Mendoza se viste de gala este fin de semana para celebrar los 125 años del Parque General San Martín, uno de los patrimonios más importantes de la historia de la provincia, y sin dudas “el paseo por excelencia” de todos los mendocinos. El 6 de noviembre de 1896 fue el día en que se dictó la Ley 19, que estableció la creación del Parque del Oeste, promovido por el histórico Emilio Civit, ministro de Obras y Servicios Públicos durante aquellos días.
Por la problemática sanitaria, como “pulmón de la ciudad”, o simplemente por la moda mundial de la época, el Parque General San Martín fue un soberbio proyecto que, sea cual sea el motivo que impulsó a Civit, se terminó convirtiendo en el corazón de la comunidad: un lugar hecho por mendocinos, y para mendocinos.
Pero hicieron falta décadas y generaciones para que la sociedad tomara el imponente oasis artificial como parte de su vida. En el medio, contiendas políticas, diferencias entre las clases, inversiones millonarias, y cientos de mendocinos entregados a la obra. “El Parque fue una cosa soñada, Civit quería hacer una obra que trascienda el tiempo, para la prosperidad”, asegura Jorge Ricardo Ponte, reconocido arquitecto, especialista en patrimonio e investigador, en diálogo con Los Andes.
En un principio, el Parque del Oeste “iba a ser el primer country de Mendoza, alrededor del lago habían 80 predios loteados, que iban a ser vendidos para que la gente viva allí”, relató Ponte. Silvia Cirvini, arquitecta e investigadora de Conicet referente en el tema, también describió que “en los primeros años fue un parque de la oligarquía, de la clase alta. Los sectores populares no podían llegar hasta allí”.
Las obras de semejante oasis en una región de suelo pedregoso y clima árido, demandó de los mejores profesionales y los más voluntariosos obreros. Para eso, Emilio Civit contrató al paisajista francés Carlos Thays, autor de otros importantes parques en Argentina. Thays realizó el primer diseño, aunque el trabajo final no fue idéntico: “Se tendió a simplificar el proyecto original, como las quintas para venta particulares que no se hicieron. También cosas superfluas que fueron simplificándose”, explicó la arquitecta Cirvini.
Es que pese a ser la figura a cargo del proyecto, el paisajista francés visitó la provincia menos de lo esperado: “En los años que duró el trabajo, Thays vino a Mendoza tres o cuatro veces, a ver cómo iban las obras y dar alguna indicación”, reveló Ricardo Ponte. Y como consecuencia de sus ausencias, fueron los propios mendocinos quienes asumieron la responsabilidad del parque. “La concreción de la obra fundamentalmente se debe a la gente que estaba acá, el avance se hizo a pulmón”, reafirmó Cirvini.
Día a día, se aprestaban entre 120 a 160 obreros “que trabajaban todo el tiempo, como hormigas”, definió la arquitecta. Lo hacían separados en grupos separados en “cuadrillas”, “unos abriendo calles, otros plantando árboles, y poco a poco se fueron especializando”, agregó. Para Ponte, uno de los mejores ejemplos del esfuerzo y la dimensión que llevó el trabajo es la creación del lago, “que tuvieron que cavarlo a pala, con los obreros, no había topadoras”. Según relató, para la ocasión se compró un tren de carga y “los tipos iban cargando la tierra que sacaban en el ferrocarril, y la iban llevando a otros sectores para nivelar. Esa es la maravilla del parque, ahí está lo espectacular”.
Y así fue que, del sudor de los obreros locales, poco a poco el parque se volvió de todos los mendocinos. El ferrocarril que antes sirvió para cargar material de la obra, luego fue readaptado para hacer un recorrido por el interior del parque y así acercar a la gente. Mientras tanto, el gobierno daba lugar a los primeros clubes de Mendoza en instalarse en el parque, como una forma de atraer al pueblo al lugar. Cuando José Néstor Lencinas asumió como gobernador, en 1918, “no destruyó el parque, lo mejoró. Él crea el Rosedal, que era un recorrido para los que no tenían carruaje”, narró Ponte. Hasta que entre 1937 y 1940 se sacaron las balaustradas que daban hacia Boulogne Sur Mer, quedando sólo los majestuosos portones traídos desde Glasgow, Escocia.
“El espacio verde en las ciudades es vital, las vuelve ciudades más habitables, más sanas. Mejoró la vida y la calidad ambiental de toda la sociedad”, expresó Silvia Cirvini. Con el correr del tiempo, el oasis fue mutando a medida que también lo hacía la ciudad y su gente. Y así lo hizo hasta alcanzar las 394 hectáreas de parque con innumerables emblemas culturales, históricos, sociales, artísticos, y deportivos. Los portones, los Caballos de Marly, la Fuente de los Continentes, el Rosedal, el lago, el estadio mundialista Malvinas Argentinas, el Teatro Griego Frank Romero Day, el Cerro de la Gloria, el ex Zoológico, el edificio de Playas Serranas, el Hogar Escuela Eva Perón, la Universidad Nacional de Cuyo, los clubes y entidades deportivas. Todos ellos, en conjunto, son en el presente el corazón de una ciudad y su comunidad.
La espectacularidad de la obra no se explica sólo desde “la tradición francesa de diseño de parques con la tradición romántica del paisajismo inglés que combinó Thays”, sino por lo que “década a década se le fue incorporando por generaciones”, explicó la arquitecta y docente Graciela Moretti. Y eso, finalmente, hace que “para todos los mendocinos, el Parque General San Martín es el conjunto patrimonial de máxima importancia en la historia de la provincia”.
El Parque, de festejo
Por el aniversario número 125 del Parque General San Martín, la Secretaría de Ambiente y el Ministerio de Cultura y Turismo de la provincia dispusieron una serie de actividades para el fin de semana. El puntapié inicial se dio en los renovados Portones del parque este viernes por la noche, en un “acto de gala” con la presencia del gobernador Rodolfo Suárez.
El Director de Parques y Paseos Públicos, Ricardo Mariotti, reveló a Los Andes que durante el sábado y el domingo habrá espectáculos y espacios dedicados al disfrute y la recreación de los mendocinos, destacándose en particular una proyección mapping en el Museo Cornelio Moyano, una exposición de filmaciones antiguas en el Prado Gaucho, y un safari fotográfico que partirá desde la administración del Parque.