Martin Baron se subió lentamente al estrado de un salón en los head quarters de Telecom. Lo seguían con admiración responsables de los diarios más importantes del país. Sin preámbulos, ante el más profundo de los silencios, leyó en un correctísimo español un discurso sobre el cruce de nuestras realidades y el periodismo (ver al final de este artículo).
Tras 40 minutos de verdades que inquietan, el aplauso fue cerrado. Tiró factos como:
“La cruda verdad es que toda persona que trabaja en nuestro sector (periodismo) deberá sentirse cómoda con la incomodidad. A estas alturas ya deberíamos saber que la incomodidad no es una condición temporal. La incomodidad es nuestra condición permanente (...). El entorno mediático actual castigará a las personas que no quieran o no puedan cambiar. Esto quiere decir que todos, desde los directores ejecutivos hasta los jefes sindicales, deben trabajar en conjunto para lograr el éxito financiero a largo plazo. Durante demasiado tiempo nuestra profesión ha sufrido una atracción gravitatoria hacia el pasado, hacia lo que “solía ser”. Tenemos que luchar contra ese sentimiento, e impulsarnos y avanzar hacia lo que las instituciones mediáticas deben ser”.
Se refiere, claro, a la incomodidad de los cambios que suceden en la industria del periodismo; a los incordios de las presiones de los sectores de poder; a la rigurosidad de tener la tarea de apegarnos a la verdad contra viento y marea.
“Cuando todos los días ingresaba a la redacción de The Washington Post, lo primero que veía era los principios que nos rigen desde 1935. Allí estaban, grabados en la pared, como un recordatorio permanente de lo que representábamos. El primer principio reza: ‘La primera misión de un periódico es decir la verdad en la medida en que la verdad pueda ser comprobada’. Este principio reconoce que determinar la verdad es un proceso. Es difícil. La verdad puede ser esquiva. Pero ese primer principio también reconoce que la verdad existe y que debemos trabajar incansablemente para descubrirla”, espetó en el encuentro de Redacciones 5g, la división de Personal que brinda herramientas y reflexión al periodismo.
Donald Trump y la búsqueda del descrédito periodístico
“Los políticos se esfuerzan por minar la credibilidad del periodismo porque saben que el periodismo es importante. Es lo que está pasando con Donald Trump en Estados Unidos, que no sólo busca la manera de desacreditar a los periodistas, sino también de deshumanizarlos”, fue otro de los conceptos vertidos.
Los fríos números marcan que Baron nació en 1954, se jubiló en 2021, y bajo su ala sus equipos periodísticos ganaron 17 premios Pulitzer. Sus trabajos de investigación revelaron, entre otros, el escándalo de abusos sexuales más conmocionantes de la historia americana.
Por ello, la historia del equipo de trabajo, denominado Spotlight, fue llevada al cine (el actor Liev Schrieber lo encarnó en la cinta multipremiada). Posteriormente, se convirtió en editor ejecutivo de The Washington Post (2013-2021), donde impulsó un periodismo valiente que plantó cara frente a Trump.
“No hacemos periodismo de guerra, estamos trabajando”, fue su célebre frase, en el contexto de la pirotecnia verbal contra el periodismo que lanzaba el millonario ex presidente de los Estados Unidos.
“Frente al poder”, el libro de Baron
Esta reñida última etapa de trabajo puede leerse en el libro “Frente al poder” (Collision of power. Trump, Bezos and The Post), páginas que resumen sus batallas, entre la política, la tecnología y los medios. “Debemos concentrarnos en la misión tradicional del periodismo cuando somos atacados desde el poder, sobre todo cuando las políticas afectan la vida de las personas. La clave es examinar, mirar lo que hay bajo la superficie, porque no somos activistas”, sostuvo Baron.
Entonces su jefe fue Jeff Bezos, el magnate de Amazon que se probó como editor de uno de los diarios más grandes del mundo. Ayer y hoy Baron cuestiona la dependencia de la prensa con los ecosistemas tecnológicos.
“Las organizaciones de noticias siguen dependiendo en gran medida de un mercado publicitario en el que plataformas tecnológicas como Google, Facebook y Amazon son cada vez más dominantes. Estas presiones se manifestaron de forma drástica en The Washington Post. Algunos años después de que fuera adquirido por Jeff Bezos, The Washington Post fue nombrada la empresa más innovadora del mundo. Sus suscripciones crecieron de casi nada en 2013, cuando la adquirió Bezos, a tres millones de suscripciones cuando yo me jubilé, en febrero de 2021. Tuvo seis años consecutivos de rentabilidad. Pero este fenómeno se detuvo de repente en 2022. Trump ya no estaba en el poder. Disminuyó el interés por la política nacional. Se disipó la preocupación sobre la amenaza que constituía Trump para la democracia. Y los suscriptores, que habían sido atraídos con tarifas introductorias de bajo costo, se resistieron cuando finalmente se les pidió que pagaran el precio completo. El periódico perdió casi medio millón de suscriptores. El tráfico digital se desplomó. Y en 2022, The Post perdió dinero y desde entonces sigue sufriendo grandes pérdidas”.
Tras su retiro de la primera línea (2021) se trasladó a una tranquila zona entre Massachusetts y Nueva York. “Ahora vivo en el campo, y cada tanto disfruto leer las noticias locales de un pequeño diario de mi zona”, le comentó a Los Andes, en el cóctel, tras el evento. Remarca la importancia del periodismo local: “Hay que pensar todos los días cómo darle valor a nuestro contenido. En qué podemos serle útil a la gente de nuestra región. No es tan importante lo que nosotros tenemos para decir, como saber escuchar lo que la gente necesita que le contemos”, sostiene. Un buen periodista nunca deja de dar consejos a otro periodista. Un muy buen periodista nunca deja de ser periodista.