Con el cierre del boliche y sitio de eventos N8, hace unos días, salió a la luz la dura realidad que viven empresarios y empleados del sector de la diversión nocturna. El lugar de calle Godoy Cruz no es el único que bajó la persianas, aunque otros dueños se mantienen a la expectativa.
Por ejemplo, Juglar quedó en estado de “hibernación”. Además, el boliche Grita Silencio anunció su cierre. Luego sus dueños intentaron continuar con una refuncionalización, aunque luego volvieron a la decisión de esperar mejores tiempos. Por su parte, desde La Reserva, Glow y Cariló indicaron que siguen cerrados “aguantando” hasta que haya novedades para el sector.
En cuanto a N8, por donde pasaron bandas nacionales e internacionales, su dueño, Gabriel Dona comentó que la decisión la tomó tras un 2019 muy complicado. “Se notó mucho la caída de la industria del entretenimiento. No solo en Mendoza sino en todo el país. Fue un año nefasto y arrancamos 2020 con pocos cartuchos”, opinó.
Así, luego del verano esperaban arrancar la temporada pero el aislamiento por la pandemia pospuso el cierre hasta estos días. “Arrancamos una guerra sin balas. La vuelta a una normalidad en una disco con gente será cuando haya vacuna. Antes es imposible porque en un boliche no existe la distancia social”, dijo Dona.
El empresario destacó que el gobierno municipal lo ayudó con la reducción de impuestos y que entiende que los locales de diversión nocturna no son prioridad cuando la necesidad son camas en los hospitales. Por esta razón, entiende que la ayuda debería llegar para este rubro tras la pandemia, lo que no sabe es cuándo será ese momento.
“Yo tengo otro local, Foxy en la Alameda. Como tiene una estructura más chica lo puedo reconvertir. Los colegas del rubro están en una situación similar. Se reinventan pero en otros rubros que nada que ver con lo que estaban haciendo”, dijo.
No es negocio
Pastor Cardozo, de Grita Silencio, indicó que si bien intentaron continuar con la modalidad de restó o bar a cielo abierto, detectaron que la gente no iba a hacer un viaje hasta Chacras para comer por dos horas, por lo que decidieron cerrar hasta nuevo aviso.
“Estamos viendo qué sucede, es más factible conseguir inversionistas que cerrar, pero hay que esperar. Tenemos pensado abrir varios sectores a cielo abierto con comida y cervecería durante la tarde-noche, pero necesitamos que se levante la economía. Mientras apuntamos a reorganizarnos dentro de lo que se puede porque movernos sale plata”, dijo Cardozo.
Por último, agregó que no les han sido favorables las decisiones que se han tomado respecto de la cuarentena, pero observa que hay pocos controles, lo que facilita las fiestas clandestinas en diferentes espacios.
Tito Bustos, ex propietario de la Reserva, Glow y Cariló y actual asesor de estos lugares, advirtió que el futuro es incierto. “Los empleados siguen cobrando la mitad de su sueldo desde las empresas y la otra mitad por ATP que da el gobierno. Pero por ejemplo Torbellinos – una disco para adultos- cerró y ahora es un supermercado. Es muy complicado todo”, contó.
Y añadió: “No podemos afrontar los costos laborales de abrir para pagar el alquiler. Y los impuestos no bajan, porque en cuanto abrís te cae Sadaic. Seguimos pagando luz, agua y gas”, señaló. Para terminar, explicó que por ahora no están pensando en cerrar pero verán “cuánto aguantan”.
Jony Moyano, dueño de Juglar – un sitio donde habitualmente se reunían a tocar músicos mendocinos- señaló que se encuentra en estado de “hibernación” a la espera de novedades. Según contó, probó abrir como restaurante, pero no le funcionó.
“Probamos dos semanas como bodegón, por la época en la que se prohibieron los bares, pero no me funcionó. Además me cortaron la luz por problemas de pago. Es que abrir el lugar me cuesta 50 mil pesos de luz. Y no es rentable con dos o tres mesas nada más. También tengo el alquiler retrasado. No sé cómo voy a abrir”, remarcó.
Guardias de seguridad
Pastor Cardozo, de Grita Silencio, comentó que muchas personas dedicadas a la seguridad en los salones de fiesta y principalmente boliches, se han reubicado en otros emprendimientos gastronómicos a la espera de poder regresar a sus actividades “normales”.
“La gente con más necesidad ha sido reubicada. Ahora hay mucha demanda de trabajo de seguridad en el rubro bares, y también en barrios y empresas, porque está todo muy complicado”, estimó.