El martes 8 de enero de 1985, cinco andinistas mendocinos que intentaban hacer cumbre en el Cerro Aconcagua por una ruta –por entonces- inexplorada se convirtieron en los artífices y responsables de lo que sería uno de los hallazgos arqueológicos más importantes de la historia de Mendoza: el de “la Momia del Aconcagua”.
En detalle, se trató de los restos momificados y perfectamente conservados (gracias a las bajas temperaturas) de un niño de unos 8 años, hallado a los 5.300 msnm y que –aparentemente- había sido ofrecido en sacrificio por los incas que habitaban la zona allá por el año 1.500. Lo primero que avistaron Alberto y Franco Pizzolón, Juan Carlos y Fernando Pierobón y Gabriel Cabrera fue una pirca de piedras, acompañada de un llamativo montículo que se diferenciaba del resto de la superficie. Cuando se acercaron, advirtieron que había plumas, por lo que pensaron que se trataba de un cóndor muerto.
“Pero cuando vimos un cráneo humano, nos dimos cuenta que habíamos encontrado algo importante”, rememoraron los andinistas a Los Andes en enero de 2015, y cuando se cumplieron 30 años del hallazgo, que incluyó dos expediciones (la del avistaje y la del rescate de los restos).
Durante las últimas horas, a casi 38 años del hallazgo y tras haber sido blando de incontables análisis y estudios genéticos y arqueológicos, el Gobierno de Mendoza anunció que “la Momia del Aconcagua” será regresada a la Cordillera de los Andes y al lugar donde el niño había sido ofrecido en sacrificio. Desde la Dirección de Patrimonio confirmaron, además, que se instalará un centro de reflexión en el lugar, aunque advirtió que el niño no estará expuesto a los visitantes, ya que hay que garantizar su conservación.
Más allá de lo específicamente científico y del valor patrimonial y cultural de este hallazgo, hay quienes suspiran aliviados por la decisión de regresar a “La Momia del Aconcagua” a la cordillera, considerada sagrada por los Incas y a la que precisamente el niño había sido entregado en sacrificio. Sobre todo aquellos que insisten en la versión de que, luego del descubrimiento y de que se la retirara del Aconcagua, sobre Mendoza “recayó una maldición”, sentencia el mito popular.
Sin ir más lejos, mientras los expedicionarios regresaban al lugar junto a quienes rescatarían los restos del niño momificado, Mendoza fue “sacudida” por el terremoto de 1985. El mismo día del terremoto -26 de enero de 1985- los andinistas estaban escalando el Aconcagua con dirección a la pirca sagrada y una decisión de último momento evitó que acamparan en el sitio en el que, durante el sismo, cayó una piedra de grandes dimensiones.
El mito de la maldición de la momia del Aconcagua y el terremoto de 1985
Al momento de buscar teorías conspirativas –o conspiranoicas, como suele decirse- sobre las causas del terremoto del 26 de enero de 1985 en Mendoza, hay versiones para elegir y para todos los gustos. Desde ensayos militares y nucleares que Estados Unidos “habría estado realizando” en Papagayos y que derivaron en el movimiento, hasta relatos que involucran a OVNI que “habrían sido” avistados en la zona. Nada comprobable desde lo científico, pero sí muy repetido entre quienes disfrutan de este tipo de relatos.
Hay otra versión que vincula a este terremoto con “La maldición de la Momia del Aconcagua”, algo que -suele decirse- recayó sobre Mendoza y los mendocinos luego de que se decidiera interrumpir el descanso y la sagrada sepultura que, de acuerdo a sus creencias, los incas que vivían en la zona le habían dado al niño. Sobre todo si se tiene en cuenta que la vida del pequeño había sido entregada a los dioses como sacrificio a cambio de algún pedido relacionado a la abundancia y la buenaventura para la gente del lugar.
Luego de que los 5 andinistas mendocinos hallaran casi de casualidad los restos del niño aquel 8 de enero de 1985, decidieron no tocar nada (siguiendo los consejos que algún profesor de historia les dio alguna vez en clases) y continuaron con su expedición. No obstante, memorizaron el lugar exacto.
El objetivo de hacer cumbre se frustró a los 6.000 msnm, ya que las condiciones no eran las óptimas. Y allí fue cuando bajaron hacia la base y luego a Mendoza. Ya en Puente del Inca, dieron aviso de lo que habían encontrado y brindaron especificaciones del lugar. Por temor, respeto y sabiendo que era algo especial e histórico, los hermanos Pizzolón, los hermanos Pierobón y Cabrera –que habían salido en esa misión como parte de las actividades por el 50 aniversario del Club Andinista de Mendoza- decidieron dejar todo como estaba y avisar a las autoridades.
Poco más de dos semanas después del hallazgo, el 23 de enero de 1985, los 5 aventureros emprendieron el regreso al sitio (sobre la pared sur del Aconcagua) con una nueva expedición, esta vez acompañados por un contingente de arqueólogos e investigadores. Y fue durante esa segunda expedición que, en pleno ascenso, los sorprendió el terremoto del 26 de enero de 1985.
“Estábamos haciendo noche un poco más arriba del campo base y sentimos un fuerte movimiento. Pensamos que podía ser una avalancha en la pared sur. Pero el día después nos enteramos por radio que había sido el terremoto. Antes de salir, estaba previsto que pasáramos esa noche en el campo base. Pero tuvimos buen tiempo y subimos un poco más. Menos mal, porque, con el terremoto, una piedra de casi 2 metros había caído en el lugar donde teníamos pensado armar la carpa en el campo base”, recapituló Juan Carlos Pierobón en una nota publicada por Los Andes en 2015 y cuando se cumplieron 30 años del hallazgo.
A raíz de las palabras de Pierobón queda en claro que de milagro no hubo que lamentar víctimas fatales por el terremoto en el Aconcagua. Sin embargo, en Mendoza y a raíz del movimiento telúrico que se extendió por 9 segundos, 6 personas murieron y 238 resultaron heridas, mientras que 12.000 viviendas quedaron destruidas (casas que, casi en su totalidad, eran de adobe).
Incluso en el momento en que se aprestaban a retirar a los restos del niño, la naturaleza intentó darles una señal de que –aparentemente- no compartía esta decisión. “Se venía el mal tiempo y teníamos que hallar el ajuar (elementos sagrados con el que solían enterrar a las personas sacrificadas). No podíamos quedarnos mucho más y, vaya uno a saber por qué, Alberto (Pizzolón) empezó a cavar en un lugar hasta que vimos algo rojo. Llamamos a Durán y a Schobinger (NdA: dos arqueólogos que acompañaron a los andinistas en esa misión) y rescatamos una bolsa con seis objetos: tres llamitas de oro, plata y corteza y tres figuras de Inca. Teníamos mucha emoción porque iban a darle un destino público y cultural al hallazgo”, agregó Juan Carlos Pierobón en la crónica de Los Andes de 2015.
La momia, que estaba cubierta de un bloque de hielo y pesaba 30 kilos, fue acomodada en un carguero y fue envuelta en lienzos para poder ser retirada y bajada.
La decisión de regresar la momia a su lugar sagrado
Durante los casi 38 años que “la Momia del Aconcagua” estuvo debajo de la montaña sagrada, fue sometida a todo tipo de estudios y análisis. Ello permitió confirmar que se encontraba en el lugar desde los años 1500 y que, incluso, las civilizaciones incas vivían en la zona en los siglos XV y XVI.
Desde el hallazgo, el niño inca se encuentra en el Centro Científico Tecnológico (CCT) y no se expone al público. Al momento de ser descubierto por un grupo de andinistas, el niño llevaba un “uncu” (túnica o camiseta andina, carente de mangas) de lana y estaba calzado con ojotas hechas en lana y pelo con la suela de fibra vegetal.
En 2015, el mismo año en que se cumplieron tres décadas del hallazgo, un equipo dirigido por el genetista Antonio Salas (de la Universidad de Santiago de Compostela, España) consiguió leer y descifrar el ADN del niño y pudo compararlo con una base de datos de 28.000 genomas. Los resultados fueron sorprendentes y confirmaron que el niño había pertenecido a un linaje humano que se formó hace cerca de 14.300 años, y que ya no existe sobre la faz de la Tierra.
La más reciente novedad sobre “la Momia del Aconcagua” tiene que ver con la decisión de regresarla a la Cordillera de los Andes. Según explicó el director de Patrimonio Cultural de Mendoza, Horacio Chiavazza a Los Andes, este año se ha priorizado la intención regresar a su lugar de origen a la momia, medida que incluye –además- la construcción de un punto de reflexión para la interacción de las personas que visiten el lugar. No obstante, Chiavazza destacó que sólo se podrá apreciar parte del ajuar (elementos culturales que tenían los restos al momento de su descubrimiento), pero no al niño momificado.
“Siempre estuvo la idea de que volviera a su lugar, por supuesto, en condiciones para su conservación y con toda una muestra para la interpretación de la cultura. Que la Provincia pueda llevarlo adelante es una excelente noticia porque es un hallazgo patrimonial que habla mucho sobre nosotros. Exhibir las piezas con las que se encontraron los restos del niño inca va a ser un gran atractivo para los mendocinos como para el turismo internacional”, destacó al respecto el arqueólogo Víctor Durán, quien participó de la expedición en que se rescató a la momia.