Luego de un trabajo de más de 15 años los investigadores del Grupo de Nanomedicina Veterinaria de la Estación Experimental Agropecuaria del INTA Bariloche, en colaboración con el Instituto de Virología del INTA Castelar podrán avanzar en el desarrollo de una vacuna contra el coronavirus.
La buena noticia llega de la mano de los Laboratorios Bagó ya que gracias a un convenio financia desde 2020 estudios de nanotecnología y biotecnología que están relacionados con la generación de la respuesta inmune en ratones y la evaluación de futuros desarrollos contra el SARS-COV-2.
Hasta ahora los datos de la investigación del INTA han conseguido generar buenos anticuerpos en ratones y podrían extrapolarse, más adelante, en personas en vistas de una posible nanovacuna.
Los profesionales argentinos están trabajando desde 2006 junto a dos universidades de Estados Unidos e Italia, en el desarrollo de una plataforma de nanovacunas, pensada como un “sistema de delivery de vacunas” y en 2018 obtuvieron la patente.
“En todo este tiempo, estuvimos trabajando en el desarrollo de vacunas veterinarias. Pero si bien el INTA tiene un trabajo extenso relacionado con la actividad agropecuaria, también se trabaja en temas vinculados con salud pública, sobre todo, con enfermedades zoonóticas, es decir, que se transmiten entre animales y humanos, como en el caso de los murciélagos y el coronavirus. De hecho, en los últimos años, el INTA fue abrazando una idea de salud integral, que consiste en cuidar la salud del ambiente, de los animales y de las personas”, le aseguró a La Nación Sebastián Pappalardo, responsable del proyecto e investigador del Grupo de Nanomedicina Veterinaria de la Estación Experimental Agropecuaria del INTA Bariloche.
A comienzos de la pandemia, durante el mes de marzo del año pasado, los científicos del INTA empezaron a trabajar con la plataforma de nanovacunas en la formulación específica para SARS-CoV-2.
“Fuimos avanzando con muy poca financiación y, a mitad de 2020, entramos en contacto con Laboratorios Bagó, que estaba interesado en esta plataforma. Y se empezó a gestar la firma del convenio, que se concretó a finales de año”, afirma Pappalardo.
En este momento la investigación dejó atrás la etapa 1, donde se evaluó la inmunidad humoral de un modelo de ratones. Actualmente en la etapa dos, se evalúa la memoria inmunológica. Luego en la etapa tres, se repetirán las etapas anteriores en otro tipo de roedor que posee pulmones parecidos a los de los humanos. Posteriormente, en una cuarta etapa, se evaluará la inocuidad.
“En la etapa 3, repetiremos las etapas 1 y 2 con estos ratones ‘humanizados’. Si eso va bien, pasaremos a la etapa 4, en la que se evalúa la inocuidad, es decir, que más allá de su efectividad, la vacuna no genere efectos adversos”, explica Pappalardo.
La última etapa de la investigación, y la más importante, permitirá saber si la vacuna es segura: “Trabajamos con esta plataforma de nanovacunas desde hace muchos años y nunca hemos tenido reacciones adversas, no debería haberlas. Se usan liposomas, nanovehículos muy utilizados en la industria farmacéutica, compuestos principalmente por lípidos naturales. Lo único sintético es una molécula que está patentada internacionalmente, que es la que hace que el liposoma, una vez inoculado, se dirija y se pegue a la célula dendrítica, que es la que monta la respuesta inmune. Esa es la innovación en este desarrollo”, especifica Pappalardo.
“No hay que generar falsas expectativas, pero estamos muy entusiasmados”. En tanto Pappalardo asegura que una mutación podría hacer que una vacuna no sea efectiva. Y en ese sentido dijo que “si hay una mutación del virus, como pasa con los coronavirus, rápidamente en un mes se puede cambiar la formulación. Gracias a la plataforma de nanovacunas, no hay que hacer un trabajo enorme para producir una nueva vacuna”.