, siendo uno de los reconocimientos más importantes del ámbito científico nacional, tanto por el prestigio del jurado y de los premiados, como por su magnitud. Es un reconocimiento a la trayectoria y a los aportes de destacados científicos argentinos. El Premio Estímulo, en tanto, resalta los aportes de los investigadores jóvenes más destacados en su disciplina, y se entrega desde 2001.
Entre las figuras galardonadas se destacan el Premio Nobel argentino, Luis Federico Leloir (1965, Medicina) e investigadores como: Roberto Salvarezza (2012, Química), Gabriel Rabinovich (2014, Medicina Experimental), María Beatriz Aguirre-Urreta (2016, Paleontología), Carlos Balseiro (2017, Física), Víctor Yohai (2018, Matemática), Sandra Díaz (2019, Ecología), Diego de Mendoza (2021, Microbiología), Galo Soler Illia (2022, Nanociencias) y Raquel Chan (2023, Agrobiotecnología).