“Estaba en Máncora, me habían ofrecido hacerme cargo de un restaurante y lo estaba pensando seriamente. Pero vi el documental ‘Andes Mágicos’, de Netflix, quedé muy manija y supe que tenía que volver a la cordillera, mi lugar. Así que agradecí la oportunidad, pero decidí volver a hacer montaña, algo que amo y siempre voy a amar”. Ricardo Mauricio Villavicencio nació en Godoy Cruz, tiene 34 años y lleva varios años viajando por América. En 2012 recorrió América Latina en combi junto a un amigo, mientras que en 2015 hizo lo propio en México, esta vez en bicicleta.
Desde hace ya casi dos años Ricky se instaló en Perú, y en agosto de 2021 decidió cambiar un paraíso por otro: abandonó las playas de Máncora (al norte de Perú) donde había quedado varado por la pandemia –ello lo motivó a abrir su propio parador playero- por los Andes centrales. Concretamente, Ricky se instaló en Huaraz, en lo que se conoce como la cordillera blanca y en la zona de Áncash, en el corazón de Perú y a unas 6 horas de Lima.
“Huaraz está ubicado a 2.9000 msnm. Es la capital del montañismo, en medio de la cordillera banca. En la zona está la montaña Alpamayo, que dicen que es una de las más lindas para fotografiar en todo el mundo, la Huascarán –una de las más altas del mundo con 6.768 metros-y el Chavín de Huántar, un sitio arqueológico que está en la cordillera oriental y que es una de las civilizaciones más antiguas del mundo, anterior incluso a los Incas”, resume Ricky a Los Andes. Tal como lo indica su denominación, los Andes centrales de Perú se encuentran en el corazón del territorio de aquel país. “Están literalmente en el centro, entre la selva y la playa. ¡Es una cosa de locos este lugar!”, confiesa con su humildad distintiva y el mismo asombro intacto desde el día en que llegó.
En el lugar, Ricky Villavicencio alquila una habitación en el mismo hostel donde trabaja. Se desempeña como guía de montaña y en los casi dos meses que lleva viviendo y trabajando en el lugar ya ha completado en 6 oportunidades la vuelta de la Cordillera de Huayhuash.
“Llegué a Huaraz sabiendo desde el primer momento que iba a volver a hacer montaña, algo que ya había hecho en Chile y que estudié. En el lugar donde vivo, la dueña (Lena) tiene una agencia de turismo y empecé a trabajar con ella. Huayhuash es el segundo sitio favorito en el mundo para hacer trekking, según lo que votan los propios montañistas, después de Annapurna (Nepal). Eso lleva a que, constantemente, vengan muchos europeos al lugar. Siempre hay andinistas israelíes, polacos, suizos y alemanes, por ejemplo”, resume Villavicencio, quien cuenta con una certificación de la Unión Internacional de Alpinismo.
Un paraíso entre los Andes
Las distintas alternativas para hacer trekking en la Cordillera de Huayhuash incluyen salidas de 6, 9 y 10 días. Es una caminata que incluye cruzar pasos de 5.000 y 5.100 msnm, con vistas realmente impactantes y hermosas, coronadas de lagunas de un hipnótico color turquesa. “Son caminos que sí o sí se hacen caminando, más allá de los arrieros y los burros. Porque hay que cruzar puentes, caminar por caminos angostos en las laderas de las montañas”, sintetiza Ricky.
El valor promedio del trekking por esta área de los Andes centrales peruanos es de 800 dólares por persona e incluye el traslado, los arrieros, la comida, el guía de montaña y los burros.
“Llegué en agosto y cuando llevaba un mes en Huaraz, empecé a sentir que era todo un poco monótono. De hecho, ya estaba pensando en irme de nuevo, pero me quedé y es la mejor decisión que puedo haber tomado”, piensa, en voz alta este joven godoicruceño que vive con su perra Wara (la adoptó mientras vivía en Chile y cruzó con ella a Perú completando todos los papeles legales de su compañera) y con su gatito Inti. “Wara significa ‘constelación’ en aymará, e Inti es ‘Sol’ en quechua”, explica sobre el origen de los nombres de sus dos compañeros inseparables.
Un cambio de vida
Luego de recorrer América Latina en combi y México en bicicleta, Ricardo Mauricio Villavicencio se instaló un tiempo en Máncora. De allí se mudó a Chile, donde estuvo viviendo y estudió para Guía de montaña en una importante academia de Santiago. “De ahí me fui al norte de Chile y viví dos años en Putre, una zona de montaña ubicada en el límite con Bolivia. Allí comencé a trabajar como guía de montaña. Así fue hasta que me aburrí un poco del frío, por lo que volví a Máncora”, reconstruye Villavicencio.
Su llegada a esta ciudad playera en el norte de Perú coincidió con el comienzo del 2020, por lo que el brote de la pandemia de coronavirus lo sorprendió en Máncora. “Empecé a trabajar como mesero de un restaurante y luego me nombraron encargado. Mi idea era estar allí hasta que comenzara el otoño del 2020, cuando pensaba viajar a Huaraz para retomar como guía de montaña. Pero justo estalló la pandemia y no pude venirme, por lo que me tuve que quedar en Máncora más tiempo de lo previsto. Para colmo, me empecé a ‘comer’ los ahorros que tenía. Así fue que decidí abrir un parador para que la gente pudiera disfrutar del atardecer”, sigue el godoicruceño de 34 años, quien mantuvo este espacio abierto hasta fines de mayo y comienzos de junio de este año.
En agosto de este año, Ricardo Villavicencio finalmente pudo viajar a Huaraz para concretar el objetivo que se había propuesto un año antes. “Lo primero que te impacta –para bien- es la gente. Realmente es impresionante la forma de ser que tiene la gente de montaña, como más gaucha por decirlo de algún modo”, indica mientras toma unos mates. Y es que las dos horas de diferencia entre Argentina y Perú llevan a que el mediodía mendocino sea prácticamente la hora de la media mañana en medio de los andes peruanos.
Miles de anécdotas y lo que más extraña de Mendoza
En casi dos meses trabajando como guía de montaña en Huaraz y en la Cordillera de Huayhuash, las anécdotas son casi infinitas para Ricky. “Me han pasado miles de cosas buenas, como compartir con gente de todo el mundo el estar en lugares alucinantes. Ni hablar de lo que es compartir momentos con la gente local, quienes te invitar a conocer su cultura, a comer a su casa. Es realmente muy lindo”, se sincera Villavicencio.
Claro que también guarda en la memoria algunos momentos que no fueron tan agradables, aunque aclara que fueron los menos. “Una vez nos agarró una tormenta de nieve fuertísima y nos tocó un poco peluda la cosa. Recuerdo que una de las personas que estaba con nosotros, un israelí, tuvo un ataque de pánico ya que poco acostumbrado a las condiciones del lugar. Afortunadamente, hablando con el arriero y las otras personas que nos acompañaban, pudimos evacuar a esta persona vía un pueblo cercano. La verdad es que fue difícil ese momento”, reconstruye.
Si Ricardo Mauricio Villavicencio tuviese que elegir entre los distintos lugares que ha visitado en su vida, no duda en elegir Perú y Guatemala. “Son culturas muy parecidas en lo que tiene que ver con la montaña, desde la comida ‘buenaza’ hasta la cultura. Pero no hay dudas de que Mendoza también tiene todo, sin tener que irse muy lejos”, se sincera.
Y casi sin pensarlo, cuando se le pregunta por lo que más extraña de su tierra natal, enumera “los mates en el espacio verde de Godoy Cruz, la familia y los amigos. Lo que es comida, mal que mal se puede manejar. Pero a los amigos y la familia se los extraña”.